En el ideario mexicano y las tradiciones nacionales, el 31 de octubre es el día que llegan los muertos chiquitos, es decir las almas de aquellas almas de menores de edad que fallecieron antes de las 18 años; por ello es que se prepara la ofrenda con productos para ellos; antes se apreciaba pan de muertos dulce, comida para ellos, agua, sal y por supuesto veladoras para que no les faltara la luz.
En este contexto llama la atención una foto que fue colgada por una madre de familia que perdió a su hijo en el temblor del pasado 19 de septiembre, cuando se vino abajo la escuela Enrique Rébsamen, de Tlalpan, un lugar donde muchos menos de edad no pudieron salir a tiempo y hoy solo se tiene la esperanza que sus almas visiten a los vivos.
Ella colgó la foto de su ofrenda y escribió sentida frase, porque pese a lo que piense cualquiera los mexicanos queremos creer que nos visitan, que es cierto ese mito de que Dios les da permiso de venir a este espacio terrenal donde podemos sentirlos, creer que prueban eso que les dejamos en la ofrenda, como quizá un día lo haremos nostros
José Eduardo no merece ser recordado con lágrimas y dolor, si no con mucho amor. Mi nene hermoso Te extraño mucho pic.twitter.com/431yW5wwIi
— Miriam Guise (@Miri1709) 2 de noviembre de 2018