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¿Sabían?

Por: ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ

Existen dos posibilidades: que estemos solos en el universo o que no lo estemos. Ambas son igual de terroríficas

Arthur Charles Clarke

Aquí se lo he dicho: aquello de la “superioridad moral” que tanto pregonaba Andrés Manuel López Obrador no fue más que mercadotecnia política para vender a un candidato. Dicho sea de paso, logró construir un “Pejelagarto” con el hartazgo de la gente y las exigencias de los mexicanos: transparencia, cero corrupción y ningún exceso. 

Eso le funcionó hasta el 2018, cuando ganó la elección; pero a la hora de demostrar con resultados, fueron seis años de puros pretextos, culpas al pasado y la negativa de asumir responsabilidades.

Conviene recordar que una de las primeras acciones de gobierno fue la lucha contra el huachicol. Prometieron que se había terminado y hasta provocaron la escasez de combustibles. La gente aguantó porque era el inicio de un “nuevo México”, y ¿quién en su sano juicio podría oponerse a acabar con la ordeña que tanto daño le hizo a Pemex? 

De inmediato se mandó a Marcelo Ebrard a comprar 571 pipas para la distribución, pero no hubo transparencia en la adquisición ni en su uso. Y lo peor: no se terminó con aquel vicio.

Lo anterior fue el inicio de la erosión en lo que él llamaba su “autoridad moral”. Ya para entonces se había anunciado la suspensión del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que costó 331 mil 996 millones de pesos. Se canceló por supuesta corrupción, pero nadie pisó la cárcel; solo se desperdiciaron recursos y se construyó el AIFA, que resultó un capricho. 

Qué decir de las cifras de la pandemia, con un exceso de muertes que podrían haber alcanzado hasta 800 mil, las compras hechas bajo emergencia, el paso del Seguro Popular al INSABI —que también fue un fracaso— y la crisis por desabasto de medicamentos. Lo negaron una y otra vez, empeñaron su palabra, y así se fueron: devaluados, pero sin cumplirle a la gente, con todo y las pérdidas humanas que eso significó.

Algunos errores fueron por falta de conocimiento, otros por capricho y unos más por corrupción, pero todos —sin lugar a dudas— heredables para Claudia Sheinbaum Pardo. A la presidenta se le ha ido su primer año intentando enderezar el barco, pero tampoco puede culpar a los gobiernos anteriores, porque sería pegarle a su mentor. Sin embargo, el hecho de que no nombre a López Obrador no significa que la opinión pública no se dé cuenta de dónde está parada. 

El último caso, el del huachicol, donde efectivos de la Marina estarían involucrados y ya hay 14 detenidos, es prueba de ello.

En este espacio también he comentado los éxitos de Sheinbaum Pardo en los huecos que dejó el tabasqueño: la inseguridad derivada de aquello de “abrazos, no balazos”, y la corrupción de funcionarios, que son precisamente los fracasos que delatan a un López Obrador del que no se puede zafar. 

En varias ocasiones, refiriéndose a los presidentes del pasado —donde ya pertenece—, dijo que “nada de que el presidente no sabía, no se enteraba, lo engañaban; eso es falso. El presidente de México está informado de todo lo que sucede”. Un bonito discurso para un populista y para sus aplaudidores, pero que al final resultó pura demagogia. También solía recordar que “las tranzas más grandes son las que se hacen desde arriba, porque entre más elevada la autoridad, más corrupción”, remataba.

En el primer semestre de este año, se estima que Pemex perdió 13 mil millones de pesos. El escándalo del huachicol, en el que están involucrados marinos y otros funcionarios, apenas comienza y, claro, debe haber protección desde las más altas esferas. Pero usando el propio argumento de López Obrador, no hay posibilidad de que el presidente —ni el de ayer ni el de hoy— no estuviera enterado de un ilícito que seguramente movió millones… pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.

De

¿SABÍAN?

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