Icono del sitio DE REPORTEROS

La tragicomedia mexicana

México en los últimos lustros está inmerso en una tragicomedia, porque parece que a todos sus habitantes solo les queda reír y llorar; ante la destrucción de los contrapesos, el estancamiento de la economía y el aumento de la inseguridad el ingenio sale a relucir. La destrucción del Poder Judicial fue revestida de tintes democráticos; entre las críticas más serias y académicas, la espontaneidad salió a relucir como “la Suprema Corte del Bienestar”, “juzgadores del pueblo” y la sugerencia de elegir a otros cargos por voto popular (doctores, pilotos, cocineros, maestros, etc) fue parte del humor agridulce

Por: Sebastián Godínez Rivera

Es importante entender la tragicomedia como un género teatral que combina la comedia y la tragedia y desnuda la realidad humana, sentimientos y pensamientos. Este texto no hace referencia a los famosos tomos de José Agustín, Tragicomedia Mexicana, en los cuales relata el desarrollo político, social y económico del país y tampoco se refiere a la Tragicomedia Electoral de Guadalupe Loaeza.

México en los últimos lustros está inmerso en una tragicomedia, porque parece que a todos sus habitantes solo les queda reír y llorar; ante la destrucción de los contrapesos, el estancamiento de la economía y el aumento de la inseguridad el ingenio sale a relucir. La destrucción del Poder Judicial fue revestida de tintes democráticos; entre las críticas más serias y académicas, la espontaneidad salió a relucir como “la Suprema Corte del Bienestar”, “juzgadores del pueblo” y la sugerencia de elegir a otros cargos por voto popular (doctores, pilotos, cocineros, maestros, etc) fue parte del humor agridulce.

Ante la incapacidad de conformar una retórica opositora que movilizara a la gente para ser más férreos en la defensa de un contrapeso, el oficialismo caricaturizó a sus críticos como pequeños sin voz. Del otro lado, el día de la elección, Morena con toda la estructura estatal no logró movilizar a sus mayorías y alcanzar los anhelados 20 millones de votos; la oposición se rió ante el fracaso y la incapacidad de estos para legitimar sus ocurrencias.

El triunfo de un ministro de la Corte con raíces indígenas fue tomado como símbolo de los nuevos tiempos, la reencarnación de Juárez, la democratización del Poder Judicial era un hecho o la llegada de los indígenas a un poder, eran comentarios que aparecían en las redes sociales. ¡Ay México! La llegada de este personaje no es un presagio y mucho menos un logro de la supuesta democratización, sino que es muestra de la cooptación del último contrapeso y la construcción de una falsa narrativa para legitimar su derrota en las urnas.

El país intenta reír en vez de llorar ante la destrucción institucional y ocultar la realidad está respirando en la nuca de quienes supuestamente nos gobiernan. Por otro lado, el país atraviesa un turbulento momento con su vecino del norte, Estados Unidos y en vez de responder con técnica y negociación, se hace con populismo barato. El oficialismo llama a movilizar a los connacionales en la Unión Americana, mientras en territorio nacional se hacen festivales y con soberanismo ramplón se trata de señalar al imperio.

La economía mexicana depende un 90% de su vecino, pero es más efectivo llamar a salir con palos y escobas para defender la soberanía del “Imperio malvado”. Con una kermés en el Zócalo se intentó frenar la imposición de aranceles; con una comisión de senadores que no tienen con quien negociar para evitar el gravamen de las remesas; y como si fuera poco México festeja victorias que no son palpables. Unos claman que el gobierno morenista ha vencido al gigante, mientras que otros lloran por la incertidumbre y la mediocridad de la clase gobernante.

Miguel de Cervantes Saavedra en Don Quijote de la Mancha describió al Quijote como alguien que imaginaba sus aventuras, a su amada Dulcinea del Toboso y los gigantes que en realidad eran molinos. Así México que imagina victorias y adversarios donde no los hay, sueña con la conquista del imperio aunque ni estrategia tiene; delira en su ola de problemas como la inseguridad, la falta de democracia y al borde de la recesión, sin embargo, estos no son molinos de viento sino gigantes de verdad que dañan la credibilidad del país.

Pobre país, mientras los problemas brotan la mayoría de la ciudadanía opta por la inacción y las risas; desde megaproyectos heredados por López Obrador que no funcionan como el Aeropuerto Felipe Ángeles; la refinería de Dos Bocas que se inunda; el Tran Maya que pasea solo por el sureste; las utopías que solo son eso, pero no subsanan los grandes rezagos sociales. El panorama es tan deplorable que las risas y los chistes en torno a ellos no se hacen esperar, es sabido que Dos Bocas es una alberca cuando caen lluvias torrenciales o que para meditar es posible ir al AIFA ya que está solo.

México se ríe de sus desgracias en vez de afrontarlas, porque para llorar y preocuparse solo hay que revisar los casos de la mayoría de las familias que se preocupan por sobrevivir, comprar despensa que cada día se encarece más. Además, salen diario con la incertidumbre de si volverán a sus casas con bien y estarán con su familia. La tragicomedia es estelarizada por sus gobernantes y partidos políticos, mientras que en el público es todo el país que en ciertas ocasiones ríe y en otras llora, sin saber que también es protagonista.

Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.

De

Para DeReporteros

Salir de la versión móvil