Columnas

La amistad en Elena Ferrante.

*Por Zakie Smeke

Elena Ferrante es el seudónimo bajo el cuál escribe la exitosa escritora italiana, contemporánea. Se le compara con la también afamada escritora mediterránea Elsa Morante. Según el periodista Claudio Gattti el nombre de la autora es Anita Raja, aunque por cuestiones de mercadotecnia o por mantener la atención en la obra más que en la autora, ella elige mantener el anonimato.

Ciertamente, la saga es un éxito editorial. La primera novela del cuarteto napolitano, vendió alrededor de 30 millones de ejemplares y llegó a HBO Series bajo la dirección de Saverio Constanzo en su primera temporada durante 2018.

Con motivo del Día de San Valentín, vale la pena traer a la columna la concepción de Ferrante sobre la amistad. La escritora tiene una versión sobre la amistad, diferente de nuestra concepción sobre la amistad virtual en nuestra era digital. No se trata de  la amistad que nos ofrece Facebook al decirnos: “tienes un nuevo amigo, dale like.” La amistad que leemos, disfrutamos y padecemos en la saga napolitana se va construyendo a lo largo de casi medio siglo, es una amistad compleja, voluminosa, con ángulos e intersecciones. Es una amistad que se construye con tiempo y en el tiempo.  Tiene la característica de ser una amistad entre mujeres que se narra con una escritura femenina. Dos mujeres cuyas vidas son diferentes en cuanto a sus actividades, decisiones, historia, proyectos y forma de mirar el mundo.

En términos generales la amistad transita a lo largo de los cuatro tomos que conforman la saga: La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y

La niña perdida, (Lumen, 2017).

La ficción latina escrita por Ferrante se desarrolla en un barrio napolitano donde conviven las familias y los personajes durante la época de la posguerra. El ambiente está marcado por la violencia, la pobreza, el crimen, la ley del más fuerte, en el marco de la formación de las mafias italianas.

Uno de los elementos eje de la saga es la relación de amistad entre Elena Greco y Raffaella Cerullo. Ellas son Lenú y Lila respectivamente. Una amistad que dio inicio en la infancia al compartir temores y retos que saboreaban a diario en una niñez llena de violencia, donde descubrían que la vida era así.  “Aquella vez que Lila y yo decidimos subir las escaleras oscuras que llevaban hasta la puerta de Don Achille, comenzó nuestra amistad”. Para Lenú; Lila fue siempre la amiga brillante.

La amistad entre estas dos mujeres corre paralela a sus vidas. Irán compartiendo alegrías y desilusiones. Aparecerán las dudas, las preguntas por la vida, la afirmación de la diferencia, el reconocimiento de la otredad. Se cuestionan sobre la violencia familiar, la condición femenina. “Nos habíamos criado pensando que un desconocido no debía rozarnos siquiera, pero que nuestro padre, nuestro novio y nuestro marido podían darnos bofetadas cuando quisieran, por amor, para educarnos, para reeducarnos.”

Hay momento en que  parece que ya nada une a las dos amigas. Lila trabaja en una fábrica, vive con pocos recursos, cuida de su hijo. El cansancio  que vive por sus largas jornadas laborales se va transformando en una rabia social y personal que la enferma. Elena, en cambio ya ha escrito una novela, se casó con un profesor universitario y vive en Florencia y va cimentando su carrera literaria.

En la adultez por diversas circunstancias, ambas regresan al barrio en que nacieron. Lila es una ejecutiva brillante, logró junto con su pareja montar su empresa de tecnología, gana dinero y mantiene a su familia.

Pero un día, la violencia le cobra a Lila de manera muy fuerte su independencia y estabilidad. Su pequeña hija desaparece sin dejar rastro: desde ese día, el barrio será testigo del duelo de una madre que, a su vez, va a desaparecer. Esta ausencia es el motivo que lleva a la escritora a recordar su vida y a ofrecer al lector esta saga.

Así para Ferrante, la amistad está plagada de artimañas, de sorpresas, de astucias, de lazos; es una relación humana que para que dure hay que aprender a esquivar las trampas. “La vida real no se asoma a la claridad sino a la oscuridad. Ahora que Lila se ha dejado ver debo resignarme a no verla”.

¡Feliz Día de la Amistad!

  • Doctora en Filosofía Política
  • Maestra en Periodismo Político
  • Psicoanalista

 

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