Columnas

Los medios de la clase media

Por: SAMUEL PRIETO RODRÍGUEZ

Pobre clase media, tan lejos de Dios y tan cerca de AMLO. El tema ya ha sido informado y analizado ampliamente aquí en Latitud Megalópolis, así que la parte política está más que cubierta.

Pero esas no son las únicas adversidades que enfrenta ese estrato de la población. De hecho, su propia definición es tan indefinida como un mar de entropía y caos, y su forma de vida está en mucho más peligro de lo que parece. No exagero.

Para empezar, sí, la clase media es aspiracionista. ¿Qué tiene de malo? Esa es justo la particularidad que la convierte en la más luchona e impulsora de la economía interna mediante el consumo, la productividad, el estudio y el desarrollo continuo.

Su principal problema es que no tiene muchas oportunidades de avanzar con su propio esfuerzo porque el Estado, que es el responsable de crear esas oportunidades mediante sus políticas públicas, está haciendo todo lo contrario. Se puede ser un gran futbolista pero si no hay cancha ni balón, no hay manera.

Pero más allá de eso, también hay grandes desafíos en otros frentes.

ADIÓS AL ESTILO DE VIDA CLASEMEDIERO MILLENNIAL

La clase media es la principal consumidora de tecnología móvil y su universo de apps, muchas de ellas gratuitas y financiadas con publicidad, pero otras con servicios de paga que en su inicio ofrecieron gran calidad de atención y tarifas muy atractivas para construir mercado pero ahora están acercando rápidamente sus precios a su valor real de mercado.

Particularmente la generación millennial y las posteriores clasemedieras que ahora están acostumbradas a ese modo de vida, tienen dos opciones dolorosas: pagar mucho más por él o dejarlo ir.

¿Exagero? Van casos concretos:

Desde que llegó a México en 2013, Uber supo mantener la euforia por la novedad con estrategias que resultaron temporales: automóviles nuevecitos y cómodos frente a los maltrechos y sucios taxis convencionales, conductores presentables y amables que hasta ofrecían una botellita de agua sin cargo extra y tarifas que en momentos eran hasta más bajas que los muchas veces amañados y tramposos taxímetros.

Para 2014 la app ya tenía 120 mil usuarios y dos años después los había multiplicado por 10, aún con todas las controversias que hubo sobre el servicio incluyendo las protestas de sus propios conductores sobre las ganancias tan bajas que obtenían.

Quedaba claro que esa forma de operar no era la definitiva. Hoy, el costo de pedir un servicio con esa app ya es cada vez más cercano a su valor real, muchas veces bastante alto particularmente cuando se activa la tarifa dinámica, los vehículos ya no son tan cuidados y los choferes sí, cada vez más patanes.

Pedir alimentos con Rappi ya sale bastante más caro entre el costo de envío, la tarifa de servicio y la propina del mensajero. De repente puede contenerse un poco mediante un pago mensual si se es cliente frecuente o enganchándose con su tarjeta de crédito que anuncian como inclonable y sin anualidad pero su tasa de interés puede llegar hasta el 65 por ciento anual.

Otro ejemplo son, por supuesto, las plataformas Subscription Video On Demand (SVOD) con las que ver televisión se convirtió en una especie de placer culposo: prácticamente todos niegan verla pero sigue siendo, por mucho, el medio masivo por excelencia.

Netflix llegó a México en 2011 con acceso a todo un universo de series y películas, incluso varias que no se habían visto acá antes, por una tarifa bajísima de 99 pesos por mes. La renta en DVD y Blue Ray se hizo obsoleta y la euforia por un servicio tan eficiente, barato y único disparó el número de suscripciones.

Hoy ya no es así. Más allá de que la tarifa de Netflix es bastante más elevada, de 139 a 266 pesos según el plan que se contrate, ya no concentra todos los contenidos más populares que ahora están pulverizados en otros servicios que también tienen costo.

Es cierto. El estilo de vida clasemediero millennial como lo conocemos, se desvanece gradualmente.

