CUETZALAN DEL PROGRESO, Pue.- Las manos de Pedro Martín Concepción son mágicas, con ellas elabora bellas piezas artesanales de gran belleza. “Para mí ser artesano tejedor es un orgullo. Cuando empecé en este oficio mi comunidad lo veía mal, algunos me descalificaban verbalmente porque no era común que un hombre bordara, prevalecía el machismo», comentó.
Señaló que con el tiempo esta idea ha ido cambiando, hoy se aprecia más la parte artística y se han dado cuenta que de esta labor se puede vivir.
El artesano oriundo del municipio de Cuetzalan del Progreso, ubicado en el estado de Puebla, junto con cerca de doce millones de hombres y mujeres en nuestro país, forma parte de los artífices que dedican su tiempo a crear, a veces desde cero y manualmente, objetos llenos de color, belleza e imaginación a partir de una amplia diversidad de técnicas y materias primas: “Como joven artesano me considero un artista del hilo, la aguja, la urdimbre y la trama”, afirma el tejedor.
Heredero de las tradiciones y costumbres del pueblo indígena nahua de la localidad de Cuauhtamazaco, Martín Concepción es destacado tejedor de la ancestral técnica en telar de cintura, e impulsor del Taller Mazatzin, espacio que se ha convertido en una historia de éxito en la comunidad.
A decir del artesano, este taller es un espacio digno de trabajo, con salarios justos y un servicio de calidad. Los visitantes se sorprenden de que exista un proyecto como éste en una comunidad que no rebasa los dos mil habitantes. “Ofrecemos un servicio, no pedimos que nos regalen. En nuestras creaciones está plasmada nuestra cultura y legado, lleva estampada nuestra historia a través de una iconografía viva.
“Al principio pensé hacerme de un cuartito para tejer con un espacio para dormir. Ahora tenemos una casa, con una recepción; una sección donde se puede ver todo el proceso de elaboración artesanal; una tienda donde se exhibe el producto terminado; un área donde damos pláticas sobre el taller, la labor artesanal y el significado de la indumentaria en Cuetzalan; y finalmente, una cocina donde compartimos alimentos orgánicos que se cosechan aquí, y animales de cría en el traspatio”, señaló.
A Mazatzin lo conforman al menos una treintena de artesanos y funciona en equipo con un sistema único que han denominado SOL: sólido, organizado y limpio. El taller está dividido en áreas de corte y confección, tejido y bordado, ventas, administración, y la parte creativa, donde Martín Concepción se encuentra a cargo.
“Vemos este trabajo como un oficio digno en el que tenemos que ir más allá de las expectativas. Algunas personas de la comunidad nos ven como “la gente rica”, pero no es más que el resultado de trabajo duro, de luchar por un sueño. Queremos que todos vean que sí se pueden lograr grandes cosas”.
A pesar de que las creaciones de este taller y del propio Pedro Martín han traspasado las fronteras de México, el tejedor del universo náhuatl confiesa que en nuestro país prevalece la discriminación: “Los propios mexicanos no valoran el trabajo artesanal, siempre están regateando el producto. A veces los extranjeros son quienes más lo aprecian”.
Por otro lado, invitó a que sus colegas se revaloren como artesanos y a su oficio. “Nosotros tenemos que dignificarnos, valorarnos y hacer un producto de calidad. En este tiempo nos tenemos que arriesgar, innovar, los clientes así lo piden; pero al mismo tiempo hacer que la historia de nuestros antiguos no se pierda, que siga teniendo raíz para que prevalezca por más tiempo”, apuntó el artesano.
Los textiles son una de las ramas artesanales que más se practican a lo largo del territorio nacional. Las técnicas tradicionales son el milenario telar de cintura indígena, el telar colonial, que llegó con la Conquista Española, el bordado y el deshilado. En el caso de la comunidad nahua de Cuetzalan, el tejido y bordado se enriquecen con su iconografía inspirada en la naturaleza, la flora, la fauna del lugar y algunos elementos del universo y su cosmovisión.
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