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Reformismo autoritario

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Sebastián Godínez Rivera

La teoría del autoritarismo clásico ha estado marcada por el asalto al poder de forma violenta, el desconocimiento de los poderes establecidos y la toma de decisiones arbitrarias. La historia de la humanidad está llena de estos ejemplos, los golpes de estado en América del Sur, las dictaduras unipersonales surgidas de las luchas de liberación y la instauración de gobiernos títere por parte de naciones extranjeras.

Sin embargo, los autoritarismos han sofisticado los mecanismos para dinamitar la división de poderes y erigir modelos híbridos o autoritarios. Desde la aparición de los autoritarismos electorales de acuerdo a Levitsky, Way y Schedler. Otros han teorizado sobre la hibridación de los regímenes como Lührmann, Tannenberg y Lindberg. La gama de estudios ha generado un campo fértil para la transitología, ya no en su visión clásica del autoritarismo a la democracia, sino en un sentido inverso como se ha observado.

Desde el ascenso al poder mediante elecciones competidas como ha ocurrido desde finales del siglo XX principios del XXI. Ejemplos como el Perú de Alberto Fujimori, quien tras tres años en la presidencia cerró el parlamento y el poder judicial, promulgó una nueva constitución y permaneció como presidente hasta 1999.  Fujimori institucionalizó el autoritarismo a través de una serie de reformas que le permitieron construir una dictadura.

En Venezuela, Hugo Chávez conquistó el Palacio de Miraflores en 1999 prometiendo un cambio al bipartidismo tradicional. En 2004 fracasó la revocatoria de mandato, lo que radicalizó al entonces presidente. En 2006 transformó al Movimiento Quinta República en el Partido Socialista Unificado de Venezuela, con la intención de agrupar la izquierda bajo un solo instituto político, que sería el vehículo para la consolidación del autoritarismo.

El chavismo sufrió la derrota en el referéndum de 2007 en el que proponía la reelección indefinida y la abolición de los mandatos presidenciales. Sin embargo, en 2009 Chávez logró un triunfo en un referéndum, tras su victoria prometió quedarse una década en el poder para profundizar el socialismo. El caudillo falleció en 2013 y fue relevado por Nicolás Maduro quien ha hecho reformas para asentar el autoritarismo.

A través de la cooptación del poder judicial a través de perfiles ligados al chavismo y a la primera dama, Cilia Flores. La designación de militantes del oficialismo en el Consejo Nacional Electoral. Así como la implementación de votaciones para elegir jueces de paz. Nicolás Maduro ha prometido una reforma electoral y del Estado que elimine los vestigios de la burguesía y con ello dar forma al estado revolucionario. En realidad Venezuela se transforma en una autocracia cerrada.

Mientras tanto, Nicaragua ha regresado a los cimientos de un régimen sultanístico de acuerdo a Juan Linz. Con reformas como la creación de una co-presidencia, para la vicepresidenta y primera dama Rosario Murillo. La reforma para la desaparición de la carrera judicial, el debilitamiento del sistema de partidos y la creación de un estado policial ha generado que el país se aleje de la democracia para abrazar el autoritarismo.

Nicaragua y Venezuela son los ejemplos por excelencia para entender cómo las reformas han servido a los autócratas para mantenerse en el poder. En la teoría clásica el reformismo se asoció a los cambios paulatinos y fue visto como una alternativa a los procesos revolucionarios. Sin embargo, la realidad ha demostrado que las reformas también pueden ser en detrimento del andamiaje institucional y la democracia.

Esto no quiere decir que los golpes de estado han quedado en el pasado, al contrario, siguen presentes como en África en Burkina Faso, Malí o Níger. Empero, en ese continente el reformismo autoritario ha permitido la instauración de regímenes personalistas. Casos como el de Paul Biya en Camerún quien ha ejercido el poder desde 1982, pero que están ligados a un férreo control de la élite económica, política y militar.

En Asia, el continente por excelencia con un abanico de autoritarismos es muestra de cómo los regímenes antipluralistas se han constitucionalizado. Por ejemplo, en China una reforma aprobada por el Comité Central del Partido Comunista, permitió al actual presidente Xi Jinping eliminar la barrera de la temporalidad para permanecer en la presidencia de dicho país. Esto solo se había visto con el entonces líder revolucionario, Mao Tse Tung.

En otras latitudes como Asia Central, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán se han convertido en países que tras su independencia de la Unión Soviética se volvieron autocracias. En el segundo lustro de los años noventa los presidentes de los tres países extendieron sus mandatos mediante un referéndum. Kirguistán siguió esta cadena de autoritarismos en 1996, el presidente Akaev gobernó por decreto y cerró el parlamento.

Autores como Filippo Costa afirmaron que estos países lograron la consolidación autoritaria por la cercanía entre ejecutivos y élites que aceptaron el reformismo autoritario. Empero, esta mimetización no es por generación espontánea, sino que una investigación de Edward Lemon ha demostrado que el 79% de las leyes de Kirguistán y el 56% de las leyes de Tayikistán sobre terrorismo y extremismo se han copiado de las rusas. El reformismo autoritario proviene de quien fue la metrópoli y centro del poder político durante el siglo XX.

Por último, Europa no se ha salvado del reformismo autoritario, sin embargo, en el viejo continente se le conoce como constitucionalismo iliberal. Este se caracteriza por la implementación de leyes que limitan la libertad de expresión, someten los poderes del Estado y debilitan el pluralismo. Hungría, Polonia y Serbia son muestra de estos modelos.

Viktor Orbán ha construído en Hungría una autocracia electoral desde 2010; el partido polaco Ley y Justicia criminalizó a las personas de la comunidad sexual y constitucionalizó la purga de jueces que eran incómodos al gobierno. Finalmente, el presidente serbio, Aleksandar Vucic ha criminalizado la labor periodística y se ha eliminado el piso parejo para las elecciones en los medios de comunicación.

En conclusión, el reformismo no siempre es progresivo, el siglo XXI está demostrando que los líderes autoritarios impulsan cambios que dinamitan la democracia. Sea constitucionalismo iliberal o reformismo autoritario, la institucionalidad se debilita y se concentra en uno poder o personaje. Es pertinente hacer una revisión de esta ola a nivel mundial y luego un análisis particular para entender la transmutación de este fenómeno.

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Reformismo autoritario

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