Uriel Mejía Vidal, se inspiró en dos leyendas, una sobre los zencuates, víboras de agua que distraían a la madre para robarle a sus hijos, y otra, sobre un cocodrilo que vivía en el cerro y cada cuatro años bajaba para robarse a un bebé y comérselo, para escribir la novela El tiempo del cocodrilo.
El licenciado en literatura dramática y teatro por la Universidad Nacional Autónoma de México (UAM) creó su obra con la que obtuvo el Premio Nacional de Novela Joven José Revueltas 2017. La novela El tiempo del cocodrilo está vinculada a los lazos familiares, aborda la nostalgia, el amor y sus laberintos explicó el escritor, nacido en 1990, en el Estado de México.
Las historias le fueron relatadas al escritor originario de Cuanalan por sus bisabuelas Berthina y Jose, quienes se acercaban a él en días distintos para hablarle sobre los trenes o el polvo, de los recuerdos felices que con el tiempo se vuelven tristes y de los amores que se van, pero ante todo, apuntó, historias de lo fantástico.
“Yo necesitaba quien me cuidara y ellas alguien que las escuchara, éramos duplas perfectas. Mis bisabuelas se sentaban a mi lado en el adobe fresco y se ponían a contar sus historias mientras armábamos casitas con tabiques o acariciábamos a los gatos, fue ahí donde aprendí a conmoverme”.
Apuntó que cada una de tuvo una historia predilecta, Berthina relataba que en un cerro se hallaba escondido un cocodrilo que cada cuatro años bajaba y se llevaba un bebé para que su hambre descansara, como una especie de ritual, mientras que Jose señalaba que no había pueblo en el mundo con más zencuates que Cuanalan las cuales silbaban por las noches para llevarse a los recién nacidos.
“Yo lo creía todo, aún lo creo. Nunca lo expresé, pero tenía la extraña certeza de que aquellas dos leyendas debían estar conectadas por un eslabón que yo tenía que buscar solo, fue así que descubrí que quería contar sus historias, por ello empecé a construirlas con pedazos de recuerdos, y decidí estudiar literatura”.
El tiempo del cocodrilo es editada por el Fondo Editorial Tierra Adentro de la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura. El galardonado compartió que al darse cuenta de que las historias son emocionantes, en un inicio se planteó redactarlas en el género de cuento, pero no lograba concluirlas, lo que lo frustró. En una plática con un compañero, éste le dijo que sus personajes eran pura melancolía, por lo que le sugirió mejor escribiera una novela.
“Le tenía miedo a la palabra novela, aún le temo, pero hice caso, así pues, después de siete meses de trabajo tortuoso, tenía un esqueleto de 55 páginas que se me caía a pedazos, de nuevo me invadió una certeza, si quería terminar la novela con todo lo que ella exigía de mí tenía que prescindir de todo y dedicarle mi tiempo entero”.
Recordó que al redactar pasó horas enteras peleando con algún párrafo que, dijo, en términos estructurales estaba bien pero no sonaba como en su mente. “La palabra es música y ritmo. No sé si a la novela la hice sonar como quería”.
En El tiempo del cocodrilo las historias se entrelazan para generar un mosaico, se relata que una pareja después de muchos intentos logra tener una hija, la cual es hurtada por él para comérsela, pero al final no lo hace y el animal la cría como su descendencia.
Paralelamente un hombre escucha todos los días el canto de una voz femenina de la cual se enamora, un día decide dejar su pueblo y conocer el rostro de esa voz, que resulta ser la hija del cocodrilo.
Uriel Mejía manifestó que dos de sus influencias literarias son los escritores norteamericanos Pearl S. Buck y Eugene O’Neill, por lo que creyó el estilo presente en su texto era el realista, lo que le desmintieron al publicar el volumen, pues el jurado del Premio Tierra Adentro lo consideró dentro del realismo mágico.
“Parece que la novela se acerca más al estilo de Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Elena Garro. Fue una sorpresa porque no estaban en mis imágenes cuando escribí la novela, pero es bastante lógico, porque esos tres autores me han acompañado siempre, inconscientemente uno aprende de ellos”, expresó.
El fundador de la compañía Donaukinder Teatro se describe como un narrador cuyos inicios fueron en la poesía cursi. “Yo escribía mala poesía, posteriormente un maestro me dijo que me inscribiera a talleres de cuento, luego pensé que lo mío era un poquito más el teatro y empecé a escribir teatro, sin embargo no me llenaba y volví a la narrativa”.
Finalmente Uriel Mejía manifestó que cuando escribe nunca piensa en el posible lector pero sí en que el texto debe ser poderoso. “Sé que a un niño se le complicaría la lectura de esta novela, pero no sé si es para adultos o jóvenes, creo que cualquier persona enamorada podría leerla o disfrutarla”.