Cultura

La viralización del ego

Esta guerra sin cuartel, contamina en desmedida el debate público, y nos lleva a callejones sin salida, donde el más pendenciero es el que sale avante en la lucha; donde los argumentos no cuentan mucho, sino las ofensas que se puedan realizar al integrar una defensa lo suficientemente extrema, para que se haga de seguidores.

Por: JAFET RODRIGO CORTÉS SOSA

No he terminado de entender por qué se sigue nutriendo la guerra encarnizada por tener la razón, que se ha vuelto tan habitual en redes sociales, entre comentarios y publicaciones, que buscan a toda costa justificar sus posturas.

Se ha convertido en el deporte predilecto de muchos, que, ciegos por los espejismos del yo, han emprendido una cruzada repleta de falsos ganadores y discusiones estériles, que contribuyen de forma directa a la viralización del ego.

Esta guerra sin cuartel, contamina en desmedida el debate público, y nos lleva a callejones sin salida, donde el más pendenciero es el que sale avante en la lucha; donde los argumentos no cuentan mucho, sino las ofensas que se puedan realizar al integrar una defensa lo suficientemente extrema, para que se haga de seguidores.

La viralización del ego se alimenta del odio, y de la radicalidad en la que vivimos desde hace tiempo en redes sociales, que no muestra muy a menudo la verdadera cara de las personas, sino una versión de ellas, en muchas ocasiones maquillada desde el performance.

En este punto, todos pretenden tener la razón antes que ceder, montados en el discurso y el tren del pensamiento de aquel personaje que alimenta su yo, con cada comentario o reacción de aprobación; y al mismo tiempo les encadena la máscara al rostro, cuando peligrosamente se creen la mentira, la verdad a medias, o la falsa idea de que la única postura correcta es la nuestra.

El intercambio es prácticamente inútil cuando es más fácil que se vuelvan virales las lesiones, los golpes bajos, o lo radical de una discusión; que los argumentos, que al final quedan empantanados en la parte más profunda del todo.

Es infructífero todo lo que digamos y hagamos cuando se perdió el respeto por la opinión de los demás; cuando pasamos directamente a las ofensas y acusaciones directas, en esa guerra sin cuartel y sin un objetivo preciso más que tener la razón.

La máscara del performance, debe ser radical por excelencia, porque en sí es una representación de un punto, exagerándolo para expresar algo; lo peligroso de esto es cuando el portador pierde la brújula, y termina por no aceptar de ninguna forma quitarse la máscara, ni para respirar.

Hay quienes portan la máscara extremista de que todo siempre estará mal; otros, utilizan la del extremo contrario, viendo todo positivo; otros más, se arrastran peligrosamente en compartir comentarios o contenido suicida.

Otros antifaces más variados que son utilizados en estas representaciones escénicas virtuales, se construyen a través de posturas radicales en aspectos políticos, religiosos, deportivos, entre otros cientos de miles que se forman conforme a las circunstancias, y a la variedad de temas contemporáneos que puedan surgir.

Muchas veces no son posturas propias, sino la gesticulación de ideas que no se creen del todo, pero que sirven para justificar alguna decisión que se haya tomado: la compra de algún producto, un resultado deportivo, la elección de un político y sus acciones de gobierno, entre otros ejemplos.

Los internautas, claramente se ha percatado que los extremos, mediáticamente se vuelven algo rentable, quedando entre un extremo y otro la gente de en medio, que es devorada por ambos bandos.

Los comentarios, publicaciones y contenido neutros, que buscan llegar lo más cerca a la objetividad, o conciliar, pasan desapercibidos entre la marea de odio y la tormenta de arena que se forma desde el horizonte. En sí, la gente no busca eso, conciliar, sino incendiar sus naves al costo que sea, y ver qué pasa después.

Es urgente desconectarnos de nosotros mismos y de la necesidad de tener la razón, así como de la búsqueda infructífera por la aprobación pública; es urgente detenernos un rato y ver sin juzgar; buscar puntos en los que podamos coincidir con los demás, que por muy difícil que parezca, siempre los hay.

Conciliar es una satisfacción que muchas veces despreciamos; conciliar nuestro pasado y nuestro presente, para poder dejar de viralizar el ego y encontrar la paz y el crecimiento colectivo.

Datos del autor:
Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana
Consultor Político y de Comunicación/ Humanista/ Escritor y poeta/ diletante de la fotografía.
Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés

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