Un descubrimiento de esta naturaleza tendría implicaciones no sólo en la ciencia en general, sino en la filosofía y la teología.
Se han encontrado muchos planetas del tamaño de la Tierra, pero ahora el interés de los científicos se centra en que estén ubicados dentro de la llamada zona habitable, no tan fría ni caliente para que pueda existir agua en estado líquido, señaló Susana Lizano Soberón, del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM.
Detalló que, en 1995 Michel Mayor y Didier Queloz, dos de los ganadores del Premio Nobel de Física 2019, anunciaron el descubrimiento del planeta Dimidio (anteriormente llamado 51 Pegasi b) orbitando una estrella de tipo solar en la Vía Láctea, lo anterior impulsó el desarrollo de nuevas técnicas para la búsqueda de exoplanetas, tan es así que a la fecha se han identificado más de 4 mil 73.
«Aunque esto no garantiza que haya agua, en especial si se toma en cuenta que Venus y Marte están en dicha zona, junto a la Tierra, y no tienen agua líquida, la cual es considerada la base de la vida que conocemos», dijo Lizano Soberón y habló de los diversos métodos para la detección de planetas fuera de nuestro sistema solar y de las perspectivas a futuro en este campo de estudio.
Los planetas no brillan pero ejercen fuerza gravitacional sobre ellas y las mueven ligeramente. La amplitud de este bamboleo le indica a los astrónomos la masa del planeta, porque, mientras más masivo es, provoca un movimiento mayor.
Para medir el bamboleo de la estrella se utiliza el método denominado velocidades radiales, basado en el efecto Doppler, que se produce tanto en las ondas de sonido como en las de la luz. Entonces, el color que percibimos de una fuente luminosa depende de su movimiento respecto al observador, si la estrella se acerca al objeto la luz se ve más azul y cuando se aleja se percibe más roja.
Esta técnica se ha utilizado para detectar planetas grandes, como Júpiter, sin embargo, la detección de planetas tipo terrestre, más alejados de su estrella, se lleva a cabo por el método de eclipses o de tránsito.
Desde la Tierra y con diversos instrumentos astronómicos, es posible observar el paso o tránsito de un planeta frente a su estrella. Cada vez que esto ocurre se obstruye levemente su luz; así lo que se mide es la disminución de la luminosidad de la estrella y cada cuándo sucede esto.
La especialista en el estudio teórico de la formación de las estrellas también se refirió a algunas de las misiones de búsqueda de exoplanetas. Una de ellas, el satélite Kepler lanzado en 2009 y que concluyó su operación en 2018, detectó más de mil candidatos de planetas extrasolares, incluyendo varios de tamaño similar a la Tierra ubicados en la llamada zona habitable de su estrella.
Mientras que el Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (TESS, por sus siglas en inglés), un telescopio espacial diseñado para buscar exoplanetas a través del método de tránsito, va a monitorear más de 200 mil estrellas brillantes, en un área 400 veces mayor que la misión Kepler.
La astrofísica también mencionó con el New James Webb Telescope, un observatorio espacial que se está construyendo en conjunto por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense, se pretende estudiar si existen indicios de actividad biológica (oxígeno y metano) en las atmósferas de los exoplanetas que están en la zona habitable de su estrella.
En este punto, finalizó, cabe plantear la pregunta: ¿qué pasaría si encontráramos vida en otros planetas? Muy probablemente no será como la conocemos. Un descubrimiento de esta naturaleza tendría implicaciones no sólo en la ciencia en general, sino en la filosofía y la teología.
Foto: Harvard-Smithsonian, Center for Astrophysics/D. A. Aguilar