Ecología

Una fuente de alimento para diversas especies marinas, son las macroalgas

Sus discos basales que permiten la sujeción de éstas al sustrato marino son lugar de desove y protección de grandes animales nadadores incluyendo los peces

Las macroalgas pardas Macrocystis pyrifera y Sargassum spp, por su tamaño y abundancia, forman grandes mantos que crecen sobre la superficie del mar. En las zonas costeras participan en la producción de oxígeno, captación de CO2, producción de biomasa cosechable, y son sitio de crianza y alimentación de diversos recursos marinos, dijo la doctora Elisa Serviere Zaragoza del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, ubicado en La Paz, Baja California Sur.

La investigadora explicó que las macroalgas marinas presentan una gran variedad de tamaños —que van desde unos pocos milímetros hasta varios metros— y que generalmente permanecen adheridas a un sustrato duro y crean comunidades litorales más o menos homogéneas. Añadió que es común diferenciar tres grupos, algas rojas, pardas y verdes de acuerdo con la combinación de sus pigmentos fotosintéticos.

“A diferencia de las plantas vasculares, las algas no tienen una verdadera raíz, tallo, hojas o tejido vascular, su cuerpo es una estructura llamada talo. Y los talos de las macroalgas constituyen un sustrato sobre el cual crecen multitud de animales sésiles (organismos que viven fijos a una base, cuyo tamaño varía desde unos pocos milímetros hasta especies que alcanzan más de dos metros de diámetro). Sus discos basales, que permiten la sujeción de estas macroalgas al sustrato marino, son lugar de desove y protección de grandes animales nadadores, incluyendo los peces”.

La también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias destacó que algunos moluscos, crustáceos y peces se alimentan directamente de los talos de estas grandes algas, y otros lo hacen de los residuos procedentes de la descomposición de las mismas, por lo que ha enfocado parte de su trabajo a conocer el papel de las macroalgas como alimento y hábitat de diversas especies, especialmente de invertebrados, que se encuentran en ecosistemas marinos dominados por Macrocystis pyrifera y Saragassum spp.

En la costa occidental, en nuestro país, desde la frontera con Estados Unidos hasta Bahía Asunción, en Baja California Sur, las praderas submarinas formadas por el alga café Macrocystis pyrifera representan ecosistemas con una alta producción biológica. Y con la idea de entender el papel de esta alga, también conocida como sargazo gigante, en la dieta del abulón y de otras especies de caracoles asociados, la investigadora y su grupo de trabajo han realizado estudios del contenido estomacal de diversos organismos que se encuentran en arrecifes rocosos a lo largo del Pacífico de Baja California Sur, entre ellos abulones juveniles y adultos.

En otro ensayo experimental los abulones juveniles fueron alimentados con diferentes macroalgas y un pasto marino para relacionar el aporte de proteínas, carbohidratos, lípidos, ácidos grasos, esteroles, entre otros, a partir de la dieta proporcionada.

Entre los resultados de este proyecto, mencionó la especialista, se encontró que en los ecosistemas marinos dominados por Macrocystis pyrifera hay alimento suficiente para mantener a las poblaciones de moluscos, peces y diferentes invertebrados que viven ahí, y que se alimentan de macroalgas, y que el consumo que cada organismo hace de estas es diferencial.

La doctora en Ciencias por la UNAM también registró que en esta región el alga café Macrocystis pyrifera disminuía o desaparecía por temporadas, dependiendo de la duración e intensidad del fenómeno ‘El Niño’. Lo cual llevó a plantear diversas interrogantes, una de ellas: ¿qué pasa con los organismos cuando Macrocystis pyrifera desaparece?

Para tratar de responder esta pregunta en el laboratorio se realizaron ensayos con abulón azul Haliotis fulgens simulando dos temperaturas de un año ‘El Niño’ (un fenómeno o evento climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial) y de un año ‘normal’, los moluscos fueron alimentados con Macrocystis pyrifera y Ecklonia arborea”, esta última no desaparece durante eventos ‘El Niño’.

“Lo que vimos es que temperaturas altas asociadas con eventos ‘El Niño’ pueden promover el crecimiento de juveniles de abulón azul, solo si la temperatura no se incrementa a tal grado que desaparezca Macrocystis pyrifera u otras algas sensibles a la temperatura. Pero si la temperatura aumenta, al grado que desaparece el alimento principal de los abulones en Baja California Sur, estos deben consumir otras algas de menor calidad, lo que resulta en una menor tasa de crecimiento”.

Otro de los temas que la investigadora ha estudiado se refiere a las poblaciones asociadas a Sargassum spp, que están en algunas zonas de la península de Baja California Sur que colindan con el Golfo de México, ya que en algunos sitios de estas áreas la presencia de esta macroalga coincide con ambientes expuestos a diferentes metales por la existencia de minas en la región. Por ello, se realizaron estudios para conocer la dinámica de algunos metales, tanto en sitios con alta exposición (por ejemplo aquellos asociados a actividades humanas como la minería), como de baja exposición.

“Para este proyecto trabajamos con diversos grupos, macroalgas, erizos, peces, calamares y pulpos, con la finalidad de evaluar la eficiencia en la transferencia y acumulación de cadmio, plomo, cobre, hierro y zinc en ambientes dominados por Sargassum spp, a partir de la información sobre contenido estomacal, isótopos y concentración de metales en los grupos estudiados”.

En el caso del cadmio se encontró que se acumula en macroalgas y se transfiere a erizos de manera diferencial dependiendo la especie de erizo. Para el plomo, se identificó una transferencia de este elemento solo en una de las dos especies de erizo estudiadas, lo cual se relacionó con una dieta más diversa en el erizo que presentó plomo en sus tejidos.

En lo que se refiere a niveles tróficos superiores, la transferencia y acumulación es compleja y variable, sin embargo, en las especies estudiadas, incluyendo algunas comerciales, no hay evidencias de que las concentraciones de los metales analizados puedan ser consideradas como potencialmente peligrosas para el consumo humano, finalizó la doctora Elisa Serviere Zaragoza.

Foto: Juan José Ramírez

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