Columnas

EN EL CASO COLOSIO

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

Hace 28 años, el 23 de marzo de 1994, fue asesinado en un mitin en Lomas Taurinas, Tijuana, el candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, por “un asesino solitario que actuó por cuenta propia”. Dicen los expedientes emitidos por los diferentes fiscales que investigaron y que supuestamente coincidieron en sus conclusiones.

Durante buen tiempo tuve oportunidad de publicar lo acontecido y por lo tanto, de conocer los condensados elaborados por cada fiscal del caso, formados a partir del original que, según los funcionarios que lo conocían, mide ocho metros. Me llevé la impresión de que sólo el primero trabajó en el asunto y los demás se dedicaron a agregar algunos detalles no importantes. Como que dieron la bienvenida al nombramiento, al fin que ya todo estaba hecho.

Los fiscales fueron: Miguel Montes García, Olga Islas, Pablo Chapa Bezanilla y Luis Raúl González Pérez. Ninguno de los cuatro pudo dar un veredicto razonablemente creíble sobre lo ocurrido. Por lo tanto, los mexicanos que seguían el asunto permanecieron incrédulos sobre sus trabajos e inmersos en un mar de confusiones y en la desconfianza.

Las elucubraciones provocaron una reacción en contra del Presidente Carlos Salinas, a quien acusaban de haber ordenado el crimen. Aunque muchas que resultaban convincentes fueron las que hablaban de la participación del “vicepresidente”, como lo llamaban, José Córdova Montoya, personaje siniestro arrancado de Francia, con ascendencia en España, que se dedicó a hostigar en todo momento, al aspirante y a su esposa, Diana Laura Riojas.

En un afán de notoriedad, Pablo Chapa Bezanilla contrató inclusive a una “visionaria” versada en temas paranormales, conocida como La Paca o Francisca Zetina. En realidad una señora que se dedicaba a la invasión de terrenos en el oriente de la ciudad y que repentinamente se transformó en bruja digna de crédito. Un amigo me comentó: “hasta dónde llegan las autoridades. Contrataron a mi prima hermana, que de bruja tiene lo que yo de sacerdote”.

Ahora, la Fiscalía General de la República, reabrirá el caso ocurrido, como apunté, hace 28 años, cuando no hay siquiera una luz que alumbre el suceso de Ayotzinapa, de hace apenas ocho años y que en campaña, el ahora Presidente ofreció esclarecer, sin que hasta hoy haya logrado aportar algo nuevo.

¿Qué quieren ahora con un asunto de Colosio, cerrado hace tanto? Ya fue perdonado por el padre de la víctima, al aceptar una senaduría como pago a la torpe indagatoria en la que cuatro fiscales fracasaron y como consuelo ofrecido por los políticos en turno, para acallar la demanda de esclarecimiento.

El mismo hijo, hoy alcalde de Monterrey y visto como el que tumbará a la 4T, sólo por ser descendiente del político muerto hace casi tres décadas, sin ningún mérito político que justifique su posible triunfo,  ha dicho en múltiples ocasiones que ya perdonó a los que fraguaron la muerte de su padre.

Luego entonces, ¿qué se busca? Parece no más que otro distractor del campeón en este menester, que ya no encuentra en sus mañaneras qué decir o qué inventar para mantener a sus huestes de pen…santes chairos con la idea de no haberse equivocado en su elección, al emitir su voto a favor del “mejor presidente de México”. Porque así lo dicen cuando es el caso.

Se sabe que la reapertura obedece a una petición de Mario Aburto Martínez, único detenido relacionado con el tema. Desde un principio, la gente sospechó que nada tenía que ver. El día de los hechos se vio en la televisión al presunto asesino, tumefacto, con visibles golpes en la cara. Al día siguiente, a Mario, con la faz impecable. Esto hizo creer de inmediato en su inocencia.

Si en realidad no se trata de un distractor, resulta limpio y es posible determinar su inocencia, una disculpa sería un insulto grave, del tamaño del mundo. Entonces habría que idear una verdadera recompensa para él y su familia, sometida por las autoridades judiciales a todo tipo de amenazas, durante años.

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