Icono del sitio DE REPORTEROS

En defensa de la universidad

sebastian-godinez-vineta

sebastian-godinez-vineta

Sebastián Godínez Rivera

La situación que atraviesa la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desde los hechos ocurridos en el CCH Sur la han puesto en medio del ojo público. Grupos ajenos a la universidad han estado intentando socavar la autonomía y están generando inestabilidad producto de los intereses políticos. Lamentablemente no es la primera vez que ocurre y tampoco será la última.

Los ataques contra las universidades en el último lustro se han intensificado como en el caso de Trump contra Harvard en Estados Unidos. En Hungría se forzó la salida de la Universidad Centroeuropea por sus posiciones críticas. En Serbia, el estudiantado se volcó a las calles para protestar contra el gobierno de Aleksandar Vucic. En otras latitudes, el gobierno las utiliza como instrumento para mermar a los opositores, como la Universidad de Estambul en Turquía.

En Nicaragua, el gobierno dictatorial ha clausurado y expropiado universidades por considerarlas burguesas y antirrevolucionarias. México desde 2019 ha visto como el presupuesto destinado a la universidades públicas ha bajado; una estrategia de austericidio, similar con la que presionan al Instituto Nacional Electoral (INE) y los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLE). Es pertinente señalar que el control y sometimiento de las universidades, es un eslabón de los nuevos autoritarismos en el mundo.

En el caso mexicano, la UNAM ha sido un ecosistema de pluralidad que funge como un termómetro social de la realidad. Desde tiempos convulsos durante la década de los cincuenta, marcados por la efervescencia sindicalista o el año de 1968 que fue un parteaguas para la democracia mexicana y el autoritarismo. Tras la caída del sistema en 1988 y durante los comicios de 1994, la universidad fue un centro de investigación sobre la transición democrática.

La máxima casa de estudios ha formado a profesionistas, intelectuales, literatos, políticos y técnicos que han moldeado al país. En tiempos recios, apelando a la novela de Mario Vargas Llosa, la universidad es vista como un botín político por quienes rechazan la pluralidad y la tecnicidad. Los intentos de tomas violentas de diversas facultades, las peticiones de expulsión de profesores y el secuestro de instalaciones son parte de un eje que pretende deslegitimar la UNAM.

Los nombres y apellidos son conocidos de quienes se manejan con intolerancia hacia la crítica, con soberbia desde el poder y de los que sueñan con una visión unicolor de la realidad. Las demandas legítimas de los estudiantes se ven eclipsadas por quienes aspiran a socavar a la máxima casa de estudios; esbirros del autoritarismo quienes pretenden una universidad alineada por el gobierno.

A las pruebas me remito, quienes pugnan por la democratización lo hacen por motivos políticos. Hablan de la democratización, como si esto fuera un tema de elecciones (una visión muy reduccionista); pintas y folletos con las leyendas “rector y directores por voto popular». Propuestas vulgares, como las que impulsaron las elecciones judiciales y terminaron alineando a los jueces con el gobierno o como la ocurrencia de elegir consejerías del INE mediante elecciones. Quienes consideran que la democratización se reduce a comicios, no aspiran a la verdadera pluralidad sino al control de la universidad.

La autonomía universitaria ha sido vista desde el pasado como una amenaza a quienes reproducen el autoritarismo y denostan el pensamiento crítico. La ciencia y la técnica es despreciada por quienes consideran que su voz y visión de país es la única que cuenta. Sin embargo, estos no actúan solos; desde las máximas esferas del poder se ha acusado a la universidad de “derechizarse”.

Facultades como la de Ciencias Políticas y Economía han sido acusadas de servir al “neoliberalismo y el saqueo”. Durante la aprobación de la reforma judicial, el estudiantado de Derecho se volcó en las calles junto con otras universidades para defender la independencia y se les acusó de “fachos y manipulados”. La Facultad de Medicina no salió ilesa, en la pandemia de Covid-19 se acusó a maestros y alumnos de no servir a la nación en momentos críticos (luego de que el gobierno recortó el presupuesto a salud).

Los ataques no son aislados, sino sistemáticos y en una lectura integral, la UNAM se ha visto amenazada al igual que otras instituciones críticas. El control de organismos autónomos y la desaparición de otros, el surgimiento de una Suprema Corte del acordeón y los embates contra el órgano electoral no son tema menor. Asumir que la universidad es una isla o un microestado en el que no repercuten las acciones políticas, es un error.

México vive momentos difíciles, producto de una ola que recorre todo el mundo, en el que las instituciones son mermadas y sometidas a los designios políticos. La educación superior no puede ser rehén de intereses que distan de la cientificidad; el papel de la UNAM no es aplaudir al poder y mucho menos alinearse con sus temas de interés bajo el argumento de servir a las mayorías que se sienten dueñas del país.

De

Para DeReporteros

Salir de la versión móvil