Columnas

RAZONES PARA PREOCUPARSE

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

Sin recurrir a la literatura que habla de Luis Echeverría, Presidente de México entre 1970 y 1976, los mexicanos que ya teníamos edad para razonar, recordamos pasajes de su vida nada agradables y desarrollamos la condición muy humana, de hacer comparaciones con el momento que vivimos ahora. Entre ambos existe una semejanza indiscutible.

Desde el principio de la actual administración, muchos acuciosos analistas políticos notaron de inmediato, una semejanza bastante grande entre el anterior y el actual Presidente. Los medios ya han dado cuenta de lo azarosa que se tornó la vida durante el mandato de Echeverría, fallecido apenas hace unos días, con 100 años, cinco meses y 21 días cumplidos. Una vida longeva llena de vicisitudes y de trabajo excesivo, que “hasta inventaba” para mantenerse ocupado, decían quienes trabajaron a su lado durante muchos años.

Antes de ser Presidente o cuando figuraba como el primero en la lista de aspirantes del PRI y por lo tanto, era obvio que se convertiría en el futuro Jefe del Ejecutivo, la oposición hizo publicar las calificaciones obtenidas en la universidad, que verdaderamente daban lástima. Caso similar al presente. Hoy se sabe que nuestro gobernante abusó del tiempo en la escuela y que ni siquiera obtuvo un título universitario, después de 14 años, sostienen las malas lenguas.

En tiempos de Echeverría, Prácticamente no había día que no amaneciera con una novedad desagradable, como ocurre hoy, con la diferencia de que en esta segunda oportunidad, los males son multiplicados a manera de raíz cuadrada. El despilfarro del dinero público estuvo a la orden del día, con inversiones en todas las empresas que llegaban a la mente del entonces mandatario, que no rebasaron su sexenio, porque todas fueron un verdadero fiasco. Un tiradero de dinero irresponsable, sin conseguir fruto alguno.

−Hablamos del pasado, que hoy tanto gusta ser recordado en las altas esferas de la 4T para hacer comparaciones que por nada han sido superadas, sino en lo que significa un pésimo gobierno−. Existen recuerdos dolorosos, como la matanza de Tlatelolco, el Halconazo y la guerra  sucia, durante la cual, muchos estudiantes fueron desaparecidos, lo mismo que críticos del gobierno.

Durante su desempeño comenzó una ola expansiva de devaluaciones. El peso mexicano se convirtió en una moneda inestable e inclusive, el gobierno echó mano de los ahorros que muchos mexicanos tenían en dólares, convertidos en polvo por una orden presidencial que lo depreció hasta el piso, porque el país necesitaba dinero y el que mandaba tenía en sus manos el arma para apoderarse de él, para usarlo como solución a problemas económicos que él mismo creó.

En un santiamén, el peso redujo su valor adquisitivo y el dólar inició un vuelo tan alto, que resultaba imposible alcanzarlo. Terminó la paridad de 12.50 pesos por un dólar, vigente desde 1954 y llegó hasta a 25 pesos por billete verde. Este fue el primer golpe, porque luego siguieron muchos otros, hasta que la esperanza de que terminaran las devaluaciones se perdió.

La historia es demasiado larga. Pero hasta hoy, ha sido “el único ex presidente mexicano sujeto a proceso penal, con dos órdenes de aprehensión —una el 30 de junio de 2006 y otra el 20 de noviembre de ese mismo año— y con prisión domiciliaria por más de dos años”. En una ocasión, cuando fue acusado de la matanza de Tlatelolco, incontenible, soltó las lágrimas. Sin pensar en él, Gustavo Díaz Ordaz lo consoló con sus valientes palabras que lo vestían de toda la culpa, cuando pidió no buscar más culpables. “El responsable soy yo”, dijo.

Hoy, el peso también se encuentra en una tablita. Ojalá y yo esté equivocado. Pero se avizoran tiempos demasiado difíciles para nuestra economía, que no tardarán en estallar estrepitosamente, dado que, para mantenernos estables se inyecta numerario en diversos rubros. Como a la gasolina, que no ha disparado sus precios gracias a esos malabares.

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