Por Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo*
Si se intentara vender un sistema de análisis de sangre en el cual con una sola gota se promete diagnosticar desde una infección estomacal hasta un cáncer, muy difícilmente se consideraría la oferta como algo más que una broma. A pesar de ello, en el mundo de las apps y de la alta tecnología, la empresa estadounidense Theranos logró posicionarse exitosamente durante varios años ofreciendo este tipo de servicios, al punto de cotizarse en un valor cercano a los nueve mil millones de dólares.
Actualmente, la persona fundadora de Theranos ha sido removida de la Dirección Ejecutiva de la empresa y se encuentra en la víspera de un proceso penal por fraude en perjuicio de pacientes, médicos e inversionistas. Ante la pregunta obligada sobre cómo pudo gestarse este tipo de fiasco científico-comercial, es necesario reflexionar sobre el funcionamiento de la ciencia y la tecnología contemporáneas.
El enfoque tradicional del desarrollo científico y su relación con la tecnología puede ilustrarse por medio de los trabajos originales de Albert Einstein sobre el efecto fotoeléctrico, los cuales con el paso del tiempo hicieron posible el desarrollo de la producción de electricidad por medio de la energía solar.
A principios del siglo XX se descubrió que la incidencia de luz sobre placas metálicas da lugar a corrientes eléctricas; sin embargo, la física conocida hasta entonces no era capaz de predecir correctamente los valores de estas corrientes en función de las características de la luz incidente. Einstein, en lugar de considerar las posibles ganancias derivables de emplear la nueva teoría cuántica en la descripción del fenómeno de manera patentable, hizo pública su explicación del fenómeno.
La ventaja de este proceder es que el conocimiento se hace transparente y los experimentos son completamente reproducibles. Esto proporciona seguridad en el uso de la tecnología derivada de la ciencia básica.
En el caso de Theranos se procedió de la manera inversa. Con el argumento de asegurar la secrecía industrial, la ciencia que supuestamente sustentaría el revolucionario sistema de análisis sanguíneo nunca fue enviada a arbitraje en revistas especializadas del área médica.
Eventualmente, después de un desgastante proceso detonado por un artículo del Wall Street Journal, se realizó un estudio riguroso sobre la eficiencia del sistema publicado en el Journal of Clinical Investigation, en 2016. El estudio mostró que el sistema de Theranos dio lugar a una proporción significativa de diagnósticos incorrectos que llevaron a miles de pacientes a tomar decisiones equivocadas respecto de cómo tratar sus padecimientos.
El caso Theranos muestra cómo una nueva tecnología promocionada en revistas como Fortune, Forbes o Glamour puede ser más mito que realidad. En contraste, la sociedad ha venido reclamando el desarrollo de una ciencia transparente y cercana al ciudadano común.
Es un hecho que la secrecía industrial extrema ha inhibido el desarrollo científico en diversas regiones del mundo y ha acrecentado la brecha entre ricos y pobres. La alternativa a este escenario corresponde a una orientación humanista de las ciencias básicas, enfocada a la búsqueda de la verdad más allá de la lógica simple de los mercados.
*Coordinador del Programa de Servicio Departamental de Física del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Investigador Nacional Nivel II (SNI).