Ecología

Debemos exigir mayor alcance para el estatus jurídico del reino animal: Académico

Por:  Mtro. Raúl Iruegas Álvarez*

Un hecho que recientemente cimbró por completo a México fue el caso de maltrato animal en el que un policía, quien ahora se sabe pertenecía a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la capital del país, acude a una carnicería en el municipio de Tecámac, en el Estado de México y amenaza con pistola en mano –por un supuesto pleito previo– al encargado del lugar; pero antes de partir, en un acto de máxima barbarie, toma del lomo a un indefenso canino que por ahí caminaba y lo lanza dentro de un cazo de aceite hirviendo.

Como podrán imaginar, en plena era de la tecnología, se hizo viral el video, que por fortuna captó la cruel escena y que tendría un impacto sin precedentes, pues el clamor social exige justicia y nos lleva a reflexionar acerca de los derechos animales, ya que en la medida que éstos continúen siendo impopulares y no exista debida concientización, nulo será cualquier esfuerzo aislado.

Ahora, como antecedente en esta titánica tarea, que parece lucha contra corriente, debemos partir de la Reforma Constitucional de Derechos Humanos en 2011, pues antes de esa data, no sólo no conocíamos bien a bien la distinción entre lo que era y es un derecho fundamental, su diferencia precisamente con los derechos humanos y las garantías para su protección; sino que más allá de que muchos no comprendían que los animales contaban con una gama de derechos, un fuerte y absurdo antropocentrismo (bíblico incluso) hizo que por siglos se pensara y piense, que la raza humana es, no sólo ajena y superior al reino animal, sino que aún, sin necesidad de por medio, se podía y puede destruir al medio ambiente, a su flora y fauna y por lo que hoy más que nunca se debe publicitar el derecho, que por mandato Constitucional tenemos a un ambiente sano (véase el artículo cuarto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos) y que incluye desde luego: los derechos de los animales como seres sintientes.

En este sentido, resulta necesario, se exija el castigo para quien atente contra los derechos de los animales, pues en muchas entidades, su maltrato o los tratos crueles a su especie, aún no constituye de los delitos tipificados en los respectivos ordenamientos punitivos y por lo cual, debemos reflexionar un poco en torno a una expectativa social que urge a la adecuación necesaria para que se sancione dentro de todos los Códigos Penales de nuestro país a conductas de esta guisa.

Desde luego, se requiere también que sigamos sensibilizando al colectivo en un pensamiento que ha costado en demasía deconstruir en torno a la utilización de los animales por divertimento o para su explotación, pues en ese contexto, hasta hace poco en México, se permitía la explotación animal en los circos y las corridas de toros eran parte de la cartelera dominical (que aún continúan en alguna entidad o municipio).

Es por tanto que la vinculación a proceso que recién dictará una Jueza del Edomex en contra de “Sergio N”, da un poco de aliento en el tema, aunque ya existiera como antecedente primario la prohibición a las peleas de gallos emitida por la Primera Sala de nuestra Suprema Corte de Justicia y de fecha 31 de octubre de 2018. De igual forma, en el continente se destaca la sentencia Argentina dictada por su Máximo Tribunal el 18 de diciembre de 2014 al declarar como causa de acción del Habeas Corpus que “los sujetos no humanos (animales) eran titulares de derechos”.

En Estados Unidos, algunas organizaciones no gubernamentales como “The Nonhuman Rights Project” postulan aportes normativos de protección al animal no humano, o existen países como Suiza o Noruega, donde ya se prohíbe la castración de cerdos sin anestesia para su posterior comercialización para la industria de la comida.

Todo esto me lleva a concluir que debemos continuar exigiendo un mayor alcance para el estatus jurídico del reino animal, su protección y un trato igualitario a todo ser vivo que siente, sufre y que, por igual, vive, si se le permite, con plenitud y felicidad.

Entonces, cualquier atentado o maltrato que menoscabe o limite su condición de vida debe castigarse, pues no siempre se tienen finales felices como aquel dentro del primer capítulo de la obra del nobel de literatura peruano Mario Vargas Llosa “Conversación en La Catedral”, en la que Santiago Zavala rescata de la perrera al tierno y valiente Batuque, quien le corresponde brincando, ladrando, borracho de gusto y moviéndole la cola al ver que lo sacaban de la jaula.

No resta más que recordar aquella lapidaria frase del benemérito de las Américas, Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”.

*Raúl Iruegas Álvarez es profesor de asignatura del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana.

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