Columnas

CUESTIÓN DE TIEMPO

Por José Santos Navarro

Quién no recuerda al Pinocho o a Pepe El Toro. Los apodos son ciencia porque son producto de un profundo estudio: El Camello, para quien está jorobado; El Rata, quien tiene dientes largos; el Cuatro Ojos, quien usa lente; Gordo, Flaco, Enano, El Miralejos, El Avión para los de labios gruesos.

Eran épocas de sana inocencia. El apodo se convertía en el tercer apellido del personaje en turno y, en algunos, hasta el primer nombre. Pero como todo, los apodos se fueron contaminando conforme se fue echando a perder la sociedad mexicana.

Hoy, un montón de nuevos apodos son primer nombre entre la delincuencia organizada, desorganizada, de barrio y colonias fifí, incluso, en el medio político, donde el de Rata predomina.

No hay semana en que nuevo apodo de un personaje de barrio, de la política, del sector empresarial, artístico, deportivo… se sume al diccionario nacional del narcotráfico, de la corrupción, del crimen organizado, de los que mandaban en México.

El más reciente fue El Lunares, su nombre Oscar Andrés Flores Ramírez, es el dueño de este apodo de moda que pasará al olvido en una o dos semanas, mientras, recordamos otros como El Tortas, El Ojos, La Barby, El Señor de los Cielos, El Chapo, El Betito, El Pistache… todos ellos adoradores de Jesús Malverde, santo de los narcos; algunos otros, admiradores de la Santa Muerte y la gran mayoría, junto con la clase política de México, fieles creyentes de San Judas Tadeo, el santo de las causas perdidas.

De todos estos personajes nacidos en los barrios pobres y quienes llegaron a vivir entre paredes de mármol, todos son producto del aborto de las primeras planas de los diarios de México, donde las policías en turno se levantan el cuello, aunque muchos de esos elementos los protegieron y renteaban, porque, cabe subrayar que el “derecho de piso” que hoy es una práctica popular y mortal, hoy tiene derecho de autor y éste es la policía mexicana.

Cada capo mexicano tiene una historia, interesante, tanto, que podrían hacerse novelas, obras de teatro, vodeviles, pastorelas, cine y hasta óperas y todas ellas serían de gran éxito. ¡Cayó El Lunares! Y la clásica escena donde el hombre caído en desgracia camina jorobado, esposado, mirando cámaras y pensando que “ya se lo cargó la chingada”, buscando una salida con la llave del dinero, pero, no, ya fue expuesto, ya no puede haber negociación ni acuerdo, aunque, sí, cabe una: Corromper a un juez para que todo lo haga bolas y no integre debidamente el expediente, buscar alguna forma de cómo se violó el sagrado y debido proceso. Ampararse para que no lo manden a un reclusorio de alta seguridad y en uno chiquito, aquí en la ciudad de México, pueda escaparse cualquier fin de semana.

En fin, estas son historias que se seguirán en las primeras planas de los diarios y las benditas redes sociales durante los próximo 20 ó 30 años siguientes, hasta que se autorice el libre consumo de ciertas drogas, como ocurrió en Estados Unidos en 1920 con la famosa, sangrienta y mortal Ley Seca, donde el alcohol era considerado una droga mala que afectaba la economía de las familias, generaba violencia intrafamiliar y ocasionaba enfermedades mortales. Ganaron los Intocables, perdió Al Capone y el alcohol se autorizó, hoy se vende en cualquier esquina.

Lo mismo ocurrirá con la otra mafia, la de cuello blanco, con la divina clase política que durante años, décadas y sexenios tuvieron la sartén por el mango. Estas camadas de delincuentes fifí no son conocidos por sus apodos, sino por sus cuentas bancarias, se les identifica por sus tropelías, fraudes, abusos, tráfico de influencias, caciques de la corrupción y por ser aguerridos soldados de la impunidad.

Así, el mapa delincuencial arriba y abajo, seguirá siendo el mismo durante las próximas dos o tres décadas, mientras los nuevos Intocables aprueban el uso de determinadas drogas, para quitar el monopolio a los narcos y, los Al Capones de barrio saben que su imperio sin apoyo político, entró en la recta final, saben que el lavado de dinero y el virus del dinero fácil, pronto los llevará a una muerte ligera, pero, también de primeras planas…  Cuestión de tiempo.

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