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La incomodidad de Erdogan

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Sebastián Godínez Rivera

El 25 de septiembre la reunión sostenida entre Recep Tayipp Erdogan, presidente turco y su par norteamericano Donald Trump estuvo marcada por un chiste de mal gusto. Antes de iniciar la conferencia el republicano declaró que las elecciones de 2020 en las cuales fue derrotado por Biden fueron fraudulentas. Sin embargo, el magnate declaró después, “Él sabe sobre elecciones amañadas mejor que nadie”.

Los señalamientos no son menores, pero tampoco es que hayan sido falsos. La expresión del líder turco fue de sorpresa. El comentario más allá de las risas, está cargado de verdad no porque lo haya dicho Trump, sino porque se ha dado seguimiento a los métodos en los que Erdogan debilita a la oposición y aspira a mantenerse en el poder.

El nuevo “Sultán turco” como se le apoda, no solo ha refundado el Estado, rompiendo con el principio de laicidad que le caracterizaba, sino que ha erigido una autocracia electoral. Erdogan tiene una larga carrera como alcalde de Estambul y primer ministro (2003-2014). Sin embargo, su ascenso como pilar del sistema político inició en 2014; en las parlamentarias de 2015 perdió la mayoría, Partido Justicia y Desarrollo (AKP) no pudo formar gobierno y esto lo llevó a la parálisis.

Como jefe de Estado, Erdogan se estrenó en la transgresión a la ley electoral cuando en los comicios de 2015 celebró 81 mítines; generó propaganda personalizada disfrazada de inauguraciones y en algunos eventos llamó expresamente al voto por AKP. Estos primeros comicios delinearon su perfil transgresor de las reglas electorales, pero no serían los últimos. Turquía estaba presenciando el nacimiento de un nuevo sultán.

Erdogan entendió que con un sistema semi presidencial no podría ejercer el poder como él quería. Convocó a nuevos comicios y logró el 50% de los escaños para formar gobierno y entonces impulsar un cambio. En 2016 enfrentó un golpe de estado que logró sofocar; para evitar otros levantamientos, inició una purga en el ejército, encarceló a políticos ligados a los rebeldes y despidió a funcionario, jueces y académicos.

El presidente estableció el estado de emergencia con una duración de tres meses, sin embargo, con apoyo de su partido, este logró ser extendido hasta siete veces. El 2017 es el año de la refundación, puesto que el presidente impulsó un referéndum para cambiar el sistema, pasando de uno parlamentario a uno presidencialista. El 51.3% votó por el cambio lo que le permitió consolidar su poder.

La polémica central de esta elección fue que se recibieron votos del exterior sin sello; esto fue avalado por el presidente de la Junta Suprema Electoral de Turquía, Sadi Güven, quien declaró que no era la primera vez. La irregularidades se sofisticaron, ahora era con el respaldo del presidente de la autoridad electoral.

Las declaraciones de Güven. A pesar de que la oposición solicitó el recuento en el 60% de los centros de votación, este fue negado. Los opositores salieron a la calle a protestar por la falta de transparencia y el nacimiento de un nuevo poder mayoritario (en ese momento). En 2018 Erdogan ganó la reelección frente al candidato opositor, Muharrem İnce del Partido Popular Republicano.

Sin embargo, observadores internacionales reportaron que se le impidió a los ciudadanos votar. En otros centros, personas armadas ahuyentaron a los votantes; estos comicios se celebraron bajo el estado de emergencia lo cual generó un ambiente de crispación. Erdogan consolidó su poder y dejó ver que la competencia democrática no era lo suyo, sino que aspiraba a la construcción de una autocracia electoral.

Para 2023 Erdogan se presentaría a la reelección y enfrentaría a Kemal Kılıçdaroğlu, quien lideró una alianza de seis partidos de la oposición. Los politólogos turcos Peter Klimek,  Ahmet Aykaç y Stefan Thurner estudiaron las irregularidades de la elección; encontraron que el presidente gozó de 33 horas en televisión frente a 32 minutos de su opositor. También hallaron que en 38 distritos electorales una variación del 14.25% de los votos lo cual habla de que se inflaron las urnas, pero esto no incidía en una derrota.

Al contrario, los autores insisten en que hay una disminución de las malas prácticas en comparación con los comicios de 2015 y 2018; sin embargo, sostienen que la coerción económica y física en zonas rurales son elementos que pueden ser considerados factores que incrementan la participación a favor de Erdogan. Durante los comicios de 2019, el AKP mantuvo su mayoría en el parlamento y  provincias, pero hubo una que desafió al sultán.

Estambul sacó del poder al oficialismo tras 25 años de gobierno ininterrumpido; La oposición republicana ganó dicha ciudad y esto generó el malestar en presidente quien comenzó a ver a Ekrem Imamoglu como un adversario a su poder y rumbo a las presidenciales de 2028. Sin embargo, 2025 fue el año en el que el autócrata turco dejó a un lado las formas y optó por inhabilitar a su rival más fuerte, Ekrem Imamoglu.

La ley establece que para ser candidato presidencial las y los aspirantes deben tener un título universitario. La Universidad de Estambul anuló el título universitario del alcalde. Imamoglu es considerado uno de los rivales más fuertes que podría disputar la presidencia en 2028, empero, Erdogan no iba a esperar.

El líder opositor dijo que apelará la decisión en tribunales; independientemente de que lo haga, el veredicto no será a su favor. Erdogan desde 2015 ha consolidado su poder sobre todas las instituciones, entre ellas, las universidades a las cuales no solo limitan las críticas a su poder, sino que funcionan como herramienta para frenar a personajes incómodos.

Los autócratas modernos utilizan el marco legal creado para excluir a la oposición, no sólo a través del Poder Judicial, autoridades electorales o los órganos de justicia, sino con las universidades. Esto ha generado que el Partido Popular Republicano busque otros candidatos, entre ellos Mansur Yavaş, alcalde de Ankara quien se ha vuelto popular por sus políticas de transparencia y eficacia administrativa.

Como podemos ver, Erdogan se ha convertido en un referente de las elecciones amañadas desde 2014. Estas han sido documentadas por académicos, periodistas y observadores electorales, lo cual concuerda con la afirmación hecha por Trump. La incomodidad de Erdogan quizá fue por la persona que hizo el comentario y no tanto por las pruebas que hay detrás. La única certeza es que si de elecciones amañadas se trata, Erdogan es el experto.

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