¿QUÉ ES LA CLASE MEDIA?

Por principio de cuentas ¿qué carambas es la clase media? Por increíble que parezca no hay una métrica específica, realista y clara para determinar quien pertenece a ese sector de la población y quién no.

Usando un poco de sentido común, el término sugiere que se trata de quienes no son pobres pero tampoco ricos, es decir, el nivel medio con capacidad para mantener cubiertas todas sus necesidades básicas y darse al menos uno que otro gusto de vez en cuando.

Esa es una percepción propia. ¿Qué dicen los expertos? La fórmula de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dice que la clase media de un país está integrada por las personas que tienen un ingreso mensual de entre 75 y 200 por ciento del promedio nacional.

Si aplicamos ese criterio y considerando que el ingreso medio en México es de 7,128 pesos, entonces la clase media es la que gana entre 5,346 y 14,256 pesos. Más de esa cantidad ya es pertenecer a la clase alta. ¿En serio? Por supuesto que no.

Asumiendo que el hogar promedio tiene dos padres y dos hijos, incluso el ingreso clasemediero más alto da, ni por asomo, para vivir en el arquetipo de ese estrato de la pirámide.

¿Entonces? Un parámetro más realista es el Índice de Desarrollo Social de Evalúa de Ciudad de México: ser de clase media significa tener ingresos suficientes para el acceso continuo a educación, salud, seguridad social, agua, drenaje, electricidad, teléfono e internet, combustible, bienes de consumo duradero y no trabajar más de 48 horas por semana.

Para lograr eso se requiere un ingreso de 16,000 pesos mensuales, no por familia sino por persona, de acuerdo con un análisis de la profesora y doctora en gobierno por Harvard, Viridiana Ríos, publicado en The New York Times.

LOS IMPOSTORES DE LA CLASE MEDIA

Ya acercados a una definición algo más exacta de la clase media, queda claro que tiene bastantes impostores ¿no? Una encuesta hecha por De las Heras Demotecnia en 2019 dice que el 61 por ciento de los mexicanos se considera parte de ese estrato social.

La verdad es que solo el 12 por ciento, unos 15 millones de personas, lo es.

Bueno, eso, con datos previos a la pandemia que vino a dar al traste con la economía al punto de que muchos clasemedieros dejaron de serlo.

Como los parámetros y cifras oficiales no se ponen de acuerdo en la clasificación, por ahora no es posible dimensionar el tamaño real actualizado de la clase media pero aquí un botón de muestra: Una evaluación del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) dice que “más de 13 millones de personas con ingresos medios y altos cayeron al grupo de menores ingresos. Esto muestra la fragilidad de quienes, por lo regular, no se encuentran en una situación de pobreza”.

Y es que la peor crisis de la historia reciente, provocada por el SARS-CoV-2, pegó duro hasta a los más pudientes. El Informe de Riqueza Mundial 2021 del Credit Suisse Research Institute dice que México perdió 10 mil millonarios durante el año de la pandemia. El parámetro que utiliza son las personas con un patrimonio de por lo menos un millón de dólares, que pasaron de ser 274 mil en 2019 a 264 mil en 2020.

El que haya millones de personas asumiéndose como de clase media sin serlo de forma realista es un asunto muy serio, mucho más allá de un problema de percepción, autoengaño o autoestima. Una medición mala o deficiente crea políticas públicas igualmente malas y deficientes.

Una población que vive engañada o autoengañada tampoco reclama al Estado que haga lo que le corresponde para que haya efectivamente una clase media real, robusta y amplia en vez de estigmatizarla y atacarla.

En efecto, ya lo decíamos, la clase media se caracteriza por ser aspiracionista y esa es justo la particularidad que la convierte en la más luchona e impulsora de la economía interna mediante el consumo, la productividad, el estudio y el desarrollo continuo. El papel del gobierno es crear las condiciones y oportunidades para que todo eso sea posible.

Arriba