También permite prever cuándo podría ocurrir un pico pandémico en una población, gracias a que se estudió la presencia del SARS-CoV-2 en aguas residuales de la CDMX.
Los lodos y las aguas residuales que se piensa que, por sucias y contaminadas, no pueden usarse o no tienen valor, son materia de investigación científica pues de ellas se recupera información que impacta la salud pública, ayuda a conocer prácticas de los habitantes de una región, y los resultados de los estudios contribuyen a la generación de políticas públicas para mejorar la gestión de los recursos naturales.
Con esta idea, el doctor Adalberto Noyola Robles, investigador del Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM, responsable de un proyecto financiado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI), aborda la problemática sobre un reúso seguro de las aguas residuales en la capital del país.
El trabajo que encabeza se halla en la fase final, lleva por título “Análisis de la eficacia en la remoción de patógenos y antibióticos representativos en las aguas residuales y lodos en plantas de tratamiento de aguas residuales en la Ciudad de México con fines de reúso seguro”, y busca poner énfasis en la factibilidad para que puedan reutilizarse sin riesgo para la población, como ya se hace en otros países.
La problemática tiene que ver con la calidad, presencia de patógenos, antibióticos contaminantes, genes resistentes a antibióticos y, por su actualidad, fragmentos de SARS-CoV-2.
Para obtener información se recolectaron varias muestras tomando como base cuatro plantas de tratamiento (PTAR) de la CDMX con distintos procesos y capacidades: Cerro de la Estrella, Santa Fe, Chapultepec y Ecoducto; las dos primeras son representativas del resto de las plantas que se manejan con el mismo sistema tecnológico en la CDMX.
En estas PTAR la toma se hizo en épocas de lluvia (sep-oct 2020) y estiaje (mar-abr 2021), y se trabajaron en los laboratorios del II-UNAM, donde parte de ellas se sometieron a pruebas físico-químicas, otras a microbiología y también a estudios de biología molecular.
Con los resultados fue posible caracterizarlas en tiempo de lluvias y estiaje; permitió determinar que en el primer caso sí se diluyen algunos parámetros del agua residual, es decir, hay un efecto, sin embargo, esta dilución no es en detrimento del funcionamiento de las PTAR.
Con relación a los patógenos considerados en la norma mexicana (NOM-003-SEMARNAT-1997 y NOM-004-SEMARNAT-2002) se identificaron los coliformes fecales, salmonella y huevos de helmintos, para los que las PTAR son eficientes en su remoción.
No obstante, el proyecto fue más allá y buscó patógenos potenciales o emergentes no identificados en la norma pero presentes y, para conocerlos, se usaron herramientas de tecnología molecular. Así, se determinaron: Arcobacter butzleri , Laribacter hongkongensis , Enterobacter cloacae , Pseudomas putida, entre otros, con patogenicidad, por lo que deberían incorporarse a la normativa, expuso el investigador, algo que implicaría modificarla con el respectivo incremento en los costos de los análisis.
Además de los microorganismos convencionales y los emergentes, se detectaron las características de composición típicas de las aguas residuales municipales (aguas fecales y de lavado, sustancias sólidas, diferentes restos de naturaleza inorgánica y orgánica), y se buscaron genes de resistencia a antibióticos, una de las diez principales amenazas de salud pública que enfrenta la humanidad, según la Organización Mundial de la Salud.
Es así, explicó el doctor Noyola, que se decidió ir detrás de cuatro antibióticos: ampicilina, vancomicina, ceftriaxona y meropenem, seleccionados por ser de los más utilizados en la CDMX en clínicas y hospitales.
“Encontramos que la ampicilina casi no aparece, ceftriaxona sí, vancomicina se presenta en lodos, pero no en aguas residuales, todos en niveles bajos. Y de los genes de resistencia a antibióticos hallamos cierta correlación con los cuatro antibióticos, aunque también se determinaron genes asociados con otros”.
Los de resistencia a antibióticos son elementos genéticos que dan a los microorganismos la capacidad de resistirlos y la salud de las personas puede verse comprometida, lo que haría progresar una infección e incluso causar la muerte.
Al aparecer la pandemia, el estudio del virus se incorporó a la investigación auspiciada por la SECTEI con el objetivo de indagar la presencia de fragmentos del coronavirus en las mismas muestras, lo que fue un acierto, pues permitió contar con los primeros resultados en la Ciudad de México sobre el tópico, y que también se reportaban a nivel mundial.
Entre estos resultados, de acuerdo con el ingeniero ambiental Noyola, se pudo determinar la correlación entre el número de casos informados por la autoridad y las copias de virus en las aguas residuales; es importante señalar que el virus en el agua no está en estado infectivo y lo que se buscó fueron fragmentos específicos de su estructura genómica.
También se observó la correlación entre el incremento del conteo en las residuales con el aumento algunos días posteriores de los casos en la clínica. “Estamos trabajando en encontrar la estadística sólida para hacer un modelo que permita predecir, con base en el conteo de los fragmentos, cuándo podría presentarse el pico en la fase clínica. Esto ya se aplica en otros países; nosotros sentamos las bases para que las autoridades de salud de la ciudad, estatales y federales puedan aplicar este tipo de monitoreo”.
Tras la caracterización respectiva se observó que la operación, rendimiento y funcionamiento de las PTAR cumplen con la calidad de descarga, aunque se hicieron recomendaciones para mejorar la remoción de microorganismos y hacer intervenciones de mantenimiento.
El beneficio para la ciudad y sus habitantes
El proyecto tiene el beneficio de aportar información para incrementar el reúso del agua residual y que las políticas sobre el tema sean cada vez más adaptadas a la ciudad, pues solo se aprovecha el 15 por ciento de esta agua en estas condiciones, cuando hay un importante potencial y una gran necesidad.
“La aplicación de tecnologías adecuadas debidamente monitoreadas, con calidad de agua certificada dará confianza a la población para aceptar el reúso de las aguas residuales en diversos niveles y escenarios, todavía no como agua potable; aunque esta condición de uso y consumo humano llegará a ser una realidad en una o dos décadas más”, estimó.
De los aspectos a destacar en el ámbito social, figura la indispensable participación de la población en todos los aspectos del manejo y no solo considerarla una tarea del gobierno. Se tratan de acciones como realizar su uso eficiente, evitar el lanzamiento de contaminantes tóxicos o medicamentos caducos al drenaje y disponer de ellos de forma adecuada.
Fotos: UNAM