Cultura

Sólo en Hispanoamérica se pueden atravesar 16 países sin dejar de hablar el mismo idioma: Concepción Company Company

Hispanoamérica es una “rareza geográfica” que no existe en otra parte del mundo. Sólo aquí se pueden atravesar 16 países, 12 millones de kilómetros cuadrados, sin dejar de hablar español y sin la necesidad de cambiar de idioma, señaló la lingüista y filóloga Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional.

La colegiada inauguró las actividades académicas de la institución en este 2025 impartiendo la conferencia “Los primeros contactos”, como parte del ciclo Una travesía por el español americano, el cual ofrecerá durante los siguientes tres miércoles de enero.

El territorio hispanoamericano puede extenderse a 19 naciones si se toma un barco y se incluye Cuba, Puerto Rico y República Dominicana; “en línea recta es una extensión de más de 11 mil 700 kilómetros, desde el río Bravo hasta Ushuaia, la capital más al sur del mundo en la Tierra del fuego; eso es una rareza geográfica”.

Por supuesto que en el planeta existen más hablantes de chino mandarín que de español, “pero no pueden hacer este recorrido hablando una sola lengua, porque el mandarín no es lengua nativa de los mil 400 millones de chinos. El shanghainés, por ejemplo, es una lengua distinta del mandarín, que pertenece a la zona del imperio del norte. En China se hablan tantas lenguas como aquí, es un mundo de lenguas”.

Durante su ponencia, Company señaló que no se puede hablar de una lengua sin hablar de la “riqueza del contacto”, sobre todo en América, que heredó la lengua de sus conquistadores. El contacto, dijo, “es el estado natural de los seres humanos”, pues con la lengua sucede que, en un principio, se pasa de la extrañeza a un proceso de integración.

Company sostuvo que el encuentro entre Europa y América “fue un encontronazo muy complicado, pues, finalmente, se puede sopesar después de 500 años. Fue enriquecedor para todas las lenguas en contacto, pero con soluciones trágicas para muchas de las comunidades amerindias. No fue un descubrimiento, evidentemente”.

A través de los barcos llegó otra realidad. “Se produjo un encuentro en un nuevo espacio que debe concebirse desde el punto de vista cognitivo, cultural, geográfico, de muchas maneras”.

La actividad de hablar nunca se realiza en solitario, sino en interacción social, en contacto y cooperación con otros seres humanos. Por supuesto que hay diarios íntimos, pero el que escribe un diario íntimo está escribiendo, sabiendo que alguna vez alguien lo va a pescar, lo va a leer”.

Con el contacto humano, explicó, se generan préstamos lingüísticos, que van “desde chocolate hasta celular, este último es un anglicismo, mientras que chocolate es un nahuatlismo y champiñón, por ejemplo, un galicismo. También hay calcos léxicos que son como préstamos semánticos: cuando yo digo rascacielos, es un calco de skycraper, no pasa nada, es otro tipo de préstamo en el que se modifican los patrones de pronunciación”.

Si bien la naturalidad del contacto que, “al final enriquece y nos vuelve más tolerantes porque entendemos mejor cómo funciona el otro”, también “produce un sentimiento enorme de extrañeza, porque suele ser motivo de prejuicio: los hablantes creemos que las lenguas deben ser puras y, entonces, consideramos los préstamos como impurezas de la lengua”.

Company señaló que esta extrañeza radica “en un gran temor a todo lo que nos es extraño y ajeno, pues, así funcionamos los seres humanos. Los préstamos nos confrontan con nuestras propias carencias y con lo desconocido. ¿Cómo vamos a llamar a aspectos tecnológicos: el ring, el celular, el iPad, la tablet?, si no tenemos tecnología es más barato traer un préstamo que inventarnos palabras que, ni siquiera, van a cuajar y, en consecuencia, nadie va a comprar el artefacto en cuestión”.

“Además de confrontarnos con la otredad y pensar quiénes somos, de qué carecemos o qué tenemos, surge en el siglo XIX una idea clave: cuando se consolidan las nacionalidades de la geopolítica europea y también las nacionalidades hispanoamericanas, aproximadamente en la segunda mitad de ese siglo, emerge la idea de que toda nación debe tener una lengua única, una lengua oficial”.

Company recordó que esa idea “está en todos los discursos políticos del siglo XIX. Desde 1857 a 1860, las reformas juaristas están avalando esta idea de una nación, una lengua. Esa lengua debe ser pura, y es una idea decimonónica, pero está en el ambiente, en la banqueta, en el alma de los hablantes”.

De esta manera, citó, “el español se ha enriquecido con préstamos lingüísticos de diferentes lenguas. Del árabe está arroz, zanahoria, alcohol, alcachofas; del francés, chambrita, el dormitorio, champiñón, sofá, jardín, y, por supuesto, de las lenguas amerindias, palabras como papalote, chocolate, chile, aguacate y molcajete.

Percepción del mundo

Concepción Company Company agregó que la lengua es el soporte de nuestra percepción o visión del mundo: “Somos como somos porque hablamos determinadas lenguas. Hablar una lengua, la que sea, otorga entidad, identidad, afectos, desafectos, usos y costumbres”.

Tener una lengua, recordó la colegiada, “es la capacidad sintagmática de usar las palabras, ponerlas junto a otras y poder nombrar”; la lengua “nos hace humanos y es lo único que nos diferencia de los primates superiores. Somos seres de sintaxis libre, y el hecho de tener esa sintaxis, nos hace únicos en el planeta”.

“Hablar una determinada lengua nos hace entender y enfrentarnos al mundo de una cierta manera y no de otra. Es decir, hablar una lengua condiciona el modo de entender la realidad. Lengua, pensamiento y cultura son aspectos inseparables del ser humano, se hable la lengua que se hable. La lengua de señas, por ejemplo, es una lengua con todas las características de una lengua natural”.

La lengua, además, “es una actividad transversal de la vida cotidiana de cualquier ser humano. Es nuestro soporte fundamental de comunicación para transmitir experiencias, para manifestar nuestra percepción del mundo y para convencer al otro de lo que yo quiero que haga”. De acuerdo con la colegiada, “la lengua no es tanto para comunicarnos, sino que es más bien una sutilísima y poderosa herramienta para manifestar quiénes somos y hacer que el otro haga lo que uno solicita y, encima, lo haga sonriendo”.

Las lenguas, “además de ser soporte de pensamiento y de percepción del mundo, son arbitrarias, tienen libertad de estímulo y son totalmente convencionales. Las lenguas son un ritual con muchas reglas que no tenemos que aprender, porque hemos nacido en una cierta comunidad, pero, además de tener una relación muy directa con la cultura, en las lenguas hay una serie de convenciones, de reglas y de estructuras que las hacen altamente convencionales y arbitrarias”.

La conferencia “Los primeros contactos”, a cargo de Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional, forma parte del ciclo Una travesía por el español americano”, y se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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