Ciencia y tecnología

La crisis de la televisión vs la cobertura de internet

Por: Samuel Prieto Rodríguez/ Latitud Megalópolis 

A vista simple, Televisa da la impresión de estar desmantelándose y cayéndose a pedazos mientras la apuesta de TV Azteca avanza a pasos cortos pero consistentes. Los escenarios son distintos y en ocasiones opuestos. Actualmente, como en muy pocas ocasiones, las dos televisoras más importantes del país están tomando caminos que no son paralelos y sus estrategias están reflejándose más claramente en sus resultados financieros. A una le va muy mal, la otra ahí la lleva.

Para nadie es un secreto. La televisión en general pasa por una crisis severa, acentuada desde hace poco más de un lustro. Por décadas y generaciones enteras no tuvo quien le hiciera ni tantita sombra como la fuente indiscutible y dominante de entretenimiento e información hasta que llegó internet con su portafolio creciente de opciones nuevas y cada vez más accesibles: medios de información nativos digitales, redes sociales, servicios de video bajo demanda, videojuegos en línea y lo que se acumule.

Claro, eso también alimentó ciertos mitos. ¿Que los millennials y centennials no ven televisión? Falso, comenzando hasta por el hecho de que la cobertura de los servicios de internet fijo y móvil es más limitada de lo que se nota a simple vista, tiene un costo mensual al que hay que sumar el de los servicios como Netflix y Spotify, y para la gran mayoría de la población el desembolso para consumir esos contenidos es en realidad un lujo. Entonces, ¿qué tan grande es en realidad el avance de esas opciones?

Comencemos por el acceso a la conectividad. Un artículo de Ernesto Piedras, director de la firma especializada The Competitive Intelligence Unit (The CIU), publicado el 18 de julio, dice que “en México, ya prácticamente todas las personas ubicadas en los Niveles Socioeconómicos (NSE) más bajos (89% del total en niveles D/E) cuentan ya con una línea celular y la usan con servicios de voz y de navegación, a pesar de registrar limitantes en términos de ingreso y acceso a otros satisfactores. Es decir, en su función de utilidad, ponderan muy alto el beneficio de la conectividad y sus beneficios asociados”.

¡Muy bien! Eso indica que la brecha digital está cerrándose, aunque también hay que decir que la gran mayoría cuenta con dispositivos con capacidad limitada en cuanto a memoria y procesamiento, y más aún, no hay acceso a la red en todas partes.

Al inicio de su gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador insistió en que la cobertura geográfica de internet sólo abarca al 25 por ciento del territorio nacional, claro, el más poblado. En mayo, el analista de The CIU, Carlos Hernández, dijo a la reportera Carla Martínez de El Universal que para llevar internet al 47 por ciento de la población que no lo tiene, se necesitan 187 mil millones de pesos en infraestructura y equipos de telecomunicaciones.

Habrá que ver si la empresa estatal que planea crear el gobierno para cubrir esa necesidad funciona.

Pero apenas vamos a la mitad del asunto. A la falta de cobertura de internet hay que sumar el acceso a los contenidos online que son de paga. Por ejemplo, de acuerdo con el informe Video Insights de la firma Futuresource Consulting, México cerró 2018 con 9.4 millones de suscripciones a servicios de video on demand (SVOD), predominantemente Netflix, y la proyección es que para 2022 sean 14 millones.

Impresionante ¿no? Nada más que, de acuerdo con el INEGI, somos 125 millones de mexicanos viviendo en el territorio nacional así que la cobertura de los SVOD tampoco es tan grande y significativa como se hace parecer. La televisión abierta, en cambio, llega al 95.4 por ciento de todos los hogares del país.

Aunque claro, para ser justos, también hay que mencionar que existen los servicios de video por internet que no son de paga sino que viven de la publicidad (AVOD), como YouTube que tiene una penetración mucho mayor que sus primos fifís.

Todo esto indica que buena parte de la crisis que vive la televisión también es causada por ella misma. Antes tenía el cuasi monopolio de la información y ahora compite con muchas más opciones, varias de ellas bastante más libres en la percepción general, aunque también proclives a plagas como el rumor y las odiosas fake news. El problema es que la TV no ha logrado quitarse el estigma de mentirosa y manipuladora que ha cargado durante casi toda su vida, cuestión en la que debe trabajar mucho.

