El desarrollo de la cultura Olmeca tuvo lugar entre el 1800 y el 400 a.C y las cabezas colosales son el sello característico de la primera civilización de Mesoamérica; hasta el momento se conocen 17 ejemplares que son considerados por diferentes especialistas retratos de gobernantes.
Para el caso de varias de estas esculturas monolíticas, entre ellas la número siete encontrada en la zona arqueológica de San Lorenzo, se ha propuesto que son producto de un proceso de reciclaje. Es decir, a partir de esculturas conocidas como los grandes tronos (asientos de los gobernantes), que consistían en un bloque rectangular de basalto, en cuya parte frontal generalmente se encuentra la figura de un ancestro sagrado saliendo de una especie de cueva, se hacía un retrato colosal tras remover las esquinas, indicó Ann Marie Cyphers Tomic, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
De acuerdo con la historiadora, que desde 1990 dirige el Proyecto Arqueológico San Lorenzo Tenochtitlán, explica el dorso plano y pulido de algunas cabezas encontradas, así como el arco hundido (remanente de la parte frontal de un trono) presente en varias de estas esculturas.
Una de las posibilidades, indicó, es que al morir el gobernante su trono era utilizado para hacer su retrato, otra es que se dejó de lado la realización de grandes tronos y se optó por el retrato colosal para representar a los antiguos gobernantes.
Además, Ann Cyphers se refirió a un aspecto que refuerza el planteamiento del reciclaje de monumentos: “en San Lorenzo las cabezas estaban agrupadas en dos partes, en la zona norte del sitio se encontró un trono en proceso de reúso, dos cabezas con remanentes de lo que había sido un trono y una cabeza si terminar, lo cual indica se trataba de un taller. Mientras en la parte sur del sitio los retratos colosales estaban alineados a lo largo de la plaza principal con el propósito de crear una macro escena de gobernantes ancestrales, la cual quedó inconclusa”.
En lo que respecta a la ubicación de las cabezas colosales, 13 fueron encontradas en Veracruz (en San Lorenzo y en Tres Zapotes y alrededores) y cuatro en La Venta en Tabasco.
La primera cabeza colosal olmeca se encontró en 1862 en Hueyapan Veracruz, y en 1994 gracias a la información de un habitante de la región, Ann Cyphers Tomic halló en el fondo de la barranca del Ojochi, en San Lorenzo, un ejemplar al que se le dio el nombre de Tiburcio.
Al referirse al tallado de las cabezas colosales, la historiadora dijo se realizó a través de la técnica conocida como percusión indirecta, ésta consistía en golpear con una roca un cincel y este a su vez los basaltos provenientes de las montañas de los Tuxtlas, Veracruz.
Acerca de las características de las cabezas, la integrante de la Academia Mexicana de Ciencias explicó algunas son compartidas, tal es el caso de la forma prismática, elementos como el ceño fruncido, la nariz ancha y chata y el mentón abultado, aunque el semblante de cada personaje es distinto. Además, la mayoría de las cabezas tienen la parte posterior plana y pulida.
Respecto a los elementos que hacen única a cada cabeza colosal está el tocado, generalmente en forma de un casco, sobre el cual se puede observar un símbolo (los más recurrentes son las insignias zoomorfas y las cuerdas) que de acuerdo a las interpretaciones arqueológicas podría indicar el nombre del personaje y su linaje; otra diferencia son las orejeras con distintas formas: redondas, rectangulares y de garra o concha.
Cyphers Tomic señaló que el estudio de las connotaciones políticas, históricas y míticas de las cabezas colosales, y de su distribución espacial en las distintas capitales olmecas (San Lorenzo y La Venta) ha permitido proponer que estas representaciones pictóricas de gobernantes ancestrales fungían como una especie de testimonio genealógico de los linajes reales para validar la sucesión del cargo.
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