Columnas

Cuando la ciencia no entiende que a toda acción corresponde una reacción de igual fuerza

Por Jesús Sánchez Ramírez

Hace unos días, los mexicanos nos desgarramos las vestiduras con el proditorio asesinato del afroamericano George Floyd, en Minneapolis. Se nos nublaron los ojos con lágrimas de odio, rebeldía y desesperanza al ver cómo un policía sometía al presunto delincuente (había querido pagar una cuenta con un billete de 20 dólares). Mantuvo su rodilla sobre la tráquea de Floyd y poco o nada le importó que el sometido dijera que no podía respirar.

Hoy, el policía y tres de sus compañeros que lo acompañaron en tan nefasta acción están detenidos y enfrentan cargos de homicidio. Según investigaciones periodísticas norteamericanas, cada año mueren a manos de las diferentes corporaciones policiales entre 1,200 y 1,400 personas. Esto, nos dicen, no sólo es resultado de la brutalidad policiaca, sino también es considerado crimen de odio por discriminación y racismo.

En Estados Unidos, por desgracia el color de la piel es motivo para discriminar y perjudicar a millones de personas.

Y todo lo anterior se sobredimensiona en estos tiempos de la posible reelección del Presidente Donald Trump a quien, por cierto, Twitter le ha advertido que le cerrará su cuenta si persiste con su discurso de odio.

En fin, les decía al inicio de estas líneas que nos dolíamos los mexicanos y gran parte de la Humanidad por la muerte de George Floyd, en cuyo nombre se desataron rachas de protestas y marchas que, por desgracia, culminaron en vandalismo y rapiña. ¿Así se demanda justicia? Yo, en lo personal, creo que no.

Acá, de este lado del río Bravo, hace cosa de un mes, en un poblado de Jalisco, fue sometido el joven Gionany López, de oficio albañil, por no utilizar cubrebocas. Tal acción, deplorable acontecimiento, fue a las puertas de su casa y ante su familia. Se lo llevaron de noche, con vida, y apareció al día siguiente, muerto y con un balazo en una pierna.

Su caso se conoció, también, por las benditas redes sociales, al grado que el cineasta Guillermo del Toro se pronunció al respecto y señaló que «A más de un mes, no hay respuestas, no hay arrestos. No es abuso de autoridad. Es asesinato. El sinsentido -la locura absoluta- es que ocurra un asesinato a nombre de un asunto de salud pública”, publicó el cineasta.

Bueno, el viernes esa olla de presión estalló, se incendiaron varias patrullas, se vandalizaron varios comercios y se le prendió fuego a un policía. El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro fue presto en denunciar que el ataque había sido orquestado desde los sótanos del poder en Ciudad de México, a lo que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, le contestó de botepronto y le señaló el que acusa debe probarlo.

Ante esto, el mandatario estatal y antiguo aliado del señor López le bajó dos rayitas a su discurso y aclaró que «Lo que yo le digo al Presidente de México es que yo sigo creyendo que es una gente de bien, que él no está dando estas instrucciones, pero también le digo con claridad que su gente cercana, que gente de su gobierno y su partido le apuesta a la violencia como una ruta para seguir cuidando sus intereses y sus agendas personales, le digo que él como jefe de Estado está obligado moralmente a atender una petición puntual, respetuosa que hacemos desde el Gobierno de Jalisco”.

Mientra tanto, en la Ciudad de México se organizaron los autonombrados anarquistas y con el mismo pretexto de Giovany, que no reclamo de justicia, se dieron un banquetazo de destrucción, rapiña, vandalismo y discurso de odio que culminó con sus actos violentos frente a la embajada estadounidense.

En este evento se registró el incidente de una jovencilla de 16 años que andaba arrojando piedras y tubazos a los policías. Quiso el karma que la pendenciera cayera y quedara junto a las botas de los genízaros con obvias consecuencias.

Uy, no hubiera pasado esto porque de inmediato la jefa de gobierno se aventó un soliloquio en redes sociales en el que dijo que «Aun cuando se cometieron actos de alteración al orden que deben ser sancionados di la instrucción clara y precisa de evitar una confrontación, sin embargo, no se obedecieron las órdenes a cabalidad y se cometió abuso policial al menos contra una adolescente y para mi gobierno esto es inaceptable».

Vaya mensaje «aun y cuando se alteró el orden» reconoció, ella dio instrucciones para que no se tocara ni con el pétalo de una rosa a los vándalos y ordenó, por el contrario, que los policías involucrados fueran consignados, lo que ya ocurrió en agravio de dos elementos.

Entonces, aquí es donde yo me pregunto para qué lleva a los policías a las calles, para que los ofendan, los agredan y humillen hasta prenderle fuego? Cuánto desprecio por las instituciones encargadas de resguardar la ley y el orden.

Y miren ustedes que cambio de visión de alguien que estuvo detrás de las vallas que los malandros trataron de derribar «Mi profundo agradecimiento a la policía de la CDMX por la protección brindada ayer cuando una banda de anarquistas violentos atacó nuestra sede diplomática con cócteles molotov y piedras. La policía demostró valor y profesionalismo ante los delincuentes», escribió en su cuenta de Twitter el embajador de Estados Unidos en nuestro país, Christopher Landau.

Y más tarde en respuesta a un medio de comunicación el embajador acotó «¿Por qué insisten en llamar “manifestaciones” a un ataque violento a nuestra embajada? Hay que llamar las cosas como son. Muy peligroso borrar la línea entre la protesta y el vandalismo. Y me molesta que hayan puesto entre comillas que nos atacó una banda de anarquistas violentos».

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