Columnas

PANDEMIAS, TRAGEDIAS Y LITERATURA

Por Marcos E.C.

En periodos de profunda crisis colectiva, la literatura puede resultar la mejor terapia. Es lo que parece que ha ocurrido en España e Italia, dos países fuertemente golpeados por el COVID19, donde en semanas pasadas se ha registrado un notable aumento en la venta de dos novelas, de sendos premios Nobel, La peste, de Albert Camus, y Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.

La lectura para procesar mejor una catástrofe se ha observado ya en otras ocasiones. En Francia, tras los graves atentados de París del 13 de noviembre del 2015; tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y las tragedias naturales, como en Fukushima, Japón (que desembocó en una desgracia nuclear); o los terremotos de México, ambos del 19 de septiembre de 1985 y 2017.

No es extraño que Camus sea uno de los escogidos para estos días, aunque sin duda hay unos cuantos más de los que los lectores pueden echar mano para tiempos de epidemia y confinamiento, desde el Diario del año de la peste, de Daniel Defoe –el autor de Robinson Crusoe y una de cuyas frases abre La peste – al Decamerón de Boccaccio, con sus cuentos eróticos, ingeniosos, vitales y también trágicos. Así como otros ambientados en América del sur, con Cien años de soledad de García Márquez (otro premio Nobel) y su epidemia del insomnio.

Leer el Diario del año de la peste de Daniel Defoe, referente de Camus y de tantos otros, incluida La guerra de los mundos de H.G. Wells, (en la que la invasión es no de patógenos sino de marcianos), impresiona. Defoe vivió esa peste de niño, pero como escritor y periodista, se documenta a fondo y realiza una crónica en la que es difícil dejar de ver ecos hoy, incluido un desfile de estadísticas continuo sobre la propagación de la peste en las diferentes parroquias de la capital británica.

Si en Robinson Crusoe aborda la forma en la que una persona supera vicisitudes que amenazan con aniquilar la esencia humana y destruir el sentido de identidad y dignidad, en el Diario del año de la peste es toda la comunidad la que se enfrenta a lo horrible y lo inesperado.

Curiosamente en el primer párrafo señala que la plaga “había sido introducida, según unos desde Italia, según otros desde Oriente”, y cuenta cómo el gobierno se prepara en secreto para evitarla, los primeros muertos en Londres, franceses, o cómo hay gente que se muda y la extiende. Y cómo descubren en un cierto momento “que la epidemia se había extendido hasta tal punto que ya no había esperanzas de que pudiera ser dominada”.

Y, por supuesto, narra a “los más ricos y acomodados agolpándose en los caminos para huir de Londres junto a sus familias y sus criados”. Y cómo “se rumoreaba que el gobierno iba a ordenar que se interceptasen los caminos con vallas y torniquetes”. Las ordenanzas del momento decretan el cierre de “representaciones teatrales, de combates de osos, de juegos, de cantos de baladas”, y se prohíben banquetes y beber en tabernas a partir de las nueve de la noche.

Por supuesto, nadie sale indemne en ningún libro sobre plagas. Si el Ensayo sobre la ceguera de José Saramago relata una epidemia de ceguera y las consecuencias dramáticas que la respuesta egoísta de la gente provoca, metáfora de la sociedad desencajada en la que vivimos, en el Decamerón de Bocaccio las siete mujeres y los tres hombres huyen de una Florencia en la que cunde el comportamiento bestial en medio de la peste y, de algún modo, ellos avanzan a una regeneración, construyen otro mundo en el que los valores son la inteligencia y el sentido lúdico de la vida y en el que se exalta el sexo como instinto natural. En el Edipo Rey de Sófocles la consecuencia de la peste que asola Tebas es la más obvia: Edipo, que había vivido en la ignorancia de sus orígenes, descubre por fin quién es. Un viaje al autoconocimiento.

No dejemos pues, en estos días de encierro involuntario, primero ¡leer! Y segundo leer a los clásicos mencionados, que siempre van a dejar en nosotros, una puerta abierta a la imaginación y al conocimiento.

Punto y aparte

Mi agradecimiento a todos los profesionales de la salud, por su entrega y sacrificio.
Gracias médicos, enfermeras, afanadoras, personal administrativo de clínicas y hospitales.
Un saludo y agradecimiento muy especial, esperando su pronta recuperación para mi querida Doctora.

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