Metropoli

HISTORIAS EN EL METRO

El Metro también es cultura

MODERNOS JUGLARES

Por Ricardo Burgos Orozco

En las estaciones del Metro me he encontrado pedigüeños y vendedores, pero con quienes hace tiempo no me había topado era con estos modernos juglares que recitan poemas, cuentos, fábulas, historias, leyendas, la biblia, el cristianismo, contra el gobierno, a favor del gobierno y más.

Hay de todo. La semana pasada coincidí con dos en diferentes días. El primero, un tipo alto, de barba, vestido con saco y  pantalón modestos, se subió en Niños Héroes. Se posicionó en la entrada, prácticamente obstruyendo el paso. Yo venía recargado enfrente en la puerta contraria.

Comenzó un poema que me cautivó desde el principio y lo escuché con atención. Concluyó y después vociferó a la concurrencia que tiene 66 años de edad, está desempleado injustamente porque todavía se siente fuerte para trabajar y ofreció a diez pesos separadores estampados para libros.

Con el pretexto de comprarle, le pregunté de quién es tan hermoso poema. Es de Julio Florez, me contestó con amabilidad. Después, en un lugar con internet encontré que Julio Florez Roa fue un poeta colombiano del Siglo XIX y principios del XX.  Además, leí con calma esa belleza de poema: Si porque a tus plantas ruedo/Como un ilota rendido/Y una mirada te pido/Con temor, casi con miedo/Si porque ante ti me quedo/Extático de emoción,/Piensas que mi corazón/Se va en mi pecho a romper/Y que por siempre he de ser/Esclavo de mi pasión/¡Te equivocas, te equivocas!/Fresco y fragante capullo/Yo quebrantaré tu orgullo/Como el minero a las rocas/Si a la lucha me provocas/Dispuesto estoy a luchar/Tú eres espuma, yo mar/Que en sus cóleras confía;/Me haces llorar, pero un día/Yo también te haré llorar/Y entonces, cuando rendida/Ofrezcas toda tu vida/Perdón pidiendo a mis pies,/Como mi cólera es/Infinita en sus excesos/¿Sabes tú lo que haré en esos/Momentos de indignación?/¡Arrancarte el corazón/Para comérmelo a besos!

Me dije, iletrado de mí: seguro el señor Florez quiso poner idiota, se equivocó y escribió ilota en uno de los fragmentos. Nuevamente gracias a San Google descubrí que le decían ilotas a los esclavos espartanos.

Al día siguiente, en Salto del Agua, instalado en mi rincón favorito del vagón, o sea en la puerta contraria a la salida, subió un chavo no mayor a 30 años, algo pasado de peso, cabello largo recogido con una cinta, playera, chaleco y short.

No podía ser más informal. Se colocó cerca de mí y comenzó a contar con tremendo vozarrón una bella fábula de un león y una serpiente –no era el Libro de la Selva–. Terminó, le di los siete pesos de morralla que traía y, curioso, le pregunté sobre la fábula.

Me contestó de inmediato con una sonrisa: Del libro 32 Cuentos Populares Africanos de Nelson Mandela. También le reconocí su voz fuerte y grave, pero no le dije que me dolió la cabeza porque lo tenía a metro y medio de los oídos ¡Nelson Mandela, extraordinario en todo! Por supuesto, en cuanto pude investigué en internet sobre el libro. Fue editado en 2007 y en el prólogo el estadista sudafricano escribió: Para que la voz del narrador de cuentos nunca muera en África y para que los niños nunca pierdan la capacidad de ampliar sus horizontes del mundo con la magia de sus relatos. Ya confirmé, el Metro también es cultura.

Foto: Archivo (Ilustrativa)

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