Columnas

La melancolía y sus semblantes

*Por Zakie Smeke

“La lucha de todo ser humano en 2019 es una lucha contra la melancolía”. El escritor Manuel Vilas (Barbastro, 57 años) resultó finalista del Premio Planeta 2019, con la novela Alegría. La ficción premiada saldrá a la venta el 5 de noviembre de este año.

Vilas dijo que la narración confronta a la heroína de la historia: “la alegría con el villano a superar: la depresión y la melancolía”. El protagonista luchará por vencer al rufián para librarse de la nostalgia que le acecha de manera constante.

En ese sentido el escritor considera a Alegría, “una novela de combate”, “atávica”, “primitiva” que apunta al hueso de la condición humana: la necesidad de sentirse querido y de combatir la melancolía.

¿Se puede luchar contra la melancolía y vencerla?

A lo largo del tiempo, los médicos, psiquiatras, psicoanalistas, artistas e historiadores han buscado encontrarle un sentido a esta patología propiamente humana.

Al menos desde el Renacimiento, nos hemos relacionado con esta enigmática enfermedad apelando al lenguaje visual, poético. Hay expresiones sobre la melancolía en la pintura, en la poesía, en los sonetos, en la literatura  y en los emblemas que la nombran.

En la actualidad, en cambio el lenguaje que utilizamos para describir a esta patología es principalmente el lenguaje de datos y de estadísticas.

La melancolía es una afección psíquica difícil de clasificar. El sujeto melancólico a diferencia del depresivo no intenta aliviar su sufrimiento y puede caer en un profundo mutismo. La nostalgia, la soledad, el desconsuelo, el enojo, la pesadumbre, son parientes cercanos de esta patología.

Según Pierre Kauffman, “el sujeto melancólico ha nacido con mala estrella y está determinado por la fatalidad; la realidad le es definitivamente hostil y lo llevará inevitablemente a la catástrofe si llega a imvestirla de alguna manera”.

¿Cuáles son algunos de los emblemas, figuras y semblantes que se han utilizado para describir a la melancolía?

La melancolía ha sido asociada con la bilis negra, con la tinta negra. Durante el Renacimiento alemán, el grabado de Alberto Durero: La Melancolía, recupera las clasificaciones médicas y filosóficas de su época que dividían a los hombres en cuatro temperamentos: flemático, colérico, sanguíneo y melancólico. La melancolía se expresa de manera oscilante entre la tristeza mórbida, la depresión y el sueño, es un estado típicamente alquímico.

El Sol Negro de la melancolía y de la depresión es figura que ensaya la filósofa y psicoanalista, Julia Kristeva. Esta imagen se refiere al sol frío. Es el astro que no es cálido, es oscuro. La escritora vincula este símbolo con  el desasosiego del sujeto moderno y posmoderno en términos del vacío que deja la historia moderna.

Marek Biénczyk  en  Melancolía, de los que la dicha perdieron y no la hallarán más (Acantilado, 2014) apertura su ensayo con el poema El Cisne, de Charles Baudelaire. Nos ofrece una imagen del melancólico en la figura del (flâneur) del paseante.

“El poeta pasea por un barrio de París y recuerda otro paseo hecho hace tiempo por el mismo lugar. París a cambiado. El aspecto de una ciudad –piensa el poeta- puede cambiar más pronto que un corazón humano. Allí ahora es el nuevo Carrusel, se levantaban numerosas barracas, negocios sórdidos, se acumulaban trozos de mamposterías, capiteles de columnas teñidos por el verdín de los charcos”.

Baudelaire, con unas líneas poéticas, toca el destierro y la soledad de un mundo, cada vez más anónimo. En los versos que forman el poema se percibe el dolor, el cambio, la destrucción de las ciudades, de las calles, las pérdidas, las carencias, las diferencias y la añoranza.

