Previo a la inauguración, el poeta y escritor Vicente Quirarte coordinó una mesa de diálogo en torno a la misma muestra.
Vicente Quirarte, miembro de El Colegio Nacional, inauguró la exposición «Correspondencias: Diálogos entre la letra y la imagen», en compañía del también colegiado Javier Garciadiego, así como de Mónica López Velarde, directora de programación y gestión de El Colegio Nacional; y Vivian Cárdenas, coordinadora de exposiciones y colecciones de esta institución.
Planeada por el artista Vicente Rojo antes de fallecer y continuada en su coordinación por Quirarte, dicha muestra incluye los trabajos de escritores mexicanos que han incursionado de diversas maneras en el lenguaje plástico, ya sea a través de la pintura, la caricatura, el libro de artista, el arte objeto, la fotografía, el collage y otras formas de expresión, donde el escritor muestra constancia y dedicación, haciendo del lenguaje plástico otra segunda forma de comunión artística.
Previo a la inauguración, el poeta y escritor Vicente Quirarte coordinó una mesa de diálogo en torno a la misma muestra —que se realizó en el Aula Mayor de El Colegio Nacional y se transmitió a través de sus redes sociales—, en la que participaron los poetas Kenia Cano, Jorge Esquinca, Carmen Boullosa y Mario Heredia; todos ellos, a su vez, interesados en el arte plástico y presentes con su obra plástica en esta exposición.
El artista “posee una segunda mirada que le permite conocer lo que otros han querido ver, esta segunda mirada se demuestra en la concreción plástica”, afirmó Vicente Quirarte durante la mesa, y dio lectura al texto de sala. Señaló que ya sea manifestada en collage, trazos, costuras, imágenes fotográficas, cuadernos intervenidos, “la cuestión pragmática o inmediata convertida en obra de arte se trata de ocupar el espacio con herramientas más allá de las palabras, que le sirven al poeta como instrumento primario de expresión. El poeta busca el silencio. Al emprender su aventura con el lenguaje plástico propone respuestas que, a su vez, abren nuevas interrogantes, nuevas formas de dialogar con el otro”.
“No es casual que los artistas reunidos en la última parte de la exposición Correspondencias…, sean fundamentalmente poetas, es decir, que han practicado la forma literaria más exigente, la más pura, la más contundente. Los poetas presentes aquí reflexionan sobre otras formas de mirar, su aventura rebasa los límites impuestos por la fortuna crítica”, agregó el miembro de El Colegio Nacional antes de dar la palabra a sus invitados.
Ese espacio de silencio, en el que la obra todavía no está terminada, pero que representa la factoría de la creación, es en el que Carmen Boullosa ha intentado capturar, al acercarse a la expresión plástica a través de su propia escritura manuscrita: “… yo buscaba la página, la tinta, los trazos que yo hacía. Nunca quise ser pintora, eran para encontrar mi voz, ese espacio que no es visual, que es un espacio que más pertenece a un espacio de silencio, a un territorio de silencio”, dijo.
“En mi caso personal, escribo a mano, manuscribo mis páginas desde muy jovencita, buscando cómo obtener mi voz, lo que yo quería decir, mi liga con la página, con la tinta; iba de hoja en hoja repitiendo el mismo texto, buscando encontrar cuál era la forma de ese texto, más que una correspondencia usando imágenes, usando las formas de las letras”.
A partir de los bocetos desechados por un artista fotorrealista neoyorquino, Boullosa explicó su interés “por ese espacio del creador que no llegaba al otro lado de la obra terminada, de la obra ya fija, de la obra en imagen completa, me dio a mí la manera de entrometerme y jugar con mis propios borradores, a escribir una historia en un espacio que no estaba terminado y donde yo fijaba ese camino de la creación que es tan difícil de reproducir”.
“Empecé a escribir cuando tenía 14, 15 años de edad, ahora tengo casi 68. En todos estos años de mi trabajo como escritora he usado la página como un espacio de exploración, después incluso mis manuscritos finales los termino a mano, los corrijo a mano, pero al tiempo voy explorando sobre la página con la tinta, a veces con imágenes, si mucho con tijeras, a veces en la novela que estoy trabajando”.
Libertad ante todo
Mientras para Boullosa el arte plástico es un camino para encontrarse con el espacio donde surge la creación, para el poeta Mario Heredia significa libertad. “Yo siempre he pintado, antes de escribir comencé a hacer dibujos, caricaturas, pero nunca me sentí con la capacidad realmente de dedicarme a eso. Por muchos años siempre he estado pintando, pero por muchos años me dedique a la literatura. Conocí a un gran amigo, el pintor cubano Ulises González, un gran pintor —en paz descanse—, que me dio clases y me empecé a dar cuenta, sobre todo, de la libertad”.
