Por: ARMANDO RÍOS RUIZ
Hay mexicanos pensantes e informados que opinan que la heredera de este país, Claudia Sheinbaum, quisiera hacer las cosas a su modo, pero que existe una especie de atadura invisible, con grilletes con su antecesor, que le impiden moverse. Que le falta valor y fuerza interna para desligarse de esa gruesa y pesada cadena y que por esa razón arrastrará a los mexicanos al abismo.
Yo pienso que se estableció un pacto indisoluble, amparado por la ambición de hacerse con el máximo poder, que la comprometió a cargar con la muy pesada sombra, obediente a sus consejos y a sus órdenes, con tal de convertirse en la primera mujer en ser presidente, pero sin reparar en que la historia no justificará la falta de entereza para obligarse a dar los mejores resultados, porque en última instancia, esto resulta secundario. Primero y solamente, el poder y la gloria de ser.
Su vocabulario la denuncia. Revela que ni en eso cuenta con uno propio. Ni con ideas propias para iniciar un mandato que refleje la mínima diferencia. Lo que acaba de decir a la gobernadora de Guerrero, que tiene todo su apoyo, después de la tragedia que llevó luto a varios hogares para culminar con el asesinato de Alejandro Arcos, es prueba de su total falta de sensibilidad.
Refleja una frialdad infinita y un abandono que pretende hacer pasar inadvertido con cuentos espectaculares, pero verdaderos disparates disfrazados con palabras huecas. Como el anuncio de su plan de seguridad y con el arribo de su súper policía a Sinaloa, en donde se exhibió junto a camionetas blindadas y ruidosas. Con helicópteros que más bien parecen haber participado en un desfile, pero reveladores de nada. Absolutamente de nada, para recreo de los malos.
Los habitantes a su vez, deben haber acentuado su desconsuelo, porque el acto no sirvió ni como diversión, sino como revelación de que todo eso reviste sólo una pantomima que acentúa la desesperanza. El gobernador Rubén Rocha, muestra fiel de ineficiencia, igualmente recibió su espaldarazo, cuando un presidente responsable lo hubiera fulminado, igual que a la de Guerrero. Ambos, dignos de un juicio y como consecuencia, de la cárcel.
Ambos —igual que muchos más— son herencia del verdadero jefe político. Que aceptó, como ella, gobernar con otros que, además, se comportan como los verdaderos poderosos y a quienes hay que repetirles que hay reconocimiento. Guerrero volvió a su tradición. A demostrar que es número uno en materia de delincuencia y que quienes detentan este poder son los dueños del estado.
En escasos días de nuevo gobierno, la señora ya convenció a una inmensa cantidad de mexicanos, de que seguimos por el rumbo equivocado. A pesar de que, en algunos lugares, como en el mismo estado de Guerrero, muchos habitantes dicen estar agradecidos por las despensas que les mandó para mitigar el dolor abonado por las lluvias del huracán John. Muchas se regocijaron con este hecho, porque sus ojos no les permiten ver más que la forma. No el fondo.
Los muy enterados, como Macario Schettino, afirman con razón, que el anterior mandatario acabó en dos años con el inmenso numerario heredado por los que tanto demostró odiar, o los ex presidentes. En los dos siguientes acabó con el funcionamiento del sector público para mover los recursos a donde él quería y en los últimos dos se dedicó a pedir prestado hasta endeudar el país como nunca. Con todo esto dejó al nuevo gobierno sin capacidad de hacer lo que hizo el anterior. Lo dejó maniatado y rumbo al precipicio sin ninguna duda.
La economía se desacelera. Muchas voces lo confirman y el año entrante tendremos un crecimiento, si acaso, de 1.2, dice el economista. La señora Sheinbaum quiere reproducir lo que su antecesor, porque cree que funcionó y además no quiere enfrentarlo. En el fondo quiere gobernar, piensa. Aunque su forma de gobierno tampoco es recomendable.
Creo que no tiene la menor idea de cómo gobernar y que ha aceptado los disparates de su mentor, porque es una forma de no molestarse en trazar sus propios planes. Es muy difícil y al tiempo, una ventaja encontrar la mesa puesta.
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