DE REPORTEROS

Dengue, cólera y dura temporada invernal, lo que dejó Otis para la salud de los acapulqueños

Paciente infantil

El huracán Otis, catalogado como un fenómeno meteorológico de categoría 5, azotó las
costas de Acapulco y el estado de Guerrero el pasado miércoles 25 de octubre y más allá
de los evidentes daños físicos, esta tragedia ha despertado una preocupación silenciosa,
pero palpable, en el ámbito de la salud pública.
Las consecuencias sanitarias que acompañan a un huracán pueden convertirse en focos de
infección y propagación de diversas enfermedades que se intensifican en entornos
golpeados por desastres naturales. Además, la interrupción de servicios básicos y el
desplazamiento de comunidades, pueden exacerbar problemas de salud existentes y dar
lugar a nuevos brotes, como por ejemplo de dengue.
“La acumulación de agua estancada tras el huracán es un foco de cultivo para la
proliferación de mosquitos, transmisores de enfermedades como el dengue y el zika. Estas
pueden desencadenar brotes epidémicos si no se controlan adecuadamente, amenazando
la salud de las personas expuestas a su picadura y la población que las rodea», señala
Paulina Mejía, Química Farmacéutica Bióloga (QFB) de Kabla, empresa líder en distribución
de pruebas diagnósticas.
El zika y dengue, transmitidos a través de los mosquitos infectados, provocan síntomas
como altas fiebres, náuseas, mareos, vómitos, y dolores musculares y articulares; además
de ser, específicamente el dengue, una enfermedad que en 2022 tuvo en Acapulco el 54%
de los casos registrados en Guerrero, lo que agrava la preocupación post-huracán en el
popular centro turístico.
Por otro lado, el cólera, que se propaga principalmente en el agua contaminada, es uno de
los riesgos más graves, afectando directamente el funcionamiento normal de las células y
órganos vitales, incluyendo el corazón.
Igualmente, suele observarse un incremento en enfermedades gastrointestinales, como
gastroenteritis y leptospirosis, debido a la limitada disponibilidad de alimentos y agua
potable, que orillan a las personas a consumirlos aún en un estado inadecuado o
contaminado tras el siniestro.
“Estas enfermedades pueden ser mortales si no se tratan a tiempo, debido principalmente a
la severa deshidratación que provocan. La leptospirosis, en particular, es considerada de
riesgo ya que puede generar daños considerables al riñón e hígado, los cuales requieren de
atención médica especializada», añade Mejía.
Otras enfermedades prevalentes post-huracán son las respiratorias, que abarcan desde
gripe hasta influenza, neumonía y actualmente Covid-19. Estas enfermedades,

especialmente en población vulnerable, requieren de atención en espacios médicos
especializados con acceso a oxígeno, ventiladores mecánicos, nebulizadores y oxímetros,
los cuales son altamente limitados en estos momentos por los daños sufridos en las
instituciones de salud pública y privada del estado.
Asimismo, las enfermedades cutáneas, propiciadas por la humedad, como onicomicosis e
infecciones fúngicas, representan un riesgo por su fácil propagación y su papel como una
puerta de entrada a otras infecciones aún más graves cuando no se tratan y dejan la piel
expuesta a bacterias.
Prevención, es la clave
Ante esta situación, las autoridades de Guerrero y del Gobierno Federal han implementado
medidas de contingencia sanitaria, priorizando la prevención y detección temprana.
Además, se ha reforzado la atención médica desde el siniestro con el envío de especialistas
y unidades médicas móviles instaladas en Acapulco y otras zonas afectadas del estado.
«El monitoreo y seguimiento de estos padecimientos debe estar acompañado de pruebas
diagnósticas confiables que ayuden al sistema de salud a tener bajo control posibles brotes
que sumen aún más a la tragedia. El impacto a largo plazo en la salud de la comunidad de
Acapulco, es especialmente importante, sobre todo ante la suma de acontecimientos como
la temporada invernal”, concluye la QFB de Kabla.

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