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Desde el corazón de una madre

Esta es una batalla de amor diaria… Muchas veces por el bien de ellos (nuestros hijos), cedemos a ciertas situaciones que no nos corresponde resolver y que jamás, aunque quisieras, dependerán de ti. Cuando nos enteramos que Leonora nacería jamás tuvimos miedo, en aquel entonces aún había respeto y ahora con el tiempo sé que mucho amor, al menos de una de las partes.

Con el tiempo las cosas cambian y la tarea de madre se vuelve quizá más compleja, no solo porque debes reeducarte como persona para dar el mejor ejemplo, sino porque las personas a tu alrededor también cambian. En lo particular viviré eternamente agradecida con el papá de Leonora, pues a pesar de lo que hoy pueda pensar y decir, en el momento en que concebimos a nuestra bella hija jamás lo vi como un “favorcito”, o parte de “un plan maquiavélico”, los hijos jamas son parte de algo, así siempre, al menos en mi caso, haber sido madre fue fruto del amor, consciente hacia la persona que siempre voy a honrar y a amar como padre de la criatura más hermosa que pudo venir al mundo: Leonora.

No sé sí algún día quieras ser madre, porque hoy después de tantas batallas, algunas tristes algunas de mucha felicidad, sé que ser madre no es una obligación por ser mujer, ser madre es una decisión, es un acto de amor, sé que ser madre no es serlo biológicamente es serlo y GANARTE el titulo cada día de tu vida.

No se puede ser madre sin fuerza de voluntad, sin cambio o sin saber perdonar. Cuando estaba embarazada sentía cada movimiento tuyo en mi cuerpo como una caricia que jamás podría explicar, ni con las palabras más suaves; cierta ocasión me sentía muy triste, pues en mi vida existió una situación que me ha llevado a experimentar las sensaciones más horribles en mi ser, -todo a través del miedo y de confiar en personas no indicadas y no porque sean malas personas, sino por el simple hecho que hay cosas en la vida difícil de entender si no las ves-.

Esa ocasión cierta persona me dijo: “si quieres morirte tú, por mi muérete, pero con ella, con mi (…) no te metas”. En aquel momento entendí, en medio de mi tristeza, que de en ese momento en adelante, jamás podría  permitirme “morir”, no podría darme permiso de muchas cosas pues tú ya existías, era madre, y comencé a recapitular situaciones de mi infancia, algunas difíciles, otras hermosas. Hoy entiendo que ser madre es levantarte siempre con la esperanza de mejorar tu versión de ti misma cada día, aunque ya hayas fallado, aunque para algunos “jamás podrás cambiar o reparar tus malas decisiones”.

Tengo a una excelente madre, aunque como cualquier ser humano tiene sus fallas, como las tendré yo contigo, lo más importante es que en ella prevaleció el amor, siempre fuimos antes de todo, tus tíos y yo. Ella, tu abuela, nunca fue una mujer de parranda o a quien alguien tuviera que decirle cómo hacer su papel de mamá, tu abuelo muchas veces ausente, dejaba grandes huecos en nosotros, pero ella siempre cubría con su amor y cuidados cualquier espacio.

Mi mamá trabajaba y siempre sabíamos que al llegar sus brazos estarían extendidos para nosotros, nos besaba, nos arropaba, nos daba de comer. Cuando era niña presenté un tipo de problema en la sangre, el cual arrastré hasta etapa adulta, hasta el día que tu llegaste, mi tiempo de coagulación era lento, así que un día teniendo 11 años, tuve una hemorragia, sangraba por la nariz y boca y tu abuela, aún más baja de estatura que yo, cargó con todo mi cuerpo en su espalda, un señor se compadeció de ella y nos llevó a un hospital, tu abuela siempre me dio sus mejores cuidados y jamás me ha reprochado nada, nunca me ha reclamado el tiempo que me dio.

Hoy que estas a mi lado quiero que sepas que siempre estaré ahí para cargarte, no importando si sobrepasas mi estatura o mi peso, pues sé que te puedo cargar con el corazón, es de ahí donde se saca la fuerza, hoy que me han pasado tantas cosas quiero que sepas que aunque me veas muy débil, o quizá cansada, o triste, jamás lo estaré tanto como para no poder apoyarte y salir junto contigo.

Algún día vi tan débil y sin fuerzas a tu abuela que cometí el error más grande de mi vida, mismo que sigo pagando, confié en alguien más por encima de ella, y hoy sé que mamá siempre tendrá fuerza suficiente o entendimiento para ayudarte a salir de donde sea, por muy difícil que eso parezca.

Debes saber hoy, que mamá nunca te traicionará, mamá está ahí para ti, mamá no quiere que vivas violencia de ningún tipo, y si en eso no he sido el mejor ejemplo, quiero que juntas recorramos el camino. Quiero ver en ti una mujer fuerte y feliz, hoy que soy tu mamá sé que el éxito no va de la mano con lo material, que si bien es importante que estudies, eso solo debe ser porque estás dispuesta a compartir lo que sepas, nunca por “presumir”, o hacerte más que nadie.

Gracias porque todas las tardes cuando salgó a trabajar tú me haces sentir que valgo y que hay una oportunidad cada día de hacer de ti una gran mujer, gracias porque gracias a ti sé que en medio del dolor puedo perdonar, olvidar y recomenzar.

Somos dueñas de una herencia de guerreras, somos un mismo corazón y sé que a donde el día de mañana vayas yo estaré en el tuyo, no quiero ser una madre presentemente ausente, no quiero ser una madre que te imponga miedo en lugar de respeto. No quiero golpearte nunca, no “educarte” en base a amenazas, pues sé que si hago eso solo “fingirás” buena conducta frente a mí, pero  mataré tu autenticidad.

Agradezco tu felicitación, por celebrarme este día, pero agradezco más a la vida porque a través de tu papá, y del sentimiento que fuera que tuvo por mí en su momento, llegaste tú para enseñarme a ser mejor; eres una maravillosa extensión de los dos, para él mi respeto y amor absoluto siempre, al igual que para su mamá, quien le dio vida y educó e hizo de él quien es, porqué sin él mi vida no tendría el más maravilloso regalo que puede dar Dios a una mujer, ese ser que te seca las lágrimas o te divierte con sus ocurrencias, ese ser que te llama: Mamá.

“Cuando sea grande quiero ser veterinaria para cuidar unicornios; en él vas a llegar rápido al trabajo, porque va a ser bien rápido y así estaremos juntas más tiempo, vale, ya no llores?”, fueron tus lindas palabras cuando despertamos este 10 de mayo, me pregunto ¿qué mejor regalo que las palabras sinceras y honestas de un hijo para seguir?. En el momento no razoné lo que me decías, ahora te digo que espero que siempre sigas viendo una solución para cada problema, que la vida conserve en ti ese optimismo que a veces perdemos con el tiempo.

Gracias a ti por llamarme mamá, por decirme: “mamá tengo hambre”, “mamá quiero leche”, “mamá ya me hice pipí”, “mamá no te vayas, quédate”. Gracias enteras a ti, por escogerme como tú mamá, a pesar de mis fallas.

Felicidades a todas esas madres que a diario construyen los sueños de sus hijos, a las madres que nunca abandonan, a las madres de nuestros amigos por enseñar a sus hijos el valor de la amistad.  “Para el hombre que tuvo una buena madre, son sagradas todas las mujeres”…J. P. Richter.

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