Cultura

Así es el testimonio de un hombre que sobrevivió a la bomba atómica de Nagasaki

Llegó a México en 1968 es naturalizado mexicano y habla náhuatl

Han trascurrido 26 mil 133 tardes desde aquel jueves 9 de agosto en Nagasaki, Japón; bajó el hongo de la segunda y última explosión atómica detonada contra civiles, se hallaba un niño de seis años. Hoy Yasuaki Yamashita, sobreviviente de la bomba atómica arrojada a su pueblo en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, es naturalizado mexicano, vive en San Miguel de Allende, Guanajuato, es ceramista, pintor, y habla náhuatl.

En el auditorio Pablo González Casanova de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, manifestó sentir alivio ante la charla e interacción con los científicos sociales en ciernes. “Hablar de paz es lo más sencillo, pero lograrla no”, dijo, y de inmediato habló de su histórica vivencia.

“Quienes sobrevivimos todavía sufrimos todos los días. El impacto no sólo es en el momento de la explosión, el sufrimiento es físico, mental, emocional, y filosófico ante preguntas sin respuestas”.

“Yasu”, como le dicen sus conocidos, vivía a 2.5 kilómetros del sitio donde se detonó la bomba en Nagasaki; tras una montaña, jugaba como cualquier niño de su edad.

“Por la radio se anunció que un avión extraño escudriñaba nuestro pueblo, mi madre escuchaba mientras preparaba la comida de mediodía; fuimos al refugio de nuestra casa, pero tras unos minutos los vidrios de las ventanas eran balas, y vino una luz como si fueran mil relámpagos al mismo tiempo, estruendo, explosión y después el silencio.

“Mi madre –prosiguió– me cubrió con su cuerpo, vi cómo mi hermana tenía vidrios en la cabeza, y al salir a la luz corrió hacia el refugio de la comunidad, aun cuando desde antes tenía una pierna amputada. No teníamos qué comer, nos dirigimos hacia el campo, pero teníamos que transitar por el centro; ahí había fantasmas, la gente que sobrevivió sólo caminaba. La palabra infierno no es suficiente, no existe la palabra adecuada…”.

En un salto cuantitativo de tiempo, Yasu relató que trabajó en la adolescencia en el Hospital de la Bomba Atómica; ahí sintió los estragos, las consecuencias físicas de la radiación: el cáncer, la leucemia. Él padeció una honda anemia, con desmayos continuos; buscaba huir de ese entorno y encontró refugio al otro lado del mundo.

“En 1968 se presentó la gran oportunidad, quería ir a un lugar en donde nadie me conociera, y vine a los Juegos Olímpicos en México, como responsable de traducción de prensa de Japón. Llegué y nunca me fui.

“A veces pensamos que debemos hacer algo muy grande por la paz, pero podemos emprender algo muy pequeño. Por más diminuto que sea, a diario, sirve, aporta. Inténtelo, siempre podemos tener una vida pacífica”, exhortó.

La presencia de Yamashita se dio en el marco del conversatorio “Sobrevivientes y actores de la guerra nuclear: a 50 años del Tratado de Tlatelolco”, organizado por la FCPyS de la UNAM.

 

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