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Peruanos rateros y un hondureño que pide regresar a su país

A río revuelto, ganancia de pescadores. Aprovechando la ola de migrantes que continúa arribando a México, tres personas que dicen ser ciudadanos peruanos, se asentaron en la Ciudad de México pero no para trabajar, no para buscar una mejor vida por la vía legal, sino para robar a mexicanos.

Ellos son, Jossy Abanto, Alicia Hienir y María Munguía, quienes se dedicaban a robar carteras, teléfonos celulares y bolsas en restaurantes, cafeterías y tiendas de las colonias Condesa y Roma.

  

Afortunadamente esta semana se les acabó la suerte y la buena vida a costa de otras personas, pues elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC-CDMX) de la Ciudad de México, los detuvieron y presentaron ante el Ministerio Público para que enfrenten la acción de la justicia. Estos extranjeros no son bienvenidos en México.

Ecatepec brinda ayuda humanitaria a migrante hondureño para regresar a su país

Pero no todos los migrantes vienen a México con intenciones de dañar, hay personas de buenos sentimientos que conocen la pesadilla mexicana.

El pasado 10 de julio, el hondureño Marlon Antonio Romero Rivera se acercó a la Coordinación de Asuntos Migratorios de Ecatepec, uno de los municipios más pobres, azotado por la violencia, donde fue apoyado para que regresara a su país.

Luego de viajar por al menos cuatro ciudades y trabajar un par de meses en San Luis Potosí, Marlon Antonio Romero Rivera llegó a esta Coordinación para pedir apoyo y se le dio.

El tránsito y estadía del hondureño por México no fue fácil. Como él mismo comentó a las autoridades, «en la vida nada es fácil». Y es que desde su arribo a la frontera sur de México, vivió el maltrato que día a día aqueja a los migrantes centroamericanos que pasan por nuestra nación, en busca del sueño americano.

Marlos, como prefiere que le llamen, salió de Honduras el pasado 14 de marzo, dejando a sus dos hijos, Marlos Isaías y Joseph Antonio, de 3 y un año de edad, respectivamente, así como a la mujer que los crió, su abuela, y a la mujer que lo engendró, su madre, quien lo dejó bajo resguardo de doña María Elizabeth a los seis meses de edad.

Su objetivo, como lo comentó si titubear, fue llegar al estado mexicano de San Luis Potosí para entregar a su hermano su partida de nacimiento y de ese modo sus sobrinos puedan ser registrados. Sin embargo, esta labor que pudo simplificar con un envío por correo lo llevó a vivir y sufrir hambre, sed y las inclemencias del clima, pero sobre todo y lo peor que experimentó fue el desprecio de sus connacionales y la discriminación de los mexicanos.

«En el camino te encuentras a gente buena, hay quienes te ayudan y otros que abusan de ti; por ejemplo, vas a la tienda y un agua que vale 7 u 8 pesos tela venden hasta en 12 pesos, porque saben que tienes sed y que la necesitas, eso es u abuso», narró a las autoridades.

El joven de 22 años partió de su país hasta Palenque, Chiapas, libró a la recién creada Guardia Naional y logró montarse en la «Bestia». La masa de frío acero lo transportó por Tierra Blanca y Coatzacoalcos, Veracruz; Querétaro, hasta llegar a El Naranjo en San Luis Potosí,donde su hermano menor lo esperaba.

«De Chiapas y Veracruz viajé con algunos migrantes más, éramos 14 y en el camino se fueron quedando. A San Luis Potosí, luego de 16 días de viaje, llegamos cuatro y de ahí ellos siguieron», dijo.

Con el afortunado encuentro con su hermano menor concluía su viaje, pero comenzaría a cosechar experiencias desagradables que lo hicieron buscar su regreso a Honduras.

«Cuando encontré a mi hermano me dio mucho gusto, hacia cinco años que no lo veía y me sentí muy bien, conocí a sus hijos y esposa. Pero, lamentablemente fue aquí cuando me di cuenta cómo era, pues una vez que le entregué sus documentos no quiso darme el dinero que gasté para llegar hasta donde él estaba, me dejó en la calle y tuve que trabajar o de lo contrario no sabía cómo regresarme», compartió.

El hondureño confió a las autoridades que: «Durante más de dos meses trabajé horneando bolillo, renté un cuarto muy chiquito que tenía un techo con goteras y al que le hice algunos trabajos de albañilería que el dueño nunca me pagó. Con las lluvias mis cosas se me moraron por lo que le dije a quien me lo rentó que o seguiría ahí». si embargo, nunca recibió el pago del mantenimiento que le dio al inmueble ni le reembolsaron el depósito que realizó cuando alquiló lo que era un simple dormitorio.

Ante el abuso del jefe de la panadería en que trabajaba, el desprecio de su hermano y la discriminación de sus compañeros, Marlon Antonio decidió regresar a su país, y fue así que nuevamente montó los lomos de la Bestia. Pese a que su intención era hacer alguna escala para tomar la ruta hacia la frontera sur, en un descuido debido a que se quedó dormido, notó que estaba en Tultitlán.

Gracias a la orientación de otros viajeros supo que Ecatepec cuenta con la Coordinación de Asuntos Migratorios, donde el auxilio de una oficial de Tránsito de ese municipio, que Marlon llegó a la cabecera municipal, donde al exterior pasó la noche.

El 10 de julio, el titular de la Coordinación de Asuntos Migratorios, Arturo López García, le ofreció al joven hondureño atención y orientación; además de traslado a las instalaciones del Instituto Nacional de Migración (INM), ubicado en la colonia El Vergel, en la Alcaldía Iztapalapa, donde ingresó de manera voluntaria y donde quedó en espera del regreso de manera segura a su país.

«Sé que ya no pueden hacer más y hasta aquí queda su labor», reconoció el joven hondureño, a la vea que agradeció la ayuda humanitaria que recibió.

Con un esbozo de sonrisa, Marlon confesó que no todo fue malo. De recuerdo conserva las llaves del departamento que arrendaba con un compañero de trabajo de en San Luis Potosí, quien se las dejó por si algún día decide regresar. «Sí regresaría a ver a mi amistad», concluyó.

Ecatepec cuenta con una oficina de atención a migrantes y actualmente se impulsa la creación de una casa para brindar apoyo a extranjeros que se encuentran en situación vulnerable.

 

Fotos: Especial

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