Por José Santos Navarro
Si Morena no quiere convertirse en un proyecto fallido, debe mirarse en el cáncer del PRI, PAN y PRD.
Por lo pronto Morena cuenta con sus propios números y cifras; llega a un momento vital. Se fortalece o inicia el proceso de debilitamiento y posterior desaparición.
Lo malo, dicen, es que no hay medicamentos para el cáncer que se le diagnostica a Morena. El partido tiene graves síntomas de una metástasis en la sangre, en la médula, en el lóbulo izquierdo del cerebro y, hay indicios de que también tiene ese terrible virus del sol azteca, identificado en los laboratorios de la política como “división o tribus”.
A doce meses de que aparecieron los primeros síntomas de Poder, entre los militantes de Morena, hay apostadores, amarradores profesionales, magos, políticos y hasta el Brujo Mayor, Porfirio Muñoz Ledo, quien recientemente advirtió que Morena está actuando como “partido de línea”, como lo fue el PRI, PAN y PRD y otros partidos chiquitos con los mismos síntomas.
Hay voces que aseguran que al partido de la 4T le llegó el coronavirus transmitido por políticos “muertos” que aún se mueven en el sucio y contaminado mercado de la política nacional; otros afirman que sólo es un cáncer pasajero.
Morena vive el riesgo de convertirse en un partido electorero, cueva de políticos vividores y “chupeteadores”, como los calificaba el cómico Jesús Martínez, Palillo. Recientes análisis clínicos realizados en los laboratorios del Doctor Simil, dejaron ver que el resultado del electrocardiograma precisa que Morena ya es portadora del virus llamado “Huachicol legislativo”, ese que hace que hombres y mujeres de la política brinquen de una cámara a otra, de un cargo a otro, de una nómina a otra mejor.
Sin embargo, hay diagnósticos médicos variados. Unos aseguran que Morena tiene una bacteria transmitida por un ganso que no se cansa. Por lo pronto, “haiga sido como haiga sido” la secretaria general del partido Yeidckol Polevsnky, ya se vacunó contra extrañas y reconocidas ambiciones y, todo indica que tiene el control del partido y ella, sólo ella partirá el pastel electoral para la elección 2021.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, al conocer el diagnóstico de la enfermedad de Morena, ya dijo que, si el partido se echa a perder, él se sale.
Por lo pronto el proceso de renovación de la dirigencia de Morena presenta diversos síntomas de enfermedad que ya han matado a otros partidos.
Muchos en Morena tienen confianza de que el partido en pañales salga adelante y crezca sano y fuerte, sin embargo, hay reglas dictadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que se deben cumplir para que Morena tenga una construcción partidaria correcta y se convierta en un auténtico proyecto de transformación y no en agencia de empleos, como fueron los partidos de siempre.
Según la receta política, Morena debe seguir al pie de la letra la recomendación médica: Poner en marcha su Instituto de Formación Política, consolidar el padrón de afiliados, designar delegados, definir alianzas y coaliciones, entre otros muchos requisitos, además de moral, dignidad y compromiso con el pueblo.
Morenistas –hombres y mujeres- aceptan que el partido no puede convertirse en un espacio de reparto de poder, pero, deben reconocer y aceptar que la UNIDAD es la única “medicina” que los puede salvar del peligroso cáncer del poder y ambición infinita.
Finalmente, son muchos quienes apuntan que tampoco se trata de lograr una UNIDAD a huevo y convenenciera como lo hizo el PRI durante años. La unidad no debe ser grillete sino libertad política. En fin, Morena tiene en sus manos su salud.