Claudia Carrillo
Dicen que el amor entra por el estómago, y en Leyendas Restaurante esa frase cobra vida con cada platillo que llega a la mesa. En el corazón del Ajusco, allá por Av. Aztecas 547, se levanta este rincón que huele a hogar, a tradición y a esas recetas que guardan el alma de México.
La historia de Leyendas comenzó en tiempos difíciles, cuando el mundo se detuvo y muchos corazones buscaron esperanza. Fue entonces que la señora Laura, abogada de profesión y cocinera de corazón, decidió prender la lumbre junto a su esposo. Su meta era sencilla y poderosa: alimentar cuerpos y abrazar almas en plena pandemia.
Lo que inició como un gesto solidario, con cazuelas humeantes y guisos compartidos, pronto se transformó en un refugio de sabores. La gente regresaba una y otra vez, atraída por ese pozole legendario que no solo llenaba el plato, sino también el espíritu. Y así, entre risas, cucharones y aplausos de los comensales, nació oficialmente Leyendas Restaurante.
En un principio, el negocio era un humilde patio adornado con mesas de colores, donde los fines de semana se servía la famosa pancita y el pozole más reconfortante del sur de la ciudad. Pero la demanda fue tanta, que los días se alargaron y el sazón se volvió cotidiano: de martes a domingo, el buffet de Leyendas abre sus puertas con el alma puesta en cada guiso.
Las cazuelas brillan como soles en una mañana de feria: arroz esponjoso, frijoles de la olla, chicharrón en salsa verde, nopales, mole y ese toque inconfundible que solo da la mano que cocina con amor. Cada bocado es un viaje al recuerdo a la cocina de la abuela, al olor del comal, al sonido del molcajete.
Se dice que en Leyendas Restaurante, no se come… Se celebra la vida, la familia y la magia de compartir. Con un buffet de $250 pesos, el visitante no solo prueba comida mexicana: se lleva una historia, un abrazo, un pedacito de México servido en plato hondo.
Así que si el antojo te llama y el corazón pide un respiro, ve a Leyendas Restaurante, donde cada platillo tiene alma, cada cliente se vuelve amigo y cada historia… deja su sazón en el alma.
Fotos: Claudia Carrillo

