Columnas

¿Y SI SE LO COMPROBAMOS?

Por: FRANCISCO RODRÍGUEZ

La primera “mañanera” de esta semana contuvo un reto para todos aquellos a los que el Presidente de la República considera “adversarios”.

Dijo que sus opositores no pueden probar que tiene vínculos con el crimen organizado y que inventan para atacarlo.

No se necesita una investigación profunda y detallada para comprobárselo.

Él mismo ha dado variadas muestras de su acercamiento con, cuando menos, una de las bandas de narcotraficantes cuya violencia desatada asuela a los habitantes del país.

Aunque tal proximidad pareciera ser extensiva a todos los grupos delincuenciales que impunemente actúan en el territorio nacional… y allende las fronteras.

Durante esa mañanera, el titular del Ejecutivo Federal aseguró que tiene principios, ideales y lo que estima más importante en su vida es la honestidad.

Palabrería hueca que contrasta con su política de “abrazos y no balazos”, mediante la cual los mañosos hasta persiguen, golpean y, lo peor de todo, humillan a los inermes miembros de las fuerzas de seguridad, incluidos el Ejército, la Marina y la aún malograda Guardia Nacional.

Luego, aquel octubre negro cuando –a confesión de parte, relevo de pruebas, que dicen los abogados– ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, hijo del “señor Guzmán” como, respetuosamente, él prefiere llamarle al ahora recluso conocido como El Chapo. Una decisión controversial que lo alejó de la sociedad y lo acercó aún más a los narcotraficantes.

Una decisión oscura que no tiene justificación en la cantaleta de que fue “para evitar una matazón” y que, como cualquier decisión tomada por una persona o grupo que tenga poder discrecional para hacerlo sin que exista transparencia total sobre el proceso de toma de decisiones es vulnerable a la corrupción.

Un presidente en la bolsa del narco

La conexión entre el narcotráfico y la política ya no es tan transparente como en ese caso extremo. Pero eso no significa que se haya atenuado. Al contrario, que los vínculos puedan ser menos evidentes le ha permitido al crimen organizado infiltrar como nunca antes las estructuras del Estado.

Y es que los delincuentes necesitan cobertura judicial, política y policial para funcionar.

Entonces han ido corrompiendo de a poco las estructuras estatales para poder manejarse con libertad.

Para ello cuentan con una enorme cantidad de recursos, y sobre todo, dinero en efectivo.

Hasta donde se sabe, hace dos sexenios tuvieron como cómplice a un secretario del Despacho Presidencial, Genaro García Luna.

Hoy ¿por qué no iban a tener al mismo jefe del Ejecutivo en la bolsa?

Candidatos impuestos por la maña

Una forma de penetración más o menos reciente es la utilización de la propia democracia en su provecho.

Hay ejemplos en los que los alcaldes, más que seguir los lineamientos partidarios responden a las mafias.

Uno terminó preso por eso y estuvo encerrado en la cárcel del Altiplano, la misma de la que se fugó El Chapo Guzmán.

Se trata de José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala, Guerrero. Fue arrestado por su responsabilidad en la desaparición de 43 estudiantes en septiembre de 2014. Las evidencias muestran que actuó en cooperación con el cartel Guerreros Unidos, para evitar represalias contra su esposa, María de los Ángeles Pineda.

Y más recientemente, durante el “reinado” de AMLO y de Morena, la práctica se ha extendido a los gobernadores.

Los delincuentes amenazan, secuestran y hasta matan a los candidatos a puestos de elección popular que no les son afines.

Y apoyan con votos y con funcionarios electorales a modo, aún de las propias filas de las mafias, a aquellos con los que ya negociaron todo tipo de prebendas. No sólo que los dejen “trabajar”. Ahora también el control de mercancías de primera necesidad.

Desde la venta de pollo al público hasta materiales de construcción.

¿Será, entonces, muy difícil comprobarle a AMLO su permisividad, su omisión y hasta su complicidad con la delincuencia organizada?

Indicios

Los ataques de Claudia Sheinbaum a la alcaldesa Sandra Cuevas tienen el mismo trasfondo político que aquél en el que el dizque gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, encarceló a José Manuel del Río Virgen: atacar por la espalda al líder senatorial Ricardo Monreal Ávila. La jefa de Gobierno de CDMX no digiere aún la escandalosa derrota que sus huestes sufrieran en la elección del 2021 y culpa de ello al zacatecano, cuando ha sido su pésima gestión desde el viejo edificio del Ayuntamiento la que ha provocado que cada día su popularidad decaiga aún en aquellas alcaldías donde Morena triunfara el año anterior. El veracruzano, por su parte, actúa en apoyo a ella que abiertamente es su candidata en la próxima sucesión presidencial. Pero quien requiere apoyo es García pues a cada rato es el propio AMLO quien sale a brindárselo en las “mañaneras” * Abusé del espacio. Le agradezco la lectura de estas líneas y, como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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