La figura del (flâneur) del paseante, del vagabundo es la imagen viviente del que camina y va dejando atrás lo que mira, lo que siente, lo que piensa. Cualquier recuerdo es para él, una pérdida.

Gerard de Nerval, autor del soneto más famoso que sobre la melancolía: El desdichado, describe el lugar que ocupa la repetición en la melancolía. “Yo soy el tenebroso —el viudo— el sin consuelo”. Con sus diferentes versiones: el desconsolado, el desdichado, el inconsolado.

Quizá, los poemas anteriores  anticipan las formulaciones de Sigmund Freud sobre la melancolía, (Duelo y Melancolía, 1915).

Para Freud la experiencia de la pérdida en el duelo es “normal”,  en tanto que el objeto perdido se localiza en el mundo externo. En este texto, el psicoanalista considera  que después de un tiempo razonable logrará elaborar la pérdida  y podrá relacionarse con el mundo y con los objetos nuevamente. Esta formulación es objeto de críticas en tanto deja de lado la subjetivación de la pérdida y la reduce a un trabajo de duelo, como afirma Jean Allouch en la Erótica del Duelo.

Desde mi punto de vista, el melancólico, hace de la pérdida su modus vivendi. El sujeto está atrapado en la pérdida; aunque, ésta no tenga un sustento en la realidad, sino solo en su subjetividad. El sujeto pierde su capacidad de amar y relacionarse con el mundo, su productividad se deteriora. Vive para devaluarse, recriminarse, culparse. Ciertamente, en el melancólico impera el desamor. El melancólico se transforma en el artista del desprecio a sí mismo.

Podríamos continuar con figuras y semblantes de este mal tan contemporáneo que como afirma Manuel Vilas es hoy: “La lucha de todo ser humano en 2019 es una lucha contra la melancolía”.

Para acercarnos a la conclusión. Hoy la melancolía nos interpela al igual que a nuestros ancestros. No obstante, pensarla  demanda nuevas reflexiones. Vivimos tiempos en que percibimos  lo irreparable de las pérdidas, el dolor y el desgarramiento que rodea al doliente (por ejemplo, Ayotzinapa y la reciente noticia sobre Culiacán).

Estos eventos, entre tantos otros, de carácter público o privado nos hacen pensar en la complejidad que conlleva lograr la subjetivación del duelo. Se vuelve necesario pensar las pérdidas en varios registros: lo real, lo simbólico y lo imaginario. ¿Existen espacios para socializar la pérdida? ¿Cómo enfrentará en este nuevo siglo “el amor a su villano: la melancolía”?

Llegamos a nuestro lenguaje estadístico actual: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la depresión es un problema serio de salud mental en nuestro país. Las cifras señalan que uno de cada cuatro adolescentes se encuentra en riesgo de padecer esta enfermedad“.

“A nivel mundial afecta a más de 300 millones de personas, es la principal causa de discapacidad y morbilidad. Dependiendo del número y de la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos pueden clasificarse como leves, moderados o graves.

“Las personas con episodios depresivos leves tendrán alguna dificultad para seguir con sus actividades laborales y sociales habituales, aunque probablemente no las suspendan completamente. En cambio, durante un episodio depresivo grave es muy improbable que el paciente pueda mantener sus actividades sociales, laborales o domésticas si no es con grandes limitaciones”.

La melancolía y la depresión son patologías que requieren ser atendidas por profesionales especializados con el objeto de reducir sus efectos negativos.

Para concluir, cito:

“La tristeza es un feliz pleonasmo, ya que al igual que la melancolía sale de la tierra, y un eco suyo, un reflejo, una alegoría, la escritura de la tierra, su colorida obra maestra, nos obliga a aceptar lo que en nosotros mismos hay de tierra, de polvo, de suciedad.”

Marek Biénczykhttp://www.acantilado.es/catalogo/melancolia/

*Doctora en Filosofía Política

Maestría en Periodismo Político

Psicoanalista

[email protected]

Twitter: @z_smeke

 

Arriba