Metropoli

¿Está la Ciudad de México agudizando sus propias tormentas?

Fenómenos tales como las tormentas y los huracanes no son causados por la acción directa del hombre pero se debe tener presente que la actividad humana ha incrementado los escenarios de riesgo

Por Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo*

La semana transcurrida del 24 al 31 de agosto de 2018 fue especialmente complicada en el Valle de México debido a los efectos de las intensas lluvias. Diversas tormentas causaron el desprendimiento de cerros en las zonas de Bosques de las Lomas y Valle Dorado, que afectaron viviendas, dejaron bajo el agua a varios automóviles y causaron daños aún por cuantificarse en avenidas y áreas verdes en el sur de la megalópolis.

En este contexto, es importante considerar que este tipo de tormentas no solamente es producto de la variabilidad climática natural que acompaña a las ondas tropicales. Existe evidencia científica que indica que los microclimas urbanos están siendo afectados, desde hace décadas, por la acción humana.

Para analizar la actual temporada de lluvias en el área metropolitana, se debe tener en consideración que la presencia de islas de calor urbanas, la humedad inherente a las ondas tropicales, las emisiones vehiculares y la presencia de edificaciones dan lugar a un coctel que incide en la formación súbita de tormentas.

Este tipo de fenómeno ha sido objeto de estudio por más de 45 años, a partir del famoso proyecto «Metropolitan Meteorological Experiment» (METROMEX), realizado en Saint Louis, Missouri (Estados Unidos) en 1971.

En la actualidad, los resultados de uno de los estudios más rigurosos en esta dirección fueron difundidos por la Real Sociedad Meteorológica de la Gran Bretaña, examinándose el caso de la ciudad estadounidense de Atlanta, Georgia, la cual se ubica en una región subtropical húmeda y que se encuentra en constante crecimiento. Los datos obtenidos con ayuda de radares a lo largo de más de 16 años de mediciones en dicha ciudad muestran que, bajo ciertas condiciones, la acción humana es causa del incremento en frecuencia e intensidad de las tormentas urbanas.

La física del fenómeno se relaciona directamente con la transferencia de calor por convección. Las capas de aire caliente y húmedo presentes a poca altura del asfalto tienden a ascender rápidamente a través de la atmósfera favoreciendo la formación de granizo. A mayor temperatura superficial en la isla se tendrá un ascenso más drástico de las capas de aire húmedo. Cuando en su ascenso la masa de aire se enfría hasta alcanzar un valor crítico se produce la condensación.

En otras palabras, cuando la masa de aire húmedo se ha elevado lo suficiente para enfriarse hasta la temperatura del punto de rocío se crea una nube y se favorece la precipitación. A este tipo de evento se le conoce como Iniciación Convectiva Aislada (ICI, por sus siglas en inglés).

Evidentemente, las altas temperaturas superficiales urbanas derivadas de la actividad humana contribuyen a que se alcancen estos valores críticos. En el caso de Atlanta ha quedado mostrado que el riesgo de ICI se incrementa significativamente durante las tardes y durante los meses de julio y agosto, tal y como ha ocurrido en la Ciudad de México.

Fenómenos tales como las tormentas y los huracanes no son causados por la acción directa del hombre, pero se debe tener presente que la actividad humana ha incrementado los escenarios de riesgo. La iniciación convectiva aislada de tormentas urbanas es un ejemplo de cómo una combinación de variables naturales y antropogénicas puede dar lugar a situaciones caóticas en las ciudades.

Estudios cuantitativos formales sobre iniciación convectiva forzada de tormentas en la Ciudad México, reportados en la literatura internacional especializada y difundidos a la población afectada, son prácticamente inexistentes. Este tipo de estudios será indispensable como insumo para la planeación de la megalópolis en los años subsecuentes.

El no contar con análisis de riesgos actualizados referentes a la posibilidad de pérdidas humanas, afectaciones a viviendas por deslaves y daños a vehículos en tránsito como los producidos recientemente en el Valle de México es altamente desaconsejable.

Hoy, las ciencias físicas proporcionan información suficiente para prevenir escenarios climáticos extremos vinculados con la acción humana. El conocimiento derivado de la observación sistemática de la naturaleza debe formar parte del acervo cultural de la ciudadanía, contribuyendo así a la seguridad y a la calidad de la vida de nuestras poblaciones.

*Coordinador del Programa de Servicio Departamental de Física del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Investigador Nacional Nivel II (SNI).

 Foto: Archivo – Ilustrativa

Arriba