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Rosario Murillo purga al sandinismo

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Sebastián Godínez Rivera

El paso del tiempo parece que no debilita al régimen autoritario de Nicaragua, caso distinto con el presidente vitalicio, Daniel Ortega. Cuando el líder guerrillero libró al país centroamericano de la tiranía Somoza en 1979, para luego incrustarse en el poder desde 2006. Sin embargo, los autoritarios envejecen con sus regímenes; para eso algunos preparan la sucesión entre su círculo más cercano. No obstante, Nicaragua ha modificado la estructura de poder y pretende retenerlo a través de la copresidenta, Rosario Murillo.

Las tiranías como Turkmenistán, Corea del Norte, Siria o Cuba, la sucesión tiende a ser hereditaria y entre miembros de la familia, puesto que desconfían de miembros que han jurado lealtad a su movimiento. Por ejemplo, no es lo mismo China, Venezuela o Camboya, donde el líder cede el poder a un personaje cercano, Chávez-Maduro; o donde el partido único designa a quien se mantiene en el cargo.

Sin embargo, Nicaragua se asimila más a la construcción de una dinastía como los Kim en Corea del Norte, Al Assad (padre e hijo) en Siria o Fidel y Raúl Casto en Cuba. El país sometido por el orteguismo pretende dejar el país en manos de la esposa de Ortega, quien ha ascendido al poder desde 2006 como Coordinadora del Consejo de la Comunicación y Primera Dama; luego se convirtió en vicepresidenta en 2017; cabeza del Poder Judicial en 2022; y copresidenta de la república.

Murillo ha sido una pieza clave para dar forma al régimen autoritario, puesto que su labor no solo se enfoca en la propaganda, sino en el sometimiento de instituciones y el ejercicio del poder. El envejecimiento de su marido, ha demostrado que Ortega tiene poco control sobre las acciones de gobierno, al punto que ha desaparecido de la escena pública. Sin embargo, la copresidenta se ha encargado de tomar las riendas de la falsa revolución que prometió democracia.

Lamentablemente, no sería nuevo para Nicaragua contar con una dictadura familiar o un régimen sultanístico, como le denominó el politólogo Juan Linz, para referirse a regímenes autoritarios plagados de corrupción, donde la familia tiene gran preponderancia y carece de una ideología. Los Somoza (padre y los dos hijos) ejercieron el poder hasta que los sandinistas derrocaron al último en 1979. Ahora la pareja presidencial consideró que era su turno para montar una dinastía.

Es importante entender que la historia política de los países sirve para diagnosticar si un régimen tendrá futuro o no. Así como México y Polonia tienden a sistemas de partido hegemónico; Rusia y Turquía a las autocratizaciones; Nicaragua es tendiente a los regímenes sultanísticos. A pesar de la avanzada edad de Murillo, esto no le impide que aspire a mantener el poder y tomar decisiones, puesto que al estilo soviético, ha ido limpiando su camino.

Los Ortega-Murillo aprendieron de los totalitarismos como la Unión Soviética y Corea del Norte que las purgas son la forma más efectiva para limpiar el camino al poder. Murillo se ha encargado de quitar del camino a los pocos generales sandinistas que pelearon junto a su marido. El caso de Bayardo Arce Castaño, quien era asesor económico de Ortega y fue apresado el 26 de julio de 2025 ha sido el rostro más vistoso de que Murillo está acumulando poder.

La destrucción del Poder Judicial a finales de 2022, cuando los miembros de la Corte Suprema fueron destituidos y la carrera judicial desapareció, solo fue una muestra de la sucesión que viene. La purga vino primero de los últimos vestigios de autonomía en el Estado y personajes civiles; ahora, Murillo ha derrotado a la vieja guardia militar, como Rodolfo Castillo, quien fue durante 26 años uno de los encargados del aparato represivo.

Néstor Moncada Lau, asesor de seguridad y personaje allegado a Ortega para dirigir estrategias represivas también fue aprehendido; sin embargo, el régimen no lo ha hecho oficial, solo se sabe que está desaparecido. Los últimos militares del sandinismo del siglo XX están siendo jubilados al estilo autoritario, mediante purgas; la razón: enfrentarse a la copresidenta. No es una novedad que frente a un Ortega envejecido y con pocas apariciones en el escenario político, su esposa se haga cargo de estos actos.

El 11 de agosto también fue detenida,  Arlen Aracelly Mairena Maradiaga, de quien se presume que sostuvo una relación amorosa con Daniel Ortega. Así como Iosif Stalin en la Unión Soviética eliminó a los compañeros de guerra o en Corea del Norte Kim Jong Il quien asesinó a miembros del politburó por dormirse. En Nicaragua, son detenidos y excluídos del Estado políticas que ellos construyeron.

Dice un viejo refrán que “las reses de hoy pueden convertirse en los carniceros del mañana”, haciendo referencia a que quienes hoy tienen el poder y someten a otras personas, tarde o temprano pueden ser las víctimas. Los personajes antes mencionados erigieron un Estado autoritario y policial que masacró, desapareció y encarceló a la oposición, empero, hoy sus arquitectos son presa de la represión que inauguraron.

Murillo prepara la sucesión, posiblemente para el 10 de enero de 2027, cuando termina el periodo presidencial de Ortega, sino es que antes. La copresidenta sabe que su presentación ante la élite política y económica no es con diálogo sino mediante el miedo; con sangre Murillo se presenta ante la sociedad nicaragüense, dejando en claro que la represión será su marca personal como la de su marido.

Su ascenso es tan conocido, que en un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos, por primera vez se denominó al régimen Murillo-Ortega y no al revés, como siempre había sucedido. Empero, la esperanza entre las y los nicaragüenses de que su país se libere sigue latente; sobre todo, tras la muerte de Violeta Barrios hace unos meses y la frase a su difunto esposo, Pedro Joaquín Chamorro “Nicaragua, volverá a ser República”.

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