Con respecto al entretenimiento, a fuerza de experimentación, ensayo y error, algo de lo primero que está aprendiendo es que rivalizar con las opciones recientes utilizando las mismas armas no funciona. Si el éxito de Netflix es la ficción, entonces competir con ficción no es tan buena idea. Televisa ha ido bajando la manufactura de ese tipo de producciones aunque en su canal insignia, Las Estrellas, programa todavía bastantes sin importar que sean refritos. En cambio, TV Azteca optó hace ya tiempo por otra estrategia: tanto su canal principal, Azteca Uno, como el de noticias e información, adn40, tienen básicamente programación en vivo todo el día.

¿Se nota en los resultados? Sí, cada vez más. Televisa ya no ve lo duro sino lo tupido. Antes era un monstruo que incursionaba en cuanto negocio le gustara aunque no fuera de su expertise: muebles, ventas por catálogo, etc. Ha tenido que deshacerse de todo eso y ahora hasta de las partes de su grupo de medios que no le son tan rentables aunque sean parte de sus raíces.

Hay que recordar que la primera piedra de ese imperio mediático fue la otrora gloriosa XEW, “la voz de la América Latina desde México”, fundada por Emilio Azcárraga Vidaurreta en 1930. El nieto, Azcárraga Jean, vendió la mitad junto con la de todo el sistema Radiópolis al español Grupo Prisa en 2002 y el pasado 17 de julio terminó deshaciéndose de la otra mitad entregándosela a Miguel Alemán Velasco y su hijo a cambio de 1,248 millones de pesos más un dividendo de otros 200 millones.

En los años recientes, Radiópolis representaba ya únicamente el dos por ciento de los ingresos de Televisa y digamos que quedó más o menos en familia considerando que Miguel Alemán Velasco fue socio y mano derecha de ‘El Tigre’, Emilio Azcárraga Milmo, y hasta llegó a ser presidente ejecutivo de la televisora en un periodo de reestructuración entre 1986 y 87.

Televisa también salió del negocio del entretenimiento en vivo el 24 de julio, con la venta de su participación de 40 por ciento de OCESA (Operadora de Centros de Espectáculos), operación que le dejó cinco mil 206 millones de pesos más un dividendo de 350 millones.

Anunciada la transacción, los actuales copresidentes de la empresa de televisión más importante en el mundo de habla hispana, Bernardo Gómez y Alfonso de Angoitia, dejaron clara la razón: “La venta de estos negocios nos permite dedicar todo nuestro enfoque y capital a la expansión de nuestra operación de Cable, al desarrollo del negocio de banda ancha de Sky y al fortalecimiento de nuestro negocio de Contenido mediante la mejora de los valores de producción y la expansión de nuestras fuentes de ingresos. Estos son los negocios principales en los que tenemos escala y una posición competitiva única”.

El proceso de desinversión en activos no estratégicos inició el año pasado con la venta de su participación de 19 por ciento en el grupo de medios español Imagina, y es que, en efecto, hace años que Televisa vive más bien de sus negocios de telecomunicaciones porque los de medios y contenidos no le han sido rentables.

Se sabe que si para marzo próximo no ha encontrado comprador para su división editorial, todas sus revistas y demás publicaciones saldrán de la circulación, como ya lo hicieron en Colombia y otros países.

Ha tenido que terminar con los contratos de exclusividad de la gran mayoría de sus estrellas emblemáticas; ha cerrado áreas enteras de producción de telenovelas; fusionó Televisa Deportes con Univision Deportes creando TUDN y dejando fuera a muchos periodistas, comentaristas y gente de detrás de cámaras.

Todo eso, después de que en 2016 intentó crear su propio universo multiplataforma con sus canales de TV abierta, los de paga y su mal lograda marca de SVOD, Blim, estrategia que terminó de darle el tiro de gracia.

El pasado 8 de julio, obtuvo un crédito por 10 mil millones de pesos de un sindicato de bancos encabezado por BBVA, Banco Santander y Citigroup Global Markets. En realidad se trató de un movimiento para extender el plazo de sus deudas, dado que el día 25 amortizó seis mil millones y el día 29 otros cinco mil millones en bonos que había emitido en la Bolsa Mexicana de Valores.

¿Y TV Azteca? También arrastra deudas considerables y sus finanzas aun no son las que fueron en sus años dorados, sin embargo, son bastante más sanas dado que desde un principio tuvo mucho más claro el camino: enfocarse en su negocio principal que es la TV abierta, generar mucha programación en vivo en vez de enfrascarse en una competencia estéril contra la producción cada vez más diversa de ficciones seriadas o unitarias, y mantener un control cuidadoso de costos y gastos.

Toda la industria de los medios está sufriendo. No sólo los tradicionales sino también los nativos digitales. No hay dinero, se pierden muchos empleos y todo es parte de una dolorosa y vertiginosa evolución en todos los sentidos que no muestra indicio alguno de que terminará pronto.

 

 

 

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