DE REPORTEROS

El inicio de la temporada de huracanes 2018 invita a reexaminar casos como los de ‘Lidia’, ‘Patricia’, ‘Harvey’ y ‘María’

El registro detallado de fenómenos atmosféricos ha hecho posible establecer métodos matemáticos capaces de prever las características generales de las temporadas de huracanes.

Entre los elementos de análisis empleados se encuentran las llamadas distribuciones de Poisson, las cuales también son utilizadas para anticipar las llegadas y tiempos de espera de clientes en bancos y restaurantes.1

Este tipo de herramienta estadística permite anticipar que durante 2018 se formarán entre siete y 13 ciclones tropicales ‘con nombre’ en el Atlántico del Norte, y alrededor de 15 en la parte este del océano Pacífico.2 El término ‘ciclón tropical’ abarca indistintamente a huracanes, tormentas y depresiones tropicales.

Un segundo nivel predictivo se da una vez que una estructura (depresión, tormenta tropical o huracán) ya se ha formado. En este punto es necesario que los protocolos de protección correspondientes sean aplicados de manera precisa, y para ello es indispensable el apoyo eficiente de los medios de comunicación.

Es oportuno recordar que a pesar de que las poblaciones en riesgo han contado con avisos emitidos por autoridades y centros especializados en huracanes en años pasados, éstos no son siempre han sido comunicados en tiempo y forma de manera exitosa.

El hecho de que cerca de 20 mil turistas hayan quedado varados en el área de Los Cabos, Baja California Sur, cuando se conocía la trayectoria y el potencial de la tormenta tropical Lidia (2017), hizo patente el desconocimiento de varias etapas del protocolo a seguir para enfrentar este tipo de eventos. Evidentemente, no puede haber cabida para realizar turismo en áreas declaradas como zonas de emergencia.3

Los fenómenos climatológicos continuamente están sujetos a cambios repentinos. Los huracanes no siguen guiones preestablecidos como ocurre en las telenovelas. Ejemplos de ello fueron los huracanes Patricia y Harvey.

Patricia fue un fenómeno extremadamente violento de corta duración que sigue sorprendiendo a la comunidad científica y que afortunadamente fue relativamente benévolo.4 En contraste, Harvey actuó de manera semejante a un terrorista. Después de pasar desapercibido como un remanente de depresión tropical adquirió una potencia inusitada en tan sólo 36 horas, impactando en una región que llevaba más de medio siglo sin ser afectada por huracanes de gran magnitud.

La comunicación preventiva sobre la gravedad del evento se quedó muy corta, pues miles de personas quedaron atrapadas en medio de una de las peores crisis por inundaciones en la historia de los Estados Unidos.

La baja probabilidad de ocurrencia de fenómenos climáticos extremos no es garantía de seguridad. De hecho, el calentamiento global antropogénico está aumentando los riesgos. En septiembre de 2017, dos huracanes de alta intensidad (major hurricanes) impactaron Puerto Rico en un lapso de apenas tres semanas. Esto jamás había ocurrido en la historia de esta isla.

El segundo de estos huracanes, María, fue especialmente destructivo. Ocho meses después, los trabajos de reconstrucción de infraestructura básica están inconclusos y, dicho sea de paso, han sido objeto de indiferencia pública por la administración Trump. Al día de hoy, 30 mil puertorriqueños desplazados aún permanecen en Nueva Jersey por carecer de servicios de electricidad y agua potable en sus lugares de origen.

En México, los documentos elaborados por el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) indican con claridad y certeza los pasos a seguir por parte de la población cuando un ciclón tropical potencialmente peligroso es detectado.6 A pesar de ello, la variabilidad de este tipo de fenómenos sugiere que la aplicación de los protocolos correspondientes sólo tendrá garantía de éxito si existe una estrecha colaboración ente los medios de comunicación y los sectores científico y gubernamental.

Las ciencias físicas y el desarrollo tecnológico han proporcionado las herramientas necesarias para reformular los términos de la relación ciencia-sociedad ante catástrofes naturales. Sería un grave error no aprovechar en el futuro inmediato la totalidad de los recursos de prevención para superar exitosamente las emergencias derivadas de los fenómenos naturales extremos.

Por. Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo, coordinador del Programa de Servicio Departamental de Física del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Investigador Nacional Nivel II (SNI)

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