Columnas

DE PATRIOTAS, PATRIOTEROS Y LACAYOS

Por: ENRIQUE RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

Muchas reflexiones caben en ella, las que vienen de los sentimientos de pertenencia y orgullo legítimo, también es el término desgastado en los discursos con arengas para justificarlo todo, incluso las supuestas traiciones que se acomodan en el juego de la manipulación.

El primer acercamiento con la patria generalmente viene de los recuerdos escolares en la niñez, cuando los profesores y los libros nos emocionan para comprender el origen de un concepto que nos une. Palabra poderosa que encuentra su antecedente en la terra patria (tierra de los padres) de connotación casi sagrada vinculada a la propiedad de todos, las tradiciones, el idioma, la morada de los ancestros y el origen de nuestra cultura e identidad.

En la patria cabe la emoción hacia nuestros signos, las aspiraciones de un país o las estrofas del himno que nos hace vibrar porque nos funde en el significado de lo que fuimos y somos.

Quien pretende despojar de la patria a otro, intenta arrebatarle su esencia, acusar traición resulta ser una de las más graves recriminaciones que se puedan dirigir al adversario.

Siendo una noción creada para aunar, en la patria visualizo a los mexicanos que luchan por sus ideales y que mayoritariamente hacen el bien para cuidar a sus familias, a los que trabajan para devengar un salario casi siempre insuficiente, a los que nos representan con excelencia en el extranjero, también a quienes pagamos impuestos y respetamos las leyes. Son todos aquellos que no necesitan presumir su amor por la nación, porque transpiran dignidad para salir adelante.

Reducir la patria a un discurso ideológico es devaluarla, porque la grandeza colectiva no es apropiable, como tampoco lo son las acciones heróicas de nuestros antepasados. A pesar de ese cinismo característico de quienes usan el orgullo nacional en fechas de septiembre, es imposible dejar de pensar en la generosidad multifacética de cada buen mexicano en lo individual. En esta época del año conmemoramos también la resiliencia y la solidaridad. En la patria se incluye a pesar de las diferencias, se privilegia la tolerancia para respetar, incluso a los que pretenden imponer su visión por unanimidad.

En la patria hay humildad de los héroes anónimos que no buscan el reconocimiento público para tener esa categoría que los engrandece sin mayores pretensiones. Por eso, el valor de cada buen mexicano prevalece ante el resentimiento y la maldad de una minoría que nos lastima con impunidad.

En versión opuesta, quienes hacen alarde de su patriotismo para justificar aberraciones de impacto nacional se convierten en versiones básicas del patriotero que exalta las virtudes colectivas para su beneficio personal. La soberbia les aísla de la realidad para olvidar que son efímeros.

El patriotero se oxigena de los lacayos que olvidan principios para obedecer sin condiciones. Ese individuo sometido actúa sin reflexionar en la abnegación del prójimo, simplemente automatiza su comportamiento para seguir una instrucción que mancilla la independencia de criterio.

En México hay millones de patriotas que son mayoría y hacen caminar al país a pesar de todo. Los patrioteros sufren una discapacidad para interpretar el verdadero interés general y califican de traidores a sus rivales para reciminarles su desprendimiento de la manipulación. Los lacayos se ponen al servicio de la demagogia para denigrar su responsabilidad institucional, juzgan para quedar bien, legislan para obedecer y ejecutan ciegamente el guion de la secta incondicional.

Habrá esperanza mientras los patriotas sean mayoría para soportar la embestida de patrioteros y lacayos.

En la víspera del onomástico de nuestro querido país, no olvidemos para decisiones futuras a los legisladores que avalan leyes que violan la Constitución con pleno conocimiento de causa y efecto. Tampoco seamos desmemoriados con aquellos ministros y juzgadores que claudican ante el poder presidencial que ignora la fuerza del derecho. Tengamos la claridad para descartar de nuestro ánimo a los oportunistas que desde la politiquería solo buscan sobrevivir y prevalecer a costa de la auténtica traición a la patria.

EDICTOS

Algo no cuadra entre el discurso oficial y ciertos hechos cotejables dentro de la Suprema Corte de Justicia. Resulta que existen diversas denuncias recientes por acoso en algunas direcciones generales del alto tribunal. Sin prejuzgar o mencionar nombres de los funcionarios que esta columna tiene registrados, se ha tratado de hacer un control de daños para mantener en absoluta secrecía este tipo de denuncias que se oponen a la convicción del ministro Arturo Zaldívar para erradicar abusos y conductas que denigran a la mujer o violentan los derechos laborales.

Hay unidades administrativas dentro de la Corte en las que se tolera a grupos conflictivos que han encontrado el mecanismo idóneo de presión para amedrentar a sus superiores y también hay funcionarios de alta jerarquía que siguen inmersos en la subcultura del acoso, a pesar de los compromisos institucionales para extinguirlo. Esto también ocurre en algunos juzgados y tribunales, así como en el Instituto Federal de Defensoría Pública que encabeza Netzaí Sandoval Ballesteros.

En la casa del herrero, azadón de palo.

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