La invitación para participar en la exposición Correspondencias…, recordó, se la hizo el propio Vicente Rojo, mientras departía con él en su casa, durante una Feria Internacional del Libro de Guadalajara. “Algo salió de que tenía esta idea de hacer una exposición y entonces yo me ilusioné y empecé a sacar mis cosas escondidas, porque yo soy un pintor como escondido, empecé a enseñarle unos trípticos y un montón de cosas, me dijo: ‘te voy a invitar cuando se haga’”.
Cuatro cuadros de dos series distintas expone Heredia. “A mí lo que me da la plástica es esa libertad que no tengo con la narrativa, yo si separo completamente las dos cosas, cuando me canso de escribir es agarrar el lienzo y empezar a pintar sin saber qué. Yo empiezo con esta libertad, normalmente lo que pinto es abstracto, y juego con todas las técnicas sin conocerlas bien, porque no las quiero conocer, no quiero echar a perder; agarro un palo, tantito óleo y comienzo con el palo a pintar, o revuelvo carbón con unas yerbas”, dijo.
Otro poeta, Jorge Esquinca, participa con una serie de fotografías, tomadas durante la noche en los alrededores de su casa, muy cercana al lago de Chapala, en Jalisco. “Con mi proximidad y mi fascinación por el agua estuve haciendo fotografías durante paseos al caer la noche en la ribera del lago de Chapala. Lo hice entre enero y febrero de este año, en muchos paseos y caminatas fotográficas, porque en ese momento la marea del lago mueve, arroja los lirios hacia la orilla y crean una especie de estanque donde sueltan una especie de sustancia entre verdosa y amarillenta que va creando una suerte de espejismo visual”.
Esa aventura que, dijo, “no quiere ser otra cosa que buscar una alternativa de expresión”, incluye dos maneras de caminar: “Una de ellas es cuando algo que uno está escribiendo, un pequeño poema, un ensayo, una columna para un diario, recibe una suerte de stop, de no puedo pasar, entonces hay que salir, hay que dejar la pluma y uno se va caminando con esta palabras que están atoradas, que están bloqueadas, el hecho de caminar de alguna manera influye en que ese bloqueo se destrabe y el flujo, el agua de las palabras vuelva a tomar su cauce y aquello casi misteriosamente se resuelve”.
“Pero hay otra manera que es la me gusta más, que es cuando salgo a caminar sin palabras, sin pensar en palabras y salgo a caminar pensando en imágenes, pensando qué imagen voy a encontrar para atraparla, en la medida de lo posible, con la red de la cámara fotográfica, y eso me parece uno de los procesos más gozosos que puedo disfrutar en este momento de mi vida”, relató.
La también poeta Kenia Cano habló del proceso de elaboración de sus piezas de collage, que forman parte de la serie Las santas de Remington, que reflexionan en torno a lo santo, el cuerpo, las historias familiares.
“Yo empecé trabajando con el agua y creo que la escritura, y también la poesía, es agua, la misma tinta con la que se escribe un verso es la misma que se desliza hacia la línea, entonces siempre he pensado que está más comunicado, que la narrativa y la poesía, pero me parece que de pronto hay más cercanía entre la práctica de lo visual y lo textual, así como ese texto que es un tejido, también la textura de una obra”, explicó.
En la creación de sus piezas, dijo Cano, “mis mejores amigas son las tijeras y creo que eso también aplica en la escritura. Hay que tener un par de tijeras bien puestas. ¿Por qué las santas? y ¿por qué de Remington?, es un cuestionamiento del cuerpo femenino, de las ideas que también estorban y se muestran nuevas narrativas, el collage siempre ha sido un arma irreverente, lo fue y lo sigue siendo desde el surrealismo: decir esto no es, es esto otro”.
Además, agregó, “tiene también está carga metafórica de ensamblar estos universos que están distantes, de pronto se encuentran en una misma superficie, significando. Creo que no terminamos de decir con el collage, lo que ensamblo son bordados, fotografía, uso también cera de abeja para ensamblar todo, que además me parece algo muy metafórico, por el trabajo que hacen las abejas de transfigurar el polen en miel, en este néctar. También es como el surgimiento de la imagen, esa novedad, eso que no existía, es el encuentro fortuito de los materiales, esa pasión de pronto de lo que te encuentras”.
La exposición permanecerá abierta al público, con entrada libre y gratuita, hasta el 22 de octubre de 2022, en un horario de martes a domingo de 10:30 a. m. a 6:30 p. m., en la Sala de Exposiciones Temporales de El Colegio Nacional, ubicada en Donceles 104, Centro Histórico, Ciudad de México. La mesa de reflexión que acompañó a la apertura de la muestra se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.
Fotos: Cortesía