Entre sus hallazgos destaca que las mujeres que se quitaron la vida se encontraban en un ambiente conyugal adverso
En su tesis De la vida que reniego. El suicidio en la Ciudad de México, del Porfiriato a la posrevolución, María Graciela León Matamoros puso como objeto de estudio la historia social y los imaginarios en torno al suicidio en México —periodo que abarca de 1890 a 1929—. Este trabajo la hizo merecedora, en el área de humanidades, del Premio de la Academia a las mejores tesis de doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades 2017, que otorga anualmente la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Desde la perspectiva de la historia social examina la forma de cómo se construyó en el discurso de la época una práctica que contravenía los ideales de progreso y modernidad y, asimismo, profundiza en las tensiones sociales y preocupaciones que afectaban a los hombres y mujeres que decidían quitarse la vida y que no habían tenido cabida en la literatura académica.
La doctora en historia por El Colegio de México comentó que la práctica de la muerte voluntaria ha sido desatendida en los estudios históricos y ha excluido a los actores sociales que en ella intervienen. “En esta tesis, asesorada por la doctora Clara Eugenia Lida García, catedrática de El Colegio e integrante de la AMC, reconocemos la importancia que a nivel social reviste un acto individual, focalizando las voces de los propios suicidas”.
“El abordaje en los diarios varió, ya que en el porfiriato se discutió ampliamente y se le dedicaron varios editoriales, pero en el periodo revolucionario perdió presencia en la prensa, en la posrevolución volvió a ser vigente pero no con la misma intensidad. El estudio concluye en 1929 porque después del conflicto armado el tema ya no se presentaba como foco de discusión”, señaló León Matamoros.
Esta periodicidad histórica obedeció a que la Ciudad de México vivió un proceso de transformación guiado bajo la idea del progreso. El país experimentó una intensa ola migratoria interna, una dinámica social más compleja y móvil que se incrementó con el conflicto armado, mientras que en la década de 1920 los gobiernos posrevolucionarios retomaron el proceso modernizador.
“Más allá de las concepciones eruditas y científicas que ya han sido analizadas, se hace énfasis en las representaciones populares del suicidio y los suicidas; este aspecto nunca se había revisado a detalle, menos después de la Revolución; y era necesario hacerlo para entender si hay o no transformaciones, tanto en las interpretaciones populares del suicidio como en la práctica. Más que exponer juicios valorativos sobre el suicidio, el objetivo era mostrar las representaciones culturales y sociales que se tejieron a su alrededor”, indicó la investigadora.
No se utilizaron estadísticas oficiales porque presentaban problemas de fondo: había un subregistro en las tasas de suicidio porque se podían confundir con accidentes y el estigma moral podía provocar que los familiares evitaran dar parte a la policía, por lo que preferían pagar para evitar un escándalo. Es así como la historiadora recurrió al análisis de las notas que se publicaron en los diarios. Rastreó el tema en 18 rotativos de 1890 a 1929. Encontró mil 702 casos de hombres y mujeres que intentaron o lograron quitarse la vida en la Ciudad de México.
Para la elaboración de su tesis doctoral, María Graciela León Matamoros obtuvo la información de la Hemeroteca Nacional, la Biblioteca Sebastián Lerdo de Tejada, el Archivo Histórico de la Facultad de Medicina de la UNAM, la Hathi Trust Digital Library, el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas, el Archivo del Centro de Estudios de Historia de México CARSO, el Archivo Histórico de la Ciudad de México y la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Además, analizó expedientes del Archivo General de la Nación en los que se encontró el procedimiento investigativo, declaraciones de hombres y mujeres de sectores medios y bajos, notas y cartas de despedida.
Entre sus hallazgos destaca que las mujeres que se quitaron la vida se encontraban en un ambiente conyugal adverso; en el porfiriato las denuncias legales por violencia doméstica eran mínimas pese a que en 1915 se legalizó el divorcio; en los hechos no implicó una transformación o una salida de las condiciones en las que vivían las mujeres, que se quitaban la vida en rechazo al maltrato de su pareja, y como denuncia —en las notas escritas que dejaban responsabilizaban a su cónyuge—, desdiciendo los estereotipos que los diarios proyectaban.
“Sobre la composición social, al reconstruir sus historias encontramos que pertenecían a los sectores medios y bajos, aunque la mayoría pertenecía a las clases menos favorecidas, ya que el 80% se dedicaba a las labores del hogar, y las trabajadoras eran meseras, empleadas domésticas, taquilleras y prostitutas”, describió la especialista.
En cuanto al suicidio masculino, este estaba estrechamente relacionado con la construcción del éxito y su contraparte, el fracaso. En los expedientes de los hombres se reflejan las exigencias materiales, la presión para formar una familia y ser sostén del hogar. El desempleo aparece como uno de los factores de mayor peso en la decisión de quitarse la vida, luego que León Matamoros encontró que los exempleados de cargos públicos eran los que conformaban el grueso de los expedientes; no obstante, los diarios le dieron un papel muy marginal a la falta de trabajo como causa de suicidio masculino.
“Es importante remarcar lo que revelaron los expedientes acerca del suicidio romántico: aunque en el discurso periodístico, literario y cinematográfico se esgrimió como causa principal de la muerte voluntaria, particularmente de las mujeres, este apenas aparece en los registros que localizamos en el Archivo General de la Nación, ya que representa solo el 0.3% de la muestra”, dijo la profesora del Departamento de Humanidades en la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Cuajimalpa, que en septiembre iniciará un posdoctorado en la misma universidad bajo la asesoría del doctor Mario Barbosa Cruz.
Otra de las preguntas que la investigadora quería responder con su investigación estaba relacionada con entender si la Revolución implicó un cambio en las representaciones y prácticas del suicidio, Al respecto, señaló que en primer lugar encontraron que durante el conflicto armado solo se registraron algunos suicidios de militares que participaron en la revuelta, mientras que en los expedientes “no encontramos más que el caso de una mujer que se suicidó porque a su esposo lo mataron los zapatistas en Cuernavaca, Morelos; es decir, no hallamos ninguna relación directa entre aumento del suicidio y guerra”.
Sobre la distinción que le hizo la AMC, María Graciela León Matamoros indicó que representa la culminación de un proceso de crecimiento académico y personal que inició hace trece años, cuando participó en el Verano de la Investigación Científica, un programa de la AMC, “sin duda, el apoyo que se me brindó en ese momento marcó la dirección que me ha llevado a estas instancias. Agradezco mucho esta distinción y también aplaudo y conmino a que se siga apoyando a través de programas que alienten el desarrollo intelectual, sobre todo, humano, de los jóvenes de este país”.
Hoy en día, la historiadora trabaja en la redacción de un libro producto de la tesis doctoral e iniciando una nueva investigación sobre los sectores medios en un escenario particular: la noche en la Ciudad de México. El proyecto está enmarcado en un periodo de transformaciones conflictivas a raíz de la llegada de la luz eléctrica a la ciudad a finales del siglo XIX y se abordará desde una perspectiva interdisciplinaria que permita identificar las prácticas, interacciones sociales y contingencias que se generaron en el horario nocturno.
En la foto: Ejemplo de las publicaciones de la época respecto al suicidio. “El suicidio de la Srita. Ana María Rodríguez”. El Imparcial, 11 de noviembre de 1908.
Foto: cortesía doctora María Graciela León Matamoros