El ocurrido el 7 de septiembre de 2017 con epicentro en Oaxaca es el sismo instrumentalmente observado más fuerte desde que se tienen equipos de medición en el Servicio Sismológico Nacional, afirmó Hugo Delgado Granados, director del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.
Además, es el evento en su tipo de mayor magnitud en lo que va del siglo XXI. Causó graves daños humanos y materiales en varias zonas del país, que requirieron la participación técnica y humanística de academia, gobierno y ciudadanía.
Para reflexionar sobre los eventos del 7 y 19 de septiembre de 2017, a un año de su ocurrencia, el IGf organizó la Primera conmemoración de los sismos de septiembre: una reflexión desde la ciencia.
En el auditorio Tlayolotl, el coordinador de Humanidades, Alberto Vital Díaz, dijo que la emergencia tras los sismos requirió la participación de la Universidad en su conjunto y mostró la necesidad de comunicación e intercambio entre las áreas científica y humanística.
Vital citó a Juan Rulfo, quien en su cuento El día del derrumbe eligió el diálogo entre dos personajes para evocar lo vivido, como hacemos casi todos al recordar un temblor porque hacemos una catarsis. “Esto pasó en septiembre…”, inicia profético el texto de 1955 del escritor jalisciense.
Eduardo Reinoso Angulo, del Instituto de Ingeniería (II), recordó que al sur del país se cayeron muchas casas porque estaban construidas con abobe, un material muy vulnerable. Y en las ciudades, muchos derrumbes ocurrieron en edificios con “planta baja débil”, es decir, que tienen huecos para estacionamiento o para locales comerciales en ese nivel, que debería ser muy fuerte porque sostiene la construcción.
Criticó que se relajara el rigor de la construcción y que se permitan errores como los anuncios espectaculares pesados en las azoteas de edificios antiguos, que dan más peso a las estructuras.
Sobre la ocurrencia de fracturas, que no son un fenómeno sísmico pero pueden agravarse tras un movimiento brusco, subrayó que seguirán mientras continúe la extracción de agua del subsuelo.
En su oportunidad, Xyoli Pérez Campos, jefa del Servicio Sismológico Nacional (SSN), explicó que para dar un reporte, el centro de monitoreo del SSN recibe datos de 172 estaciones distribuidas en todo el país, gracias a una colaboración con otras instituciones. Además, operan 98 estaciones del propio servicio y una red sísmica del Valle de México compuesta por 32 estaciones que detectaron, por ejemplo, 360 sismos tan solo el 8 de septiembre (réplicas del ocurrido el día 7).
Por su parte, Gerardo Suárez Reynoso, del IGf, anotó que los sismos de septiembre registraron muchas réplicas. El del día 7 ocurrió muy adentro de la Placa de Cocos y no en la zona de subducción, lo que es poco común. “Tenemos que trabajar más para entender mejor los sismos, porque todavía tenemos muchas sorpresas”, concluyó.
Foto: UNAM