La poeta y novelista Myriam Moscona prepara tres proyectos literarios. “Ahora estoy como en un circo de tres pistas porque estoy trabajando simultáneamente en un libro de poesía que prácticamente ya tengo terminado porque descansó un tiempo y ahora al retomarlo, lo retrabajo, quito cosas, agrego otras. Por otro lado, escribo una especie de díptico, de segunda obra digamos respecto de mi único libro narrativo que se llama Tela de sevoya y hago no una segunda parte, pero hay un juego de espejos ahí”.
“Estoy empezando a juntar material para hacer un libro misceláneo –agrega– que tenga como tema rector el asunto de la ciencia, he trabajado ya muchos años en Canal 22 en el programa La oveja eléctrica, tengo una sección y tengo ganas de hacer un libro muy intergenérico que tenga poesía, ensayo, notas, entrevistas. Me gustan los híbridos, me gustan las fronteras”.
La también periodista revela que el poemario se encuentra en la última revisión. “Este libro tiene que ver con el momento de la muerte de algunos poetas, cómo murieron, entonces eso me llevó por un lado a reconectarme con su poesía y por otro lado a trenzar un poco sus biografías y el momento en que murió, Mark Twain, por decir”.
Myriam Moscona comenta que le encanta el título de este nuevo libro y por eso, dice, se lo reserva todavía; en cambio, sobre la obra sí abunda. “Porque me interesa el tema del tiempo que también va en diagonal con todo esto que he investigado y porque quién no se ha preguntado acerca de eso.
“Hay un poeta que me impresionó mucho su forma de morir, había escrito previamente acerca de lo que le pasaría al momento de morir y él se murió en un taxi, en la parte de atrás, mientras iba a ver a su ex mujer; y yo imagino que el chofer, que no sabía quién era ese fulano y no tenía idea que era un gran poeta, no tenía más dato que la dirección adonde iba, entonces lo llevó a esa dirección y llegó a ver a su ex esposa pero muerto.
Hay unas historias geniales –continúa con la narración de su libro– desde la muerte voluntaria, el suicidio, hasta la muerte más inesperada, cómo murió Lord Byron, es impresionante todo lo que pasó después con su cuerpo, hay muchas historias que me pareció que se me estaban presentando así frente a los ojos y a veces se embarca uno así en esos temas”.
Autora de Último jardín, Negro marfil, El que nada y De par en par, Myriam Moscona comparte su emoción por estrechar las fronteras entre géneros literarios y ser creadora de poesía visual, “que eso ha sido una de las cosas que más he gozado en el terreno de la creación porque te tienes que levantar de la mesa de trabajo y tienes que meter el cuerpo, tienes que meter las manos en lo que haces.
Todo el trabajo literario es un trabajo mucho más mental y más sedentario, mientras que en la poesía visual, como se hacen objetos, tienes que salir a la calle a conseguir materiales y probar los materiales y eso me ha divertido mucho. Me he desplazado mucho, tanto por las distintas voces, que creo que he usado, como también por los distintos géneros, a mí me aburre estar en el mismo canal siempre”.
Myriam Moscona nació el 11 de marzo de 1955 en la Ciudad de México es hija de padres nacidos en Bulgaria. “Mis padres vienen con toda esa historia de desplazamientos de la postguerra, mi hermano nació en el camino, así que yo soy la primera mexicana y es verdad mis padres eran búlgaros, hablaban búlgaro entre ellos como es absolutamente natural y aprendieron español, como siempre digo, al mismo tiempo que yo.
“Uno nunca sabe exactamente qué es lo que hizo que te dedicaras a una cosa y no a otra, no es tan claro; mi madre era cantante de ópera y en mi casa siempre había música, yo creo que sí, que la presencia de la música, sí tuvo un impacto digamos sobre la mente de la niña, nada más que todo ese impacto se sembró en otra zona, que la poesía tiene mucho que ver con la música y ahora que estoy escribiendo narrativa, me doy cuenta que si he tenido alguna maestra para hacer eso, es la poesía”.
Sostiene que ella no fue una poeta precoz que escribiera, como otros autores, poemas desde la primaria. “No, para nada fue mi caso, a mí me gustaba dibujar, era muy callejera, me interesaba más treparme a los árboles, ni siquiera puedo decir que fui una gran lectora en la infancia. Yo creo que empecé a escribir más por la época de la prepa”.
Desde ese momento la poesía se quedó con ella. “Fui lectora y fui lectora de poesía mucho más compleja de lo que mi mente podía entender. Sí, me doy cuenta que eso ejerció una atracción y un imán sobre mí, aunque yo no entendiera y qué pasaba con lo que uno no entiende en la poesía, que uno se abandona a lo otro, a la pauta musical y después con el tiempo toda esa pauta musical se fue llenando de significado al que pude poco a poco tener acceso y bueno aquello ya se convierte en una sinfonía ultracompleja”.
Autores como José Gorostiza y Rainer Maria Rilke la acompañan desde ese tiempo de preparatoria. “Esos son los poetas que más te interesan porque van cambiando conforme tú cambias, no son poetas que te dan todo en una primera lectura y pueden ser extraordinarios. Las obras son estáticas en el sentido de que están escritas, el texto está canonizado de alguna manera pero como tú te mueves en tus distintas edades lo vas viendo de diferentes formas”.
Ganadora del Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, la Beca Guggenheim y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) de la Secretaría de Cultura, la poesía de Myriam Moscona se ha traducido a más de 10 idiomas, entre estos, al inglés, sueco, árabe, italiano, búlgaro y ruso.
Myriam Moscona reflexiona en torno a su vocación. “Último jardín y Las visitantes que fueron mis dos primeros libros sí tienen temas que yo he desarrollado, no en todos, pero sí a lo largo de varios de mis libros y uno de esos temas es el desplazamiento y el exilio pero la forma ha cambiado muchísimo.
“Hay quien escribe tan parecido toda su vida y eso a veces es muy apreciado por la crítica, que alguien tenga como una voz, que esa voz sea reconocible e inconfundible, en eso estoy frita porque yo no soy reconocible de un libro a otro pero hay una voluntad de mi parte de ser así, me gusta ese disfraz.
“La poesía tiene una función importantísima en cuanto al lenguaje –considera– aunque haya muy pocos lectores y aunque los libros de poesía estén confinados en las esquinas de una librería porque se venden poco, aunque los editores salgan corriendo cuando un poeta les lleva un manuscrito; la poesía tiene una función muy importante, muy parecida a lo que para un científico es un laboratorio, nada más que aquí la materia prima es mucho más inasible porque es el lenguaje, sí, es un laboratorio de lenguaje, definitivamente lo es”.