Por: ARMANDO RÍOS RUIZ
No hay forma de contener los desatinos repetitivos del Presidente. Sus incongruencias. Sus desencuentros consigo mismo. No es fácil tampoco explicar cómo aún tantos mexicanos le creen y también creen que es un hombre superdotado, cuando sus acciones lo desnudan inmediatamente y lo exhiben como el zoom politikon, que sólo se queda en el zoom. Con tan escasa materia gris. ¿Será que puede más un puñado de monedas bimestrales que la pésima conducción del país, ahora sí rumbo al despeñadero seguro?
El dinero es capaz de mover conciencias cuando ésta es demasiado pobre. Pero sólo la de los domésticos borregos que piensan más en su brillo que en todo un país, continente de los problemas como de las aspiraciones de sus habitantes, así como de los propios descendientes que nada importan frente a la dádiva de un mandatario que ha encontrado en esa táctica, la forma de obtener vitalidad para seguir adelante mientras el numerario no escasee.
Se antoja increíble advertir que las mismas palabras que todos los días repite el aspirante a dictador, entra a los oídos que están a los lados de la cabeza, pero no a los de la inteligencia de muchos mexicanos que después de casi cuatro años, aún permanecen sordos y más aún, ciegos. Debe tratarse forzosamente de entidades demasiado débiles, a quienes basta la sonrisa sarcástica de su guía para derretirse, sin darse cuenta de que es una burla para ellos mismos.
Todos los días dice y se desdice. Pero eso lo advierten unos, mientras otros le aplauden. Acaba de presentar su informe de gobierno que ni siquiera era necesario. ¡¿Para qué? Diariamente da uno en su conferencia mañanera. El anual es resumen del cúmulo de mentiras que ya ensordecen y que han cansado tanto, que muchos sienten que han enfermado a causa de eso.
Acaba de afirmar, como si de veras lo sintiera, que no le gusta imponer sus ideas. ¿No ha dicho con una irritación incontenible. Con un coraje a todas luces visible: ¡va porque va! ¡No me vengan con que la ley es la ley! Y otras muestras de su pergeño intolerante, rabioso e impositivo?
Ahora ha dado en criticar a los ministros de la Suprema Corte, por hacer su trabajo plegado a sus conocimientos de la ley. A los mismos que él impuso. Que creyeron representar un poder independiente de los otros dos. Principalmente del Ejecutivo, como mandata la Constitución. Repentinamente comenzó a criticarlos por trabajar en lo suyo de manera independiente y no en espera de recibir la señal de Palacio Nacional, para emitir sus propios juicios.
No le gustó la propuesta de imponer al Ministerio Público un quehacer que consiste en investigar antes de llevar a la cárcel a supuestos delincuentes. Es mejor ordenar, con el peso que tiene un Presidente de cualquier país, la detención de enemigos, sin importar la presunción de inocencia. Hace mucho que se habla de que en México, primero se es culpable y encerrado, hasta que el presunto malhechor demuestre su inocencia desde el encierro.
Ahora, según sus propias palabras, se equivocó al designar ministros a sus amigos que esperaba, serían sus comparsas. Era de imaginar que se refirió a Juan Luis González Alcántara, Yazmín Esquivel, Loretta Ortiz y Margarita Ríos Farjat. Tal vez éstos, pensaron que fueron sumados a la Corte en plan meramente democrático y que efectivamente, representarían un poder independiente.
En la mente del Presidente desfiló una idea diferente. La designación era precisamente para obedecer sus deseos. Por eso su declaratoria de haberse equivocado con el nombramiento. Esperaba obediencia ciega. Como la de los representantes populares en el Congreso, que fueron elegidos por el pueblo, pero para servir a un solo hombre y no a ese pueblo que confió en ellos.
Estamos por ver si el presidente de la corte y sus ministros mantienen su decisión, a pesar de que desde la Presidencia se han utilizado incondicionales, como al secretario de Gobernación y a otros, que notoriamente obedecen el mandato de oponerse al asunto de la prisión preventiva oficiosa.
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