La Secretaría de Cultura y la Editorial Sexto Piso se unieron para realizar una coedición de la obra de Angela Cartel, titulada Quemar las naves.
El modo más apropiado para homenajear a una gran escritora es por medio de la edición de su obra maestra. En ocasiones, cuando de autores muy prolíficos se trata, esta empresa resulta difícil, sin embargo, con Angela Carter, quien nació en 1940, en Eastbourne, y murió en Londres, en 1992, es posible llevarla a cabo puesto que no siendo extensa en títulos, es variada, y sobre todo, cualitativamente imprescindible para cualquier lector gustoso del relato.
La lectura de Angela Carter “supone una ocasión inmejorable para descubrir y celebrar a una escritora de su magnitud, una virtuosa de la prosa, inteligente, barroca, imaginativa, irreverente, siempre fascinante”. Además de que sus relatos son, en sí mismos, una gran contribución al panorama de las letras universales. La edición está acompañada del prólogo de Salman Rushdie, nacido en Bombay, en 1947, lo que enriquece el volumen.
Es deseable que los seres humanos sean algo más que sujetos plácidos y decorativos, que representen con diversidad algo que insista en la capacidad de volcar todo su potencial creativo en cada cosa; Angela Carter refleja esta curiosidad en la habilidad que tiene para contar en forma fantástica.
La autora aplicó con inteligencia sus convicciones en cada obra literaria “feminista y deconstructiva”: Fuegos artificiales, La cámara sangrienta (1979), Venus negra (1985) y Fantasmas americanos y maravillas del Viejo Mundo (1993) son todos los libros de relatos aquí compilados a los cuales se suman otros tempranos e inéditos: Cuentos no antologados (1970-1981).
Tanto los personajes más emblemáticos de clásicos cuentos infantiles (Caperucita Roja, Pedro y el lobo, La bella y la bestia, Cenicienta) como los más representativos de la literatura (Poe, Lizzie Borden, Jeanne Duval) quedan patentes en cada página, junto con el característico interés que tiene por “lo gótico, lo teratológico, el psicoanálisis, y su amor por la pantomima, la farsa, el teatro, el cine y todo lo que de problemático existe en las fronteras entre identidad y representación”. En el afán de hacer justicia a los relatos de este volumen, Salman Rushdie insiste en lo importantes que son: hace suyo el mundo de la fábula junto con lo que tildan de un exotismo lingüístico desatado en algunos pasajes.
La literatura de Angela Carter impulsa nuestra capacidad de asombro, con cada lectura nos abre una puerta, jugando con simbolismos, demostrando su erudición sin pretensiones que resulta muy agradable para el experto. Son todas historias que incorporan elementos desconocidos para dar paso a cuanto de nuevo puede haber en ellos.
Con bienvenidas y despedidas, así es como se inaugura y termina cada cuento que recorre distintas regiones, como Japón o cualquier país que visite el artista de pacotilla, sin malinterpretarlo, porque comprendemos que las metáforas abundan
Así lo ejemplifica el primer párrafo que da inicio al volumen: “Todos los artistas, dicen, están un poco locos. Esta locura es hasta cierto punto, un mito de creación propia ideado para mantener a la multitud al margen de la extraordinariamente unida comunidad creativa. Sin embargo, en el mundo de los artistas, los deliberadamente excéntricos siempre respetan y admiran a aquellos que tienen el valor de estar un poco locos de verdad”.
Lleno de imágenes está el título Quemar las naves, incluso sensuales porque seducen para no parar de leer, estas leyendas morbosas y aún así, sofisticadas.
Quemar las naves. Cuentos completos, Angela Carter; Editorial Sexto Piso, Secretaría de Cultura 2017; pp. 704