Columnas

Nadia Mura y Denis Mukwege, Premio Nobel de la Paz 2018

*Por Zakie Smeke

El Comité Noruego otorgó el Premio Nobel de la Paz (5 de octubre de 2018) a Denis Mukwege, y a Nadia Murad. Mukwege, ginecólogo congoleño, que se ha dedicado a atender y a curar a las víctimas de la violencia sexual. Ha salvado miles de vidas; ha levantado la voz contra la impunidad. Se niega a “banalizar” la atroz violencia sexual que sufren las mujeres por los conflictos de la guerra en la República Democrática del Congo (RDC).

Nadia Murad, activista iraquí, sufrió en carne propia la violencia sexual  ejercida por el Estado  Islámico, en contra de las adolescentes y mujeres. Ella logró escapar y desde entonces el sentido de su vida consiste en luchar por llevar a los culpables ante la justicia internacional por genocidio y crímenes contra la humanidad.

Ambos, además, fueron ganadores del Premio Sajárov (https://elpais.com/internacional/2016/10/27/actualidad/1477562136_093520.html)  que otorga el Parlamento Europeo a la libertad de conciencia. El Comité Noruego ha concedido el galardón, a estos defensores de los derechos humanos y activistas, por la lucha contra la violencia sexual como arma de guerra.

Estos son los hechos. Como lectora,  me pregunto cómo leer sobre tanta  violencia. Mi respuesta fue acudir a algunos aspectos que sobre el tema de la cultura escribió Sigmund Freud, en su ensayo sobre el Malestar en la Cultura.

La cultura, al decir del psicoanalista, se refiere a la suma de normas y operaciones que distancian nuestra vida de nuestros antepasados animales, y que sirven para dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres. De tal forma, que los valores culturales son útiles para proteger al ser humano contra la violencia de las fuerzas naturales y  de la regulación de los vínculos sociales. De faltar, la convivencia quedaría sometida a la arbitrariedad del individuo y la mayor fuerza física resolvería los conflictos con la violencia bruta. Para ello, son requisitos culturales la justicia y la seguridad jurídica que imponen la renuncia pulsional de toda la comunidad para evitar que nadie resulte víctima de la violencia bruta. La cultura se da a la tarea de construir los límites para evitar que el poder irracional se imponga sobre el más débil.

Mukwege: “En octubre de 2012 sufrió un atentado en el que murió uno de sus colaboradores, justo un mes después de haber dado un discurso en la ONU en el que pedía a la organización una «condena unánime» contra los grupos rebeldes «responsables de actos de violencia sexual». (https://elpais.com/internacional/2018/10/05/actualidad/1538722359_886405.html)

En conferencia de prensa, el doctor Mukwege dirigiéndose a todos los supervivientes de la violencia sexual (yazidíes, iraquíes, kurdos, y todas las minorías) mencionó: “con este premio, el mundo os está escuchando y rechaza la indiferencia”.

Nadia Murad como parte de su lucha, publicó el libro Yo seré la última. Historia de mi cautiverio y mi lucha contra el Estado Islámico (Plaza & Janes) en el que describe su tragedia. «La vida en nuestra aldea era muy feliz, muy simple. Como en otras, la gente no vivía en palacios; nuestras casas eran simples, hechas de barro pero llevábamos una vida feliz, no teníamos problemas»,  dijo Nadia a la BBC.

Si bien, el malestar en la cultura siempre estará presente porque implica la lucha del ser humano contra las fuentes del displacer mencionadas por Freud: la naturaleza, los estupefacientes, el deterioro del cuerpo y el lazo con los otros. Por el contrario, su aceptación se transforma en un motor de lucha que nos lleva a trabajar con los malestares que emergen en la cotidianidad como son la violencia sexual y/o cualquier otro tipo de violencia ya sea física o psicológica.

*Dra. en Filosofía Política

Maestría en Periodismo Político

Psicoanalista

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