Sebastián Godínez Rivera
Las elecciones generales hondureñas del 30 de noviembre, estuvieron plagadas de incertidumbre auspiciada por diversos actores políticos. Desde el órgano electoral hasta las diversas candidaturas que se decían ganadoras. En este texto analizo cómo la autoridad electoral no abonó a la certeza, sino que se vio rebasada por los políticos.
Desde la preparación de la jornada, las pugnas internas en el Consejo Nacional Electoral (CNE) gestaron un proceso tenso y sembraron la incertidumbre para que las y los políticos impulsarán la retórica del fraude. El CNE está integrado por tres consejerías, las cuales tienen militancia partidista; un asiento corresponde al Partido Nacional (PN), otro al Partido Liberal (PL) y el último corresponde a LIBRE. Desde mediados de septiembre las disputas internas dinamitaron los acuerdos y sembraron discordia.
La confrontación por el Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (TREP) generó una ruptura dentro del CNE. El consejero Marlon Ochoa acusó a las consejeras de utilizar programas amañados que tenían el objetivo de hacer fraude. Por su parte, Cossette López-Osorio Aguilar y Ana Paola Hall, respondieron que el consejero buscaba dinamitar la organización electoral. Cómo si fuera poco, la coyuntura fue aprovechada por Manuel Zelaya, primer caballero y expresidente.
Zelaya declaró que ante los intentos de hacer fraude, conformaría un ejército de militantes del partido LIBRE para cuidar los votos. El ex mandatario aprovechó para calentar el terreno y recordar que en 2009 fue destituido por la oligarquía; además, agregó que los autoritarios buscaban regresar al poder y detener los cambios implementados por Xiomara Castro. Luego de esas declaraciones, sus partidarios salieron a las calles para presionar al órgano electoral, exigiendo que no hubiera fraude.
Tras semanas de discusión se alcanzó un acuerdo para el TREP, sin embargo, la pugna no terminaba aún. Miembros del gobierno llamaron a manifestarse contra el CNE, lo que obligó a que miembros de la oposición, salieran en defensa del organismo electoral. Los empleados electorales también se volcaron a las calles para exigir respeto y pidieron el cese de las acusaciones.
El CNE ahora estaba en medio de los políticos, por dos errores: 1) no logró hacer valer su autoridad como árbitro, lo que devino en una escalada discursiva; 2) la falta de consenso debilitó a la institución. La retórica del fraude preventivo y los ataques contra los trabajadores electorales se disiparon. Sin embargo, las operaciones en el Caribe de Estados Unidos contra Venezuela y los señalamientos de que el gobierno de Castro solapa el crimen organizado del gobierno de Maduro, encendieron el debate otra vez.
La candidata Rixi Moncada (LIBRE) se vió envuelta en la polémica y ante la negativa de romper con el chavismo venezolano, esto le pasó factura. Mientras que la presidenta Castro y el primer caballero Zelaya, guardaron silencio. La ejecutiva llamaba a la paz, mientras que su esposo continuó con mensajes beligerantes y de confrontación con la derecha estadounidense. Mientras que los opositores Tito Asfura (PN) y Salvador Nasralla (PL) aprovecharon para presionar al gobierno.
Cómo si fuera poco, el jueves 27 de noviembre, el gobierno de Donald Trump indultó al ex presidente, Juan Orlando Hernandez que había sido detenido por tener nexos con el crimen organizado. Esto durante el gobierno de Biden; el republicano declaró que todo fue un montaje, sin embargo, la jugada tenía el objetivo de conseguir mayor colaboración de Honduras, impulsar al Partido Nacional y aislar a Nicaragua.
Geopolíticamente, Trump ha logrado acuerdos con los presidentes de Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Panamá. Mientras Honduras ha permanecido reacia a la colaboración, el republicano también llamó a votar por Asfura. Esto fue considerado un intervencionismo directo, lo que nuevamente encendió las alarmas a dos días de los comicios. El 30 de noviembre se celebraron las votaciones y estas se llevaron a cabo en relativa paz.
Los problemas comenzaron cuando al cierre de algunos centros de votación, militantes del partido libre comienzaron a expulsar a la prensa y observadores internacionales. Luego la página para seguir el conteo preliminar no funcionaba, lo que puso al CNE en el centro del debate. El órgano electoral pospuso dos veces los anuncios sobre las tendencias, entonces los medios de comunicación alineados con los partidos políticos, comenzaron a dar resultados sin que hubiera conteo.
Los Moncada, Asfura y Nasralla se proclamaron vencedores con resultados, gráficas y sondeos apócrifos, mientras el órgano electoral se sumergía en el silencio. Cerca de las 10 pm la autoridad electoral dio los primeros resultados, la candidata del oficialismo se había ido al tercer lugar; la disputa por la presidencia era entre la oposición. Sin embargo, era imposible dar un vencedor porque la distancia entre el candidato del Partido Nacional y el del Partido Liberal era de dos puntos porcentuales.
El sistema de conteo volvió a caerse en la madrugada y este ya no funcionó hasta las 10 am (horas de México). La noche anterior la ventaja entre el primer y segundo lugar, derivado del escrutinio era del 45% de todos los votos. Al día siguiente, se determinó un empate técnico porque la diferencia era solo de algunas décimas. Asfura y Nasralla salieron a proclamarse vencedores; mientras que la candidata de LIBRE se negó a dar declaraciones.
El escrutinio luego de veinticuatro horas no se había concluído. Hasta el momento de escribir estas líneas no se ha determinado un ganador. Sin duda, el proceso electoral ha sido uno de los más accidentados producto de que el CNE no logró hacer valer su autoridad y los errores en el sistema no generó certidumbre. Además, la mal comportamiento entre las candidaturas que salieron a proclamarse ganadoras, sin tener resultados, habla del nulo respeto a la autoridad, pero también del desconocimiento con dolo de las reglas democráticas.
A esto se suma la falta de voluntad e imparcialidad del gobierno de Castro que permitió a varios miembros del gabinete y a su esposo sembrar discordia. La presidenta guardó silencio, en vez de llamar a la calma de todos los actores políticos; mientras que los Estados Unidos a través de mensajes de apoyo, la tensión con las operaciones en el Caribe y la liberación de Hernández, polarizaron el ambiente. Sin embargo, la democracia hondureña es frágil al igual que las de las naciones vecinas, asediada por partidos, intereses económicos, grupos de interés y donde la militancia pesó más que la ciudadanía.
De
Para DeReporteros

