Serían las más pequeñas del mundo y fueron descubiertas gracias a la combinación de análisis moleculares muy sofisticados
Un grupo internacional de investigadores, entre los que se encuentran científicos de la Unidad de Genómica Avanzada (UGA) del Cinvestav en Irapuato, ha completado un estudio de varias décadas acerca de pequeñas salamandras encontradas en las montañas más altas de Oaxaca, donde concluyeron que este tipo de animales representa tres nuevas especies del género Thorius.
Este hallazgo, en el que participaron Gabriela Parra y Sean Michael Rovito, de la UGA, es relevante, ya que de las 29 especies de Thorius ahora reconocidas, casi todas están consideradas en peligro de extinción o en peligro de extinción crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De hecho, éste puede ser el género de anfibios más amenazado del mundo.
Las nuevas especies fueron descubiertas mediante el uso de una combinación de análisis moleculares muy sofisticados (incluyendo la secuenciación de ADN), imagen digital (Rayos X-Tomografía computarizada) y análisis estadístico de la anatomía externa e interna de las salamandras, y reportado en la revista científica internacional Peer J de noviembre.
Las especies encontradas han sido nombradas como: Salamandra pigmea de pino (Thorius pinicola), Salamandra pigmea de cola larga (Thorius longicaudus) y Salamandra pigmea de Tlaxiaco (Thorius tlaxiacus).
Estas salamandras son las más pequeñas del mundo, los adultos casi miden el tamaño de un cerillo, sus cuerpos miniaturizados son muy inusuales en un vertebrado, con estructuras para su alimentación y reproducción clasificadas entre las más prominentes.
A pesar de que las poblaciones de Thorius fueron alguna vez abundantes, éstas han disminuido precipitadamente durante los últimos 30 a 35 años, y las que aún sobreviven, raramente se pueden encontrar en la naturaleza.
De hecho, todas las poblaciones conocidas del género Thorius han sufrido declives severos desde la primera vez que fueron descubiertas en montañas remotas en el sur de México hace décadas. Existe una posibilidad real de que todas las especies vivas puedan extinguirse en los próximos 50 años.
Estos hallazgos nos dicen que aún hay un gran número de especies de anfibios que quedan pendientes por ser descubiertos y formalmente descritos, esperando ser salvados antes de que se pierdan en la naturaleza.
El género Thorius fue descubierto en el siglo XIX, y por los siguientes 75 años los científicos creyeron que existía una sola especie, pero nueve más fueron descubiertas entre 1940 y 1960, sin embargo, los adultos son tan pequeños que fueron difíciles de diferenciar. Un gran avance llegó en 1970 cuando los biólogos descubrieron que muchas especies, aunque anatómicamente similares, se podrían distinguir fácilmente usando técnicas moleculares, mismas que luego permitieron revelar rasgos anatómicos sutiles que los diferencian.
Desde entonces, muchas más especies han sido descubiertas y descritas, por lo que estas tres nuevas contribuyen a sumar 29 tipos de salamandras. Este dramático incremento en el número de especies conocidas en el género Thorius es paralelo a lo que ha estado ocurriendo en el estudio de los anfibios en general.
Al menos en los últimos 30 años el número de especies de anfibios válidos y descritos en todo el mundo ha aumentado a una tasa de alrededor de tres por ciento por año. Mientras que en 1985 los biólogos pensaron que existían alrededor de 4 mil especies de anfibios, a la fecha ellos ahora identifican más de 7 mil 500 especies y otras se están descubriendo casi a diario.
Trágicamente, el descubrimiento y documentación de la diversidad de anfibios coincide con el precipitado declive de éstos en todo el mundo. Muchas de las especies que alguna vez fueron abundantes, se han extinguido en los últimos 50 años, y otras probablemente están condenadas a un desafío similar si no se realizan acciones para salvarlas.
En el artículo titulado Three New Species of Miniaturized Tropical Salamanders are Already Endangered, participaron además de los científicos de UGA, investigadores del Instituto de Biología de la UNAM, del Museo de Ciencias Naturales en España, de las universidades de Texas en Austin, de California en Berkeley y Harvard en Estados Unidos. La investigación empezó a inicios de 1970 e involucró un extenso trabajo de campo en el sur de México durante varias décadas, a fin de muestrear poblaciones críticas en áreas remotas.