Cultura

El Proyecto Templo Mayor, parteaguas en la conservación arqueológica

El acervo del Museo del Templo Mayor asciende a 13 mil 436 objetos que han sido atendidos a lo largo de los años con la colaboración de 114 conservadores

El Proyecto Templo Mayor (PTM), que cumple 40 años de existencia, fue un parteaguas en el desarrollo de la conservación arqueológica, al permitir a los restauradores trabajar en las excavaciones aún antes de los hallazgos, lo que favoreció la preservación de los vestigios prehispánicos, señaló la doctora en estudios mesoamericanos, Lourdes Gallardo.

            Durante la conferencia Cuatro décadas de conservación en el Templo Mayor, que dictó junto con la restauradora Diana Medellín, en el Museo del Templo Mayor (MTM), la especialista sostuvo que en estos años se ha desarrollado un trabajo constante y sistemático que mantiene en buen estado los objetos rescatados por el PTM y por el Programa de Arqueología Urbana, gracias a la iniciativa del profesor Eduardo Matos Moctezuma, quien decidió que el proyecto debía contar con un equipo de restauración.

            En ese lapso han colaborado 114 conservadores en la intervención del acervo del Museo del Templo Mayor, que suma 13 mil 436 objetos; asimismo, 205 alumnos de las escuelas de conservación han realizado prácticas profesionales y se han publicado 62 investigaciones.

            La doctora Lourdes Gallardo refirió que desde que fue inaugurado el recinto museístico, en 1987, los restauradores además de atender las piezas in situ y los vestigios arqueológicos, también debían hacerse cargo del acervo exhibido, del almacenado y de los objetos que saldrían a itinerar en exposiciones nacionales e internacionales.

            La restauradora Diana Medellín apuntó que los procesos de conservación se trabajan por ciclos, que incluyen un diagnóstico en el que se observan las causas que generan los deterioros, la planeación de la intervención y la atención de las afectaciones, “pero las acciones no concluyen ahí, sino que con el tiempo se van reevaluando y se modifican de acuerdo con los avances tecnológicos”.

            Al referirse a la conservación de los bienes muebles, apuntó que a todas las más de 13 mil piezas del acervo se les ha intervenido por lo menos una vez. Entre los casos recientes destaca la limpieza y consolidación de pigmentos del monolito de Tlaltecuhtli, con hidrogeles desarrollados por la Universidad de Florencia, Italia, que eliminan la suciedad sin desprender la pintura.

            Actualmente, dijo, se trabaja en la conservación de la lápida del canónigo español Miguel de Palomares, fallecido hace 473 años en la Nueva España, donde sirvió por más de una década al primer cabildo catedralítico.

            “La lápida, que estaba fragmentada a la mitad, se sometió a un proceso de limpieza muy delicado porque es una piedra muy frágil, también se trabaja en el desarrollo de un sistema para mantenerla unida y que garantice su conservación, y se prepara una vitrina para exhibirla en los próximos meses en el Museo del Templo Mayor, una vez concluida la intervención”.

            En tanto, en la Zona Arqueológica del Templo Mayor se atienden las grietas generadas por el sismo del pasado 19 de septiembre.

            A decir de la restauradora Medellín, la conservación de los bienes inmuebles en el Templo Mayor es todo un reto porque se tiene que dar atención a 13 mil 600 metros cuadrados que ocupa. Entre los principales elementos que afectan al sitio arqueológico están los asentamientos diferenciales que producen fracturas en las estructuras y en los acabados arquitectónicos; el intemperismo que propicia la degradación de los materiales, y el alto nivel freático que provoca la aparición de sales al evaporarse el agua y causan daño a las edificaciones, así como el crecimiento de micro y macroorganismos.

            La jefa del Departamento de Restauración del MTM señaló que desde el inicio del Proyecto Templo Mayor, en 1978, se diseñaron nueve cárcamos para combatir los altos niveles freáticos, así como evitar que se inundara el sitio y se afectaran los aplanados, mientras que para combatir micro y macroorganismos se fumiga de forma constante.

            La restauradora finalizó que otra de las actividades del área a su cargo es la creación de ventanas arqueológicas, en las que el público puede observar que el Recinto Sagrado de Tenochtitlan ocupó un espacio mayor que se encuentra bajo las edificaciones contemporáneas.

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