Cultura

La Capilla de la Virgen del Rosario, en Zacatenco, una obra que data de las primeras décadas del siglo XIX

Bajo la supervisión del INAH, se atendieron fracturas y grietas en muros interiores y exteriores de la sacristía y la cúpula, y fracturas en el muro testero y el contrafuerte.

La Capilla de la Virgen del Rosario está ubicada en el Barrio de San Pedro Zacatenco, en la alcaldía Gustavo A. Madero, a las faldas del cerro del mismo nombre. En su altar luce espléndida la figura de la Virgen del Rosario, una escultura hecha de pasta de caña de maíz, antigua y milagrosa, la cual fue resguardada durante la rehabilitación de su capilla, dañada por el sismo del 19 de septiembre de 2017.

Bajo la supervisión del INAH, se realizaron resacimiento de daños como liberación de aplanados, y consolidación de cúpula, muro testero y contrafuerte. Foto Edith Camacho

El bello oratorio, anexo a la Parroquia de San Pedro Apóstol, representa el primer inmueble histórico de carácter religioso de la Ciudad de México intervenido tras los sismos, luego de haberse atendido los de carácter civil, el cual  la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)  entregaron a su comunidad en octubre de 2019, luego de que concluyeron los trabajos llevados a cabo y que se solventaron mediante el seguro institucional.

El bello oratorio, anexo a la Parroquia de San Pedro Apóstol, en Zacatenco, se entregó esta semana a la comunidad en el marco de la fiesta patronal. Foto Edith Camacho

La restauradora Mariana Méndez, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, explicó que luego del sismo del 19 de septiembre de 2017, los bienes muebles de la capilla se desmontaron y se les hizo una limpieza mediante aspirado y brocha, para luego ser embalados y trasladados para su resguardo. Luego que concluyeron los trabajos de restauración de la capilla, éstos bienes fueron devueltos a su sitio.

Algo curioso de la Capilla del Rosario, es que de sus estrechos muros cuelgan excelsas pinturas virreinales de gran formato. Méndez destaca un óleo de 2.90 por 3.80 metros, el cual retrata la solemne procesión a la imagen de la Virgen de Loreto implorando su socorro para acabar con la epidemia de sarampión que asoló a la Ciudad de México, en 1727.

Gracias a una investigación de las expertas Luis Elena Alcalá, Patricia Díaz Cayeros y Gabriela Sánchez Reyes, se sabe que al menos esta obra pertenecía al colegio e iglesia jesuita de San Gregorio, donde se cristianizaba y educaba a los hijos de la nobleza indígena, y debió llegar a la Capilla del Rosario en una época posterior a la expulsión de esta orden religiosa, es decir, después de 1767.

En un artículo sobre este importante óleo, las especialistas refieren que Horacio Sentíes, en su historia sobre la iglesia de San Pedro Zacatenco, señala que, en las primeras décadas del siglo XIX, la Capilla de la Virgen del Rosario estaba edificándose en coincidencia con la construcción de la nueva iglesia de Loreto, «como sucedió con tantos otros templos, (la capilla, que contó con patrocinadores) muy bien pudo aprovechar las ventas de obras antiguas de iglesias que se estaban remodelando y reedificando».

A su vez, la arquitecta Diana Hernández, adscrita a la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH) del INAH, señala que el proceso de resarcimiento fue lento, porque las acciones se fincan en diversos estudios y en un proyecto formal de restauración y no en tareas paliativas.

Hernández, quien coordinó las construcciones atendidas con financiamiento de seguro, precisó que la Capilla de la Virgen del Rosario, localizada en la alcaldía Gustavo A. Madero, pertenece al grupo de espacios restaurados bajo este esquema y su intervención se dio con celeridad debido a sus modestas dimensiones y a que estaba catalogada con daño moderado.

El maestro en Restauración de Monumentos, Óscar Benítez Ortega, responsable técnico de la empresa a cargo de las obras, explicó que el primer paso fue realizar un levantamiento planimétrico completo, el cual sirvió de punto de partida para diseñar el proyecto de intervención.

La Capilla del Rosario —dijo—, es un oratorio lateral a la Parroquia de San Pedro, que es del siglo XX; y es justamente el testigo que queda del templo primigenio. Con el sismo se generaron fracturas y grietas en muros interiores y exteriores de la capilla y la sacristía, así como en la cúpula, además de desprendimiento de recubrimientos y fracturas en el muro testero y el contrafuerte.

Capilla del Rosario, dañada por sismo del 19-S, primer inmueble histórico intervenido en CDMX.Foto Edith Camacho INAH

No obstante, indica el también doctor en Arquitectura por la UNAM, estos daños fueron consecuencia de una serie de prolongados deterioros: “las humedades y la falta de mantenimiento ocasionaron la pérdida de las juntas en los mampuestos, donde también proliferó vegetación parasitaria. Al perder esa unidad constructiva, las ondas sísmicas provocaron la separación de los elementos y la generación de fracturas, por ejemplo, la bóveda de ladrillo tuvo un deslizamiento hacia los muros hechos en piedra volcánica».

Benítez detalló que se erradicó la vegetación parasitaria, se liberaron aplanados en áreas de muros y cúpula; y mediante recalce pétreo e inyecciones con mortero de cal y arena, se consolidaron la cúpula, el muro testero y el contrafuerte. Finalmente se hizo restitución de aplanados y pintura; al respecto indicó que, al retirar pintura vinílica desprendida, se descubrieron testigos de pintura mural, los cuales deben conservarse e investigarse por especialistas.

La rehabilitación de la Capilla del Rosario, supervisada por el arquitecto Guillermo Fuentes Maldonado, de la CNMH, se realizó siguiendo los principios internacionales de máximo respeto al original, legibilidad, reversibilidad, y compatibilidad de materiales. También, se entregó un plan de mantenimiento a las autoridades eclesiásticas que incluye la limpieza de sistemas pluviales, el adecuado aseo del espacio y la revisión de instalaciones eléctricas.

Se requiere un cambio de conciencia

Los párrocos Jesús Medrano y Felipe Reynoso reconocen que ha sido un trabajo común y eficiente el que permitió que la capilla haya abierto de nuevo a misa entre semana. En su opinión, una de las lecciones que deben sacarse de esta experiencia, es la necesidad de mantener en óptimas condiciones tanto el templo como la capilla: “Los sacerdotes tenemos que ayudar a que las comunidades valoren las obras de arte que resguardan las iglesias y la historia de los templos.

Los especialistas tienen razón cuando comentan que a veces nos organizamos más para celebrar las fiestas patronales, comprar el castillo o contratar el grupo musical, que para invertir en el cuidado de las iglesias. Requerimos un cambio de conciencia para que esto no vuelva a pasar”, expresaron los sacerdotes.

 En la capital del país, 197 edificaciones patrimoniales resultaron afectadas por el temblor de 2017,  de ellas 178  corresponden a iglesias.

Fotos: Cortesía

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