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El populismo como la ropa, no a todos les queda

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Sebastián Godínez Rivera

El panorama político global ha cambiado mucho, el auge de los populismos  y los líderes iliberales ha detonado exponencialmente los estudios y análisis en Ciencias Políticas. Sin embargo, en concepto ha sido estirado al punto que la palabra populista se utiliza como calificativo, ofensa, en contextos analíticos y hasta de generalización.

Es cierto que hay populistas en el mundo, de izquierda y derecha; desde América hasta Asia; autoritarios y democráticos; nacionalistas y globalistas. No obstante, no todos los políticos caben dentro de esta categoría analítica. Algunos como Cas Mudde han teorizado sobre el populismo como discursos para convencer a la ciudadanía.

Otros como Benjamin Moffit consideran que hay populista autoritario, el cual es dañino para la democracia. Existe otro tipo que surge en sociedades pluralistas y funge como elemento de denuncia para señalar lo que está fallando. Rosanvallon dedicó un libro, El Siglo del Populismo por la diversidad de líderes carismáticos que aparecieron desde los años 2000. Autoras como Nadia Urbinati, reconstruyeron este fenómeno para exponer su lado nocivo, el cual se traduce en la destrucción de las libertades.

Se han dedicado textos, libros y papers a personajes como Trump, López Obrador, Bukele, Orbán, Modi, Bolsonaro, Lula, los Kirchner, Chávez, Le Pen, Johnson o Milei por mencionar algunos. Analíticamente estos personajes han seducido a la ciudadanía con sus discursos emocionales, agresivos y se han asumido como la voz de las mayorías. Empero, no es la primera vez que los populistas aparecen en la escena; durante el siglo XX estuvieron Perón, Cárdenas, Vargas, Hitler, Mussolini, Gaddafi, Goulart o Arbenz.

Los anales de la historia están plagados de ellos, pero yo concibo al populismo como un traje a la medida que no cualquiera puede ponerse. El carisma y el pluralismo no están peleados entre sí, ni son antítesis, al contrario, las campañas se ganan convenciendo al electorado. Bajo esta analogía, hay personajes que carecen de los elementos para que el populismo encaje con su personalidad.

Científicos, cientistas sociales, empresarios y burócratas son quienes más batallan para cambiar de lo técnico a lo emocional. Por ejemplo, los reyes no pueden ser considerados populistas como Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, Carlos III de Reino Unido o Felipe VI de España. Los monarcas están anclados a las tradiciones y a una forma de dominación cargada de simbolismo; sus coronas, carruajes, palacios aunado a sus roles neutrales les impiden desarrollar discursos emocionales que aspiren a cambiar el status quo.

El mundo también ha presenciado que los científicos difícilmente pueden desarrollar una personalidad carismática que se traduzca en discursos atractivos. La canciller alemana Angela Merkel, Margaret Thatcher en Reino Unido o Abdul Kalam de la India. Los tres personajes mencionados líneas atrás se formaron en la química, física y matemáticas respectivamente. Es la formación académica lo que tiende a moldear la personalidad y lo que define el actuar.

Su incursión en la política representa un cambio en la formación primigenia y deben incursionar en un campo que les es ajeno. Pensar que un matemático o físico puede encabezar un país sin entender la política y la negociación es un idealismo. Sobre todo, como lo han relatado estos personajes en sus autobiografías, el tablero político representa un reto y su aprendizaje es producto de aciertos y errores.

Para los científicos sociales (serios) es un reto desarrollar una personalidad populista, sobre todo porque la formación implica un entendimiento de los conceptos y la política que pocos tienen. David Cameron ex premier de Reino Unido, Petr Fiala primer ministro de República Checa o Helmut Kohl ex canciller alemán. La formación en el estudio de la política brinda elementos para su entendimiento desde la perspectiva teórica, pero no práctica.

Existen algunas excepciones como Andrés Manuel López Obrador quien como científico social carece del conocimiento técnico para ser considerado un persona analítica. Sin embargo, en su formación política, ejerció el poder como un populista que sedujo a las mayorías. Un hombre limitado intelectualmente que desconoce los postulados de la democracia, no habla idiomas y no es técnico, al contrario pervirtió los conceptos al punto de banalizarlos y romper con su esencia.

Otro sector que difícilmente puede colocarse en el saco del populismo es la burocracia profesional. Es decir, quienes se han dedicado a funciones técnicas en el Estado y se han formado dentro de la neutralidad, lo que les impide muchas veces entender y apostar por la movilización. Esto no quiere decir que no puedan ejercer altos cargos, incluso conocen tan bien el engranaje del sistema político, incluso para dar paso a un autoritarismo rígido.

Personajes como Iósif Stalin en la Unión Soviética, pasó de ser un burócrata de medio nivel a forjar una tiranía y no lo hizo mediante el carisma. El presidente chino Xi Jinping se forjó en el politburó y entendió las entrañas del sistema, al punto de ser el líder supremo de China. Otro ejemplo es Vladimir Putin, el autócrata ruso quien fue agente de la KGB y ha podido poner en práctica todo lo aprendido para someter las libertades de su país.

Por último, algunos sectores del empresariado que han incursionado en la política han podido desarrollar personalidades populistas como Trump, Bukele o Berlusconi. Empero, hay otros personajes que hacen el intento, pero el saco del populismo no les queda; el canciller alemán, Friedrich Merz, Guillermo Lasso ex presidente de Ecuador o Mauricio Macri de Argentina. Estos personajes tuvieron una presencia importante en la opinión pública, pero no por ser populistas, ni siquiera fueron catalogados como tal en los estudios.

Su visibilidad fue alcanzada por el papel que desempeñaron como empresarios y su capacidad para posicionarse mediante redes sociales. Como podemos ver, el populismo ha sido estirado al punto que cualquier personaje, líder o partido es considerado populista. Por eso en este texto utilicé la analogía del saco, el cual no es utilizado por todos. Ya sea por la formación académica, profesional o por falta de carisma, el populismo no a todos les queda.

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El populismo como la ropa, no a todos les